La diminuta isla de Lord Howe, al este de Australia, es un pedazo de tierra de 56 kilómetros cuadrados cuya belleza y riqueza natural le valió para ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982. En sus árboles vivió el insecto palo de Lord Howe (Dryococelus australis), una especie que desapareció de la faz de la Tierra en 1920 y que se creía extinta hasta que en el año 2001 un equipo de entomólogos encontró una población de 24 insectos, únicos en la Tierra, que se parecían sobremanera a los otros.
Lo sorprendente de la historia es que estos otros bichos fueron encontrados, ocho décadas después, en un arbusto de la Pirámide de Ball, un fascinante islote escarpado de 560 metros de altura que se encuentra a 20 kilómetros de distancia. Sin embargo, los científicos no tenían nada claro que estos insectos fuesen los mismos que los de Lord Howe y tenían serias dudas sobre su origen e identidad. ¿Cómo había llegado hasta allí esta especie única y extinta?
Pues bien, habemus buenas noticias: un equipo de científicos encabezado por Alexander Mikheyev, profesor de la unidad de Ecología y Evolución del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa (Japón), acaba de confirmar que los insectos encontrados en la Pirámide de Ball, que ahora se crían en el zoológico de Melbourne y en algunos otros lugares, son los insectos palo de Lord Howe. O lo que es lo mismo: el insecto más raro del mundo -así fue bautizado por su escaso número- consiguió sobrevivir a su propia extinción.
Lo cierto es que en 1960, un grupo de escaladores que se desplazó hasta la Pirámide de Ball ya alertó de la presencia de insectos muertos "muy similares" al insecto palo que se había extinguido. Sin embargo, hasta 2001 ninguna expedición consiguió encontrar ni un solo ejemplar en perfectas condiciones de esta especie que puede llegar a medir hasta 15 centímetros.
Los científicos que acaban de publicar el hallazgo en la revista Current Biology analizaron el ADN de los insectos de la Pirámide de Ball y lo compararon con el ADN mitocondrial de la especie de Lord Howe, cuyos restos se conservaban en un museo histórico de Australia. "Encontramos lo que todo el mundo esperaba encontrar, que a pesar de algunas diferencias morfológicas significativas, los dos insectos son la misma especie", explica Mikheyev.
Para ser exactos, las comparaciones entre el genoma de los insectos vivos y los muertos de Lord Howe revelaron una divergencia en sus ADN de menos de un uno por ciento (un porcentaje que se encuentra dentro del rango aceptable para considerar que ambos animales se encontraban dentro de la misma especie).
Según los investigadores, este hallazgo demuestra lo importante que resulta para biólogos y entomólogos las colecciones de especies de museos y centros de investigación, que sirven para realizar validaciones taxonómicas con avanzadas técnicas. "El insecto de palo de Lord Howe se ha convertido en un emblema de la fragilidad de los ecosistemas insulares. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de historias que hablan de extinción, ésta nos ha dado una segunda oportunidad", destaca Mikheyev.