El 1 de abril del año 2000, José Rabadán, un adolescente de apenas 16 años, aficionado a las artes marciales y a las artes oscuras, asesinó a sus padres y a su hermana pequeña con síndrome de Down con una espada samurai. El salvaje crimen acaparó cientos de noticias y conmocionó a un país que trataba de encontrar una explicación y averiguar qué pudo pasar aquella madrugada en el piso del humilde barrio de Santiago El Mayor (Murcia). Rabadán pasó nueve meses en la cárcel de Sangonera y, tras el juicio, fue condenado a seis años en centros de menores y otros dos en régimen de libertad vigilada.
Los testimonios de la época describieron al asesino de la catana como un joven caprichoso, consentido, inconstante, sádico y con un nulo sentido de la culpabilidad. Sin embargo, no todo el mundo vio en su figura un violento criminal. Durante su estancia en la cárcel, Rabadán recibía cartas de admiradores, especialmente chicas jóvenes, que apoyaban e incluso idolatraban al joven asesino. Apenas unos meses después, dos de ellas asesinaron a otra chica a puñaladas porque "querían saber qué se sentía al matar a alguien y ser famosas" como su ídolo.
Lo cierto es que éstas no fueron las únicas mujeres que se sintieron atraídas por el joven, tal y como explica el documental Yo fui un asesino: el crimen de la catana, que ha estrenado Dmax este miércoles. Durante el tiempo que estuvo en el centro de menores Las Moreras, José conoció a Verónica, una muchacha que se convirtió en su pareja de hecho y con la que mantenía encuentros vis a vis cada semana. En la actualidad, Rabadán vive con otra mujer, Tania, la hija de un pastor evangélico con la que tiene una hija de tres años.
¿Es posible enamorarse de una asesino? ¿Por qué algunas mujeres sienten una terrible atracción por los criminales? ¿A qué obedece esta fascinación? Lo cierto es que el caso de Rabadán no es el único ni muchísimo menos. Miguel Carcaño, asesino de Marta del Castillo, llegó a recibir cartas de amor y regalos de admiradoras durante su estancia en la cárcel de Morón de la Frontera. Charles Manson tuvo ejércitos de admiradoras y, a los 80 años, llegó a contraer matrimonio con una joven de 26. Ted Bundy, asesino de decenas de mujeres, también se casó con una de sus admiradoras antes de ser ejecutado.
La atracción que algunas personas sienten hacia asesinos o violadores se denomina hibristofilia. El término fue acuñado por el psicólogo y sexólogo John Money en los años 50 para definir un "trastorno psicológico" que afecta principalmente a mujeres heterosexuales. "La hibristofilia es una parafilia que se convierte en una patología cuando se sobrepasan ciertos límites. Casi todos los humanos sentimos cierta atracción por lo prohibido, pero no todos somos capaces de enamorarnos de un psicópata", explica la psicóloga y sexóloga Blanca Torres.
Algunos autores diferencian dos tipos distintos de hibristofilia. La hibristofilia pasiva es aquella en la que la relación romántica carece de un contacto físico. Existe una fascinación por un asesino que se encuentra encerrado, la situación está controlada y el contacto se reduce al intercambio de correspondencia. Sin embargo, existen otros casos en la que esta fascinación traspasa todos los límites y no sólo se llega a mantener una relación de amor con contacto físico, sino que las amantes están dispuestas a participar en la agenda criminal del asesino, ya sea encubriéndolo o cometiendo crímenes a su lado. Es la llamada hibristofilia agresiva.
El "instinto maternal" por el asesino
La razones que explican esta fascinación por asesinos como José Rabadán son desconocidas hasta la fecha. No existen estudios científicos que hayan abordado la cuestión. Sin embargo, sí hay algunas teorías psicológicas que podrían arrojar algo de luz. "La teoría biológica o evolutiva tendría que ver con la excitación por el más fuerte, por el macho alfa. El hombre que es capaz de llegar a traspasar todos los límites, que denota una mayor fortaleza y que se relaciona con el deseo primario de procrear con el ser más apto que asegure la supervivencia de la especie", apunta Torres.
La segunda teoría, de índole cultural, tiene que ver con la idea de que el amor podría llegar a cambiar a un hombre cruel y poderoso. "Esta cuestión está muy relacionada con el ideal romántico de un amor imposible y con la mujer que es capaz de redimir a un hombre por amor. La literatura ha reflejado esto en multitud de ocasiones. Se da, por ejemplo, en la figura de Doña Inés, que se convierte en una especie de heroína romántica por su amor imposible con Don Juan Tenorio, que mató a don Gonzalo y don Luis".
Según cuenta la psicóloga, por disparatado que parezca, algunas mujeres pueden llegar a sentir "ternura" por los asesinos. "Pese a que han cometido actos salvajes, son capaces de llegar a justificarlos. Intuyen una parte de fragilidad y llegan incluso a sentir pena por ellos. Aparece una especie de instinto maternal que hace que quieran intentar protegerlos, salvarlos y volverlos buenos", subraya la especialista.
Torres subraya que, pese a que no se ha encontrado con ningún caso severo de hibristofilia, hasta su consulta sí acuden chicas que mantienen relaciones con hombres con un perfil "rebelde" o que han llegado incluso a portarse mal con ellas. "Salvando las distancias, suelen ser mujeres que sufren una dependencia emocional. A veces, llega un punto en que se sobrepasan ciertos límites y, por distintas circunstancias, no son capaces de dejarlos", afirma la psicóloga, que también apunta que en la literatura científica no existen estudios de perfil al respecto. Así lo constata Sheila Isenberg en su libro Women who love men who kill (en castellano, Mujeres que aman a los hombres que matan).
Sea como fuere, lo cierto es que la fascinación por el lado oscuro de los seres humanos es algo inherente a nosotros. Tal y como explicó el psicólogo Guillermo Fouce a EL ESPAÑOL, es nuestra propia naturaleza la que hace que nos mantengamos pegados a la televisión o que no podamos dejar de hacer click en cada nuevo artículo sobre un suceso, donde se ahonda en detalles escabrosos o se aportan nuevos datos sobre todo tipo de crímenes. Sin embargo, lo normal es que ese interés tenga un límite. Aunque no siempre es así.