Hasta 30 millones de euros por fósiles de dinosaurio: el oscuro negocio que 'roba' tesoros a la ciencia
Los paleontólogos son muy críticos con el mercado privado de fósiles, que alcanza cifras astronómicas por un único ejemplar de tiranosaurio.
23 abril, 2023 02:24El pasado martes, un coleccionista privado adquiría en Zurich (Suiza) el esqueleto de Trinity, el primer ejemplar completo de T. rex que salía a subasta en Europa. "Maldición", expresó el paleontólogo Thomas Carr. "Otro mal día para el Tyrannosaurus rex y los científicos que los estudian…"
Sus gafas sin montura, sus prominentes entradas y su hablar pausado lo alejan de un Indiana Jones, pero no duda en parafrasear al héroe cinematográfico: "¡Esos huesos deberían estar en un museo!"
Carr sabe de lo que habla. Una investigación suya contabilizaba al menos 74 fósiles del rey de los dinosaurios en manos privadas por 59 en museos con acceso para los científicos. Trinity, en principio, engrosará la lista de los segundos: el viernes se desveló que había sido adquirido por la fundación sin ánimo de lucro Phoebus, que lo exhibirá en un centro cultural de nueva construcción en Amberes (Bélgica).
Con sus 3,9 metros de altura y 11,6 de longitud, este tiranosaurio (que en realidad está formado por 293 huesos procedentes de tres especímenes diferentes y completado con escayola) es el último ejemplo de una moda cada vez mayor, la del coleccionismo privado de fósiles.
Su popularización entraña no solo tensiones con los científicos que consideran que están perdiendo oportunidades para investigar el pasado de nuestro planeta sino que promueve el mercado negro y está involucrado con violaciones a los derechos humanos.
Trinity no se encontraba solo en el catálogo de Koller, pues estaba acompañado –junto a pósteres de películas autografiados y trajes de astronauta– de trilobites y ammonites (invertebrados extintos más antiguos que los dinosaurios), un hueso de diplodocus, una vértebra de apatosaurio, la garra de un raptor o el cuerpo de un tricerátops, entre otros.
A pesar de ser el tercer esqueleto de T. rex puesto en subasta de la historia, su heterodoxa formación puede haber deslucido su interés: solo alcanzó los 5,4 millones dólares, apenas el precio de salida. Nada que ver con los 31,8 millones que alcanzó su compañero Stan en Nueva York en 2020, cuando fue subastado en Christie's.
Como el Mundial de Qatar, Stan contribuirá a la mejora de la imagen pública de Oriente Medio: en 2025 abrirá el Museo de Historia Natural de Abu Dhabi y el tiranosaurio será su protagonista.
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Mucho antes que Stan y Trinity fue subastado Sue. Nada menos que en 1997, fue adquirido por el Museo Field de Historia Natural de Chicago por unos 8,4 millones de dólares.
"Los museos tienen que excavar, no soy partidario de comprar en las subastas porque fomentan el mercado de fósiles", critica Jorge Morales, profesor de investigación en el Departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, del CSIC. "Lo que tiene que hacer el estado es proveer a sus científicos de más medios materiales", reivindica.
Al igual que Carr, el paleontólogo afirma que cada fósil es distinto, por lo que uno vendido a manos privadas es una oportunidad perdida para la ciencia. "Cada fósil es una cosa única e irrepetible, no vas a encontrar dos idénticos", sobre todo cuando se trata de esqueletos completos, "es muy difícil tener un original en un museo".
Patrimonio histórico o propiedad privada
Para Morales, la moda no es tanto el coleccionismo como que las piezas caigan en manos privadas. "En el siglo XIX, los grandes coleccionistas eran los museos, el British Museum de Londres era un gran comprador".
Al igual que pasa con las piezas arqueológicas, la desigual protección del patrimonio geológico ha propiciado la fuga de fósiles, "por eso todos los museos del mundo tienen fósiles alemanes, especialmente ictiosaurios de Solnhofen", apunta.
Los países, a medida que han ido conociendo el valor de sus piezas paleontológicas, han ido protegiéndolas. En España, la situación es muy ambigua: por lo general se entiende que forman parte del patrimonio histórico, regulado por una ley de 1985, pero las comunidades solo lo han regulado explícitamente cuando se encuentran tesoros como los yacimientos de Las Hoyas (patria chica del depredador Concavenator) y Lo Hueco (hogar del titanosaurio Lohuecotitan), en Cuenca, o el Cerro de los Batallones, en Madrid, donde se han encontrado un buen puñado de Smilodon o 'dientes de sable'.
La dinomanía de las últimas décadas, impulsada sobre todo por la saga de películas Jurassic Park, ha generado una gran demanda de fósiles de manos privadas. El coleccionismo de fósiles ha llegado a desplazar al de obras de arte para los millonarios: casas de subastas como Christie's y Sotheby's se han subido al carro.
Esta afición, curiosamente, recibe una dura crítica en una de las películas de la saga, Jurassic World Fallen Kingdom, donde multimillonarios de todo el mundo acuden a una subasta de dinosaurios vivos.
