Ciencia

'Odón de Buen': el buque de investigación silencioso y ecológico que ampliará el territorio oceánico español

Es la pieza fundamental para extender la zona económica exclusiva española hasta los 650 kilómetros mar adentro.

23 julio, 2023 02:04

Hace unos días se botó el Odón de Buen, el buque insignia –nunca mejor dicho– de la investigación marítima española. Con 84,3 metros de eslora, 17,8 de manga y capacidad para 58 pasajeros (39 de ellos, científicos), es un gigante polivalente que puede navegar silenciosamente desde los mares tropicales hasta los hielos árticos. Y que permitirá a España reclamar para sí territorios que hasta ahora estaban fuera de nuestro alcance.

La flota de investigación española consta de diez barcos, principalmente para prospecciones en aguas someras y márgenes regionales. El nuevo buque, que entrará en servicio a mediados del año que viene, será el undécimo y permitirá adentrarse hasta las zonas más alejadas de la plataforma continental, la parte del continente sumergida en las aguas.

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en Montego Bay (Jamaica) el 10 de diciembre de 1982, establecía el límite de las zonas económicas exclusivas de los países en 200 millas marinas (370 kilómetros) desde la costa.

El buque todavía se encuentra en los astilleros, ultimando el equipamiento interior.

El buque todavía se encuentra en los astilleros, ultimando el equipamiento interior.

Los países son responsables de la exploración y conservación de esas aguas, pero también de su explotación: pesca, minería, recursos energéticos, etc. España posee 1,2 millones de kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva, que se extiende en tres regiones: la parte mediterránea (y una pequeña zona junto al Golfo de Cádiz), la del Cantábrico y Atlántico al norte, y la atlántica de las islas Canarias.

La Convención permite extender el límite de lo que se considera plataforma continental hasta las 350 millas náuticas (648,2 kilómetros) pero "la ampliación de la zona económica exclusiva va a estar supeditada a la capacidad que tenga el país de adquirir conocimientos en la zona que quiera ampliar", señala Pablo Carrera, director del Centro Oceanográfico de Vigo (hasta esta semana).

Carrera recogió el testigo de José Ignacio Díaz Guerrero, coordinador de Flota en el Instituto Español de Oceanografía (IEO), que coordinó el diseño del nuevo buque hasta que se jubiló en 2021.

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El Odón de Buen sustituye al buque Cornide de Saavedra, que dejó de operar en 2016. Llamado así en honor del fundador del IEO (que curiosamente, venía del interior: era aragonés), está acondicionándose actualmente para el trabajo científico, para lanzarse en su primera misión en poco menos de un año.

"La investigación que hacemos es altruista pero detrás, a veces, hay intereses de país", explica Carrera, que se formó como biólogo y lleva desde hace 30 años ligado al instituto. "Yo siempre pongo el ejemplo del Beagle, el barco en el que viajó Darwin: fue una expedición científica, pero había detrás una campaña del almirantazgo británico para posicionarse internacionalmente en las zonas que querían controlar".

Para reclamar la influencia sobre los territorios es necesario mostrar su conocimiento. "Habrá que ver qué zonas son aptas para la explotación de recursos vivos, qué zonas lo son para la generación de energía, cuáles para minería y cuáles es necesario conservar para la ciencia y la diversidad biológica. Si no lo hacemos nosotros, será otro quien lo haga". De hecho, en esta extensión hay litigios (más o menos amistosos) con Reino Unido, Francia, Portugal, Argelia y Marruecos.

Pablo Carrera.

Pablo Carrera.

No se trata solo de la pesca. Pablo Carrera, que es biólogo de formación, pone el énfasis en la generación de energía, "todo lo que es la eólica marina y la producción eólica con hidrógeno final. Necesitamos combustibles alternativos: podemos negar la emergencia climática, pero la tenemos ahí y, o empezamos a buscar alternativas para descarbonizarnos o tendremos un futuro más caro. España tiene mucho que perder ahí", advierte.

El Odón de Buen está bien preparado para el reto. No solo porque cuenta con un módulo autónomo, "un torpedo", que puede descender hasta los 6.000 metros de profundidad (el tristemente famoso submarino Titán se sumergía hasta los 4.000 metros), y la más moderna equipación tecnológica para rastrear el fondo marino mediante ultrasonidos –la oscuridad es total más a allá de los 150 metros de profundidad– sino porque es el buque más ecológico y silencioso de su clase.

Al igual que otros barcos de su tamaño, tiene un sistema de propulsión diésel-eléctrico, pero además incluye la generación de electricidad a través de gas, por lo que "la huella de carbono se va a reducir drásticamente". El buque tiene una autonomía absoluta de 50 días, de los que en 7 puede subsistir solo a base de gas.

El buque silencioso

La cuestión del silencio también es importante: para investigar un ecosistema marino lo mejor es molestar lo mínimo posible, que los bancos de peces no rehúyan. Y el sistema de propulsión de los barcos suele ser muy ruidoso.

Carrera explica que en el Odón de Buen "se ha hecho un trabajo previo, importantísimo, para hacer del ruido transmitido el mínimo posible y así reducir el impacto que ese ruido pueda tener hacia el estudio de poblaciones de peces del medio marino".

Para el director del Centro Oceanográfico de Vigo, el buque insignia de la navegación científica española pondrá a nuestro país en una situación de privilegio en la investigación mundial. "Hay otros más grandes, de 120-140 metros, pero tienen usos muy definidos. Lo bueno del Odón de Buen es que, siendo grande, es muy polivalente, le da una versatilidad que quizá otros barcos de mayor tamaño no tengan".

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Pese a dirigir, desde hace dos años, los esfuerzos para llevar a buen puerto la puesta en marcha del barco y conocer todos sus secretos, Carrera no cree que acabe navegando los siete mares a bordo del mismo. "Cada vez me embarco menos: me gusta embarcar, me encanta la investigación, pero o nos dedicamos a gestionar los buques o investigamos, no se puede estar en misa y repicando".

Han pasado más de 30 años desde su primer viaje, en un pesquero rumbo a Terranova, y reconoce ese componente adictivo que tiene mucha gente a la que el mar le ha acompañado desde siempre: no se pueden alejar por mucho tiempo de él.

"El cuerpo te tiene que acompañar, no todo el mundo puede aguantar las condiciones de investigar en el mar, en barcos pequeños, con temporales, estando en un medio que no para de moverse. Hay gente que no para de marearse y tiene que dejarlo".

Él ha conocido casos de compañeros que ya no pueden embarcar, por ejemplo, por una enfermedad que le generó un problema en el oído interno, o por no recuperarse del mareo en los tres, seis o diez días que pasaba en el mar. "Aparte de la mala sensación, es que dejas de comer y de beber, te puedes llegar a deshidratar y puede ser peligroso para la salud".

Con todo, él se considera un privilegiado. "He tenido la suerte de poder trabajar en lo que me gusta, ver el mar muchas veces. Siempre teníamos una campaña en el Cantábrico y lo he visto de todas las formas y colores. Nunca hay un mismo mar, es toda una experiencia vital".