Desde el pasado domingo, cuando el volcán de Cumbre Vieja entró en erupción, una lengua de lava se ha ido extendiendo desde la parte central de La Palma hacia el este arrasando con todo a su paso. Ya son más de 5.000 las personas evacuadas de sus casas y varios centenares las viviendas aplastadas bajo la colada de lava.
Sin embargo, en las últimas horas el ritmo de este río de fuego ha ido disminuyendo. "Estamos midiendo la velocidad de la colada para hacernos la idea de cuándo puede llegar al mar", explica Eumenio Ancochea, profesor de Petrología en la Universidad Complutense y uno de los científicos que está midiendo sobre el terreno la acción del volcán.
Se calcula, no obstante, que la columna de lava avanza ahora a una velocidad de cuatro metros por hora. De momento, evita hacer una predicción pero indica que "si la erupción se para, la colada no llegará al agua".
El comité científico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias, Pevolca, ha mostrado dudas ante la posibilidad de que la manga de lava llegue a la costa. "La predicción matemática que tenemos es que va a seguir avanzando, pero no sabemos si va a llegar al mar", apunta Miguel Ángel Morcuende, el director técnico.
La ralentización del río de lava es completamente normal, apunta Luis Jordá, ingeniero de minas y autor del libro Montañas de fuego: rutas y paseos por los volcanes de Europa. "Es como un río viscoso y, al haber alcanzado una zona de menor pendiente, la velocidad disminuye. Además, se ha desparramado, tiene una superficie más amplia y ya no va encañonada, lo que también afecta".
Hay otro factor importante: la fuerza con que empuje la erupción. "El volcán tiene que seguir empujando desde arriba, la colada es solo la avanzadilla de lo que presiona por detrás. Ahora pesa mucho más, por lo que tiene que hacer más fuerza porque es una masa más grande".
El enfriamiento de algunas zonas, que genera más fricción con la superficie, y la entrada en una fase más explosiva del volcán, en la que expulsa menos lava, también influyen en la velocidad, pero Jordá cree que llegará al mar en algún momento. "La erupción va a durar un tiempo [se prevé que entre 24 y 84 días] y tiene pinta de que, si es así, va a llegar al mar".
Eumenio Ancochea se muestra de acuerdo con la visión de Jordá. "Todas las erupciones históricas de la isla de La Palma han llegado al mar, así que lo normal es que lo haga". La orografía de la isla facilita que así sea. De cualquier manera, "la sensación es que avanza muy lentamente, pero hasta dentro de unas horas no podremos saber cómo de rápido lo hace".
Sin embargo, le resta importancia al hecho de que la lava alcance el agua. "Se producirán explosiones, pero de pequeña entidad", y calcula que alcanzarán los 30 metros a la redonda, cuando por entonces "todo el mundo estaremos a un kilómetro de distancia, y se está prohibiendo a los barcos llegar a las proximidades".
Al llegar una colada de centenares de grados de temperatura, el agua entrará en ebullición y se generará una columna de vapor. En declaraciones a EFE, el vicerrector del Instituto Geominero de España, Luis Somoza, ha explicado que, a pesar de tratarse un "fenómeno espectacular", esta nube es inocua para la salud aunque portará algunas partículas de los gases tóxicos que emanan del volcán.
"No es momento de turismo"
Tanto Somoza como Ancochea descartan que estos gases tóxicos expulsados creen un peligro grande. El vulcanólogo de la Universidad Complutense apunta, además, que lo terrible "está siendo cómo se va destrozando una casa tras otra. Ojalá se pudiera parar la colada, pero cuando llegue al mar ya habrá destruido terreno previamente".
Jordá comparte la opinión. "Hay gente perdiendo sus casas". Ese es el principal problema de la colada de lava: la cantidad de terreno que arrasa a su paso. Por eso, la dispersión del material incandescente es una de las prioridades. Los cuerpos de bomberos y la Unidad Militar de Emergencia han intentado, con poco éxito, desviar la lengua de las zonas de casas excavando cuencas artificiales.
A medida que pase el tiempo, ese monstruo de hasta 12 metros de altura se irá dispersando, solo contenido por los accidentes naturales que se encuentre en el camino, y ralentizando su avance a medida que el volcán tenga que empujar, como dice Jordá, una cantidad cada vez más dispersa.
La lava ya se ha encontrado alguno en su camino. El primero fue un monte que se encontraba a menos de dos kilómetros al oeste del lugar de erupción, que desvió parte de la colada hacia el sur. El segundo, más importante, es la Montaña de Todoque, que impedirá que la lava llegue a partes de la costa a sus espaldas, como la Playa del Perdido.
La montaña, que se eleva algo más de 300 metros sobre el nivel del mar, se interpone directamente en la trayectoria de la colada y es posible que la parta en dos o que la desvíe hacia el norte. Precisamente algo más al norte, la Montaña de La Laguna (que pertenece al municipio de Tazacorte) puede suponer otro muro de contención natural para la lava. Además, el Pevolca apunta que "determinados hoyos naturales" pueden jugar un papel en evitar que la roca incandescente alcance el mar.
Como apasionado de los volcanes, a Luis Jordá le parece algo fascinante el espectáculo natural, pero critica a gente que llega a la isla para hacer fotos y no son profesionales, entre otras cosas, porque pueden colapsar acceso de salida con los coches y porque es una "falta de tacto" con las personas que están viendo cómo se destruye no solo su hogar sino su medio de vida. "Ahora no es el momento de hacer turismo".