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No se trata solo de ricos anónimos: estrellas de Hollywood como Leonardo di Caprio son ávidos coleccionistas de huesos fosilizados. Algunas de las joyas de su colección son una obra de arte hecha con huesos de una Allosaurus adulta y una cría de la misma especie que compró por 2,5 millones de dólares y un cráneo de Mosasaurus que vendió Russell Crowe para sufragar su divorcio.
No consiguió hacerse con el cráneo de un Tarbosaurus (otro tiranosáurido) porque otra mega-estrella se adelantó: Nicholas Cage. ¿El problema? El cráneo había sido sacado legalmente de Mongolia, que sí protege su patrimonio, y el actor tuvo que devolverlo.
"Las subastas de fósiles conllevan varios problemas, entre los cuales se encuentra, efectivamente, el fomento de un mercado negro de estos especímenes", explica Carlos de Miguel, paleontólogo colaborador del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED y uno de los creadores del podcast 'Dinobusters', uno de los más populares entre los aficionados a los seres del pasado.
"Esto, además, se puede traducir en expolios y robos de fósiles incluso en los propios yacimientos fosilíferos", a veces para hacer pseudo-arreglos como el propio Trinity, donde se han ensamblado huesos de tres tiranosaurios distintos, o un Deinonychus –los velocirraptores de Jurassic Park en realidad pertenecen a esta especie– "que se puso a la venta hace unos meses, se trata de ejemplares 'fabricados' que solo llevan un porcentaje del ejemplar real".
De Miguel explica que los defensores de las excavaciones amateur argumentan que, de no ser por ellos, muchos ejemplares se perderían. "Un fósil que se recoge de manera ilegal puede acabar llegando, antes o después, a las instituciones, donde podrá ser depositado y estudiado", pero el que queda a la intemperie "se acaba erosionando y se pierde para siempre". Pero no es algo que él defienda, aclara.
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El mercado negro de fósiles no es para tomárselo a broma, apunta el paleontólogo. "Este tipo de actividades pueden ser incluso peligrosas para los derechos humanos". Se refiere a la situación en Birmania, donde yacimientos con ámbar fosilizado extraordinariamente conservados al norte del país, en la región de Kachin, están sirviendo para financiar la guerra civil que mantienen grupos separatistas con el estado, que a su vez fuerza a los mineros a extraer dicho material y hacer negocio.
El ámbar es resina fosilizada y se utiliza cada vez más en joyería. La de Kachin, sin embargo, tiene una gran cantidad de animales que quedaron atrapados en ella un día de hace unos cien millones de años. Insectos, reptiles, plantas… Se puede encontrar casi cualquier cosa conservada dentro de estas rocas translúcidas.
Birmania impuso un permiso obligatorio a la exportación de fósiles en 2015. Sin embargo, en 2019 clasificó el ámbar como piedra preciosa, dejándolo fuera de la autorización. La mayoría de casas de subasta de prestigio intenta alejarse del ámbar de origen birmano, sobre el que tanto la comunidad científica como la propia ONU han llamado la atención. Sin embargo, es fácil encontrar por internet piezas procedentes de Kachin por poco más de 200 euros.
No se trata únicamente de coleccionismo: entre 2015 y 2021 se publicaron en revistas científicas anualmente nada menos que 113 estudios que basaban su investigación en el ámbar birmano. Solo en 2020 se habían descubierto 365 especies atrapadas en la resina fosilizada. Algunos autores han llegado a sugerir que el veto a la compra de este material es un sinsentido y no está ayudando a solventar la guerra civil interna que consume esa región de Birmania.
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Pese a la mala fama del coleccionismo privado y las subastas entre la comunidad científica, hay ocasiones en que los astros se alinean y surgen sorpresas positivas, ocasiones especiales que hay que aprovechar. Es lo que le pasó a la paleontóloga Ángela Delgado Buscaloni, profesora del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid, durante una visita a la feria de fósiles de Denver en 1988.
"Yo estaba estudiando en Europa la evolución de una familia que tuvo representantes en España, Dyplocynodon, que evolutivamente se sitúa en la base de los alligatoroidea [el grupo de donde vienen los caimanes]".
Un especimen encontrado en la feria le llamó la atención "por la organización de su armadura dérmica (las placas que recubren el cuerpo) y por la forma del hocico que era un poco más larga de lo habitual". Fue directa al stand y les dijo que "ese ejemplar era muy posiblemente una nueva especie. Antes de salir de la feria, me llamaron y me ofrecieron poder estudiarlo".
Esto beneficiaba a ambas partes: se describía una especie nueva para la ciencia y los dueños obtenían una certificación científica de la valía del ejemplar. Buscaloni rechazó el trabajo pero les recomendó a otros profesionales. "No recuerdo cuánto costaba", lamenta.
Pese a este final feliz, la paleontóloga se muestra crítica con el coleccionismo. "Estos propietarios deberían ceder sus colecciones a centros, aulas, museos o universidades para evitar que se destruyan o pierdan". Un fósil en una subasta "desvirtúa la afición y la pasión por la naturaleza".