Un niño jugando con el móvil.

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Ciencia

"Son carne de psicólogo": el peligro de dar a los niños el móvil o la 'tablet' para calmar sus rabietas

Un estudio demuestra que usar los dispositivos para entretener a los más pequeños cuando se enfadan reduce sus habilidades para manejar la ira y la frustración.

28 junio, 2024 01:00

Las pantallas están presentes en el día a día del común de los mortales. En cualquier lugar (el trabajo, el transporte público, la cola del supermercado) nos vemos rodeados de personas mirando un smartphone. La mayoría de trabajos se hacen con un ordenador y, en casa, la televisión suele ser la opción mayoritaria para evadirse antes de ir a dormir. Desde hace años, todo está a un golpe de click y este fenómeno se ha extendido también a la crianza. Este concepto se conoce como pantalla niñera o chupete emocional y no es raro ver a niños pequeños delante de una tablet o un smartphone en un sitio público.  

Investigadores de Hungría y Canadá han observado que usar los dispositivos para calmar a los niños cuando lloran o se enfadan reduce sus habilidades para manejar la ira y la frustración. Los resultados se han publicado este viernes en la revista Frontiers in Child and Adolescent Psychiatry. Para el estudio hicieron una evaluación en 2020 y un seguimiento un año después. Más de 300 padres de niños de entre dos y cinco años completaron un cuestionario sobre el uso de móviles y tablets por parte de niños y progenitores.

Los autores observaron que, si los padres le ofrecían un dispositivo a su hijo cuando tenía una rabieta, estos no aprendían a regular sus emociones. El problema es que no desarrollan áreas críticas para la atención y el control de impulsos, explica Gregorio Montero, director de Growfulness, plataforma de divulgación en salud mental infantil.

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"No sé qué esperábamos", sentencia Francisco Villar, coordinador del programa atención a la conducta suicida del Hospital Infantil Sant Joan de Déu de Barcelona. La exposición de los más pequeños a las pantallas les "roba" la oportunidad de desarrollar recursos para la gestión emocional. Los mismos con los que deben enfrentar la adolescencia y la vida adulta.

Para poder convivir con las emociones negativas, "[Los niños] necesitan cierto entrenamiento", continúa el psicólogo clínico. Las pantallas les producen una satisfacción inmediata y una evasión de esos sentimientos que les incomodan. Si no los sienten, no pueden aprender a tolerarlos, lo que impide que se forme correctamente su lóbulo frontal, afirma. "Lo más importante es enseñarles que las emociones no son ni buenas ni malas, que solo nos ayudan, nos mandan un mensaje", agrega Montero. 

Esto se traduce en un factor de riesgo para desarrollar en el futuro trastornos mentales como la depresión o la ansiedad, indica Montero. Las pantallas, continúa, actúan como catalizador. El problema de la salud mental en los menores tiene que ver con factores (económicos y sociales, entre otros), pero éstas aceleran ese proceso de empeoramiento de su salud mental. Villar está de acuerdo y afirma que esta situación convierte a los niños en "carne de psicólogo". De hecho, insiste, "los servicios psicológicos ya están desbordados en todo el mundo". 

Cuando se utilizan los dispositivos electrónicos como reguladores emocionales, se envían tres mensajes a los pequeños, dice Montero. Por un lado, se les enseña que hay que deshacerse de las emociones como la frustración o el enfado. Por otro lado, ellos ven que sus propios padres no son capaces de calmarles y necesitan esa pantalla para conseguirlo. Al final, los niños asumen que sus progenitores no toleran sus sentimientos, les suponen un problema y, en lugar de acompañarlos, les ponen un vídeo. 

El psicólogo del hospital Sant Joan de Déu es consciente de que muchas veces los progenitores tienen un ritmo de vida muy ajetreado y les cuesta dedicar momentos de calidad a los más pequeños de la casa. Ese consumo de pantallas es un reflejo de su propio cansancio, pero Villar lo resume: "Si es fácil para el padre, no es bueno para el niño". Aunque sea complicado, hace hincapié en que, toda inversión de tiempo que se haga con los menores, les protege y les asegura menos problemas en el futuro. "Hay que enseñarles a afrontar la vida de forma proactiva, no meterles en una burbuja".

La parte buena, coinciden ambos psicólogos, es que este daño se puede revertir. En las edades tempranas, los niños son muy maleables: "Son muy capaces de cambiar cosas que los adultos ya no podemos", cuenta Montero. Si se les retiran las pantallas y se dan a los padres pautas para que incluyan frustraciones diarias en la crianza (como no comprarles todo lo que piden, por ejemplo) se les puede enseñar a gestionar estas emociones. También recalca el director de Growfulness, que cuando empiecen a usar estos dispositivos se limite mucho el tiempo que les dedican. 

Villar lo ve claro y afirma que las respuestas a este problema son los libros y el juego libre. "Les hemos robado también la lectura y tienen menos capacidad de concentración", lamenta. El psicólogo clínico asegura que este hábito es necesario para que adquieran el vocabulario que van a utilizar a lo largo de su vida. "Necesitan encontrar las palabras para expresar cómo se sienten", alega.

El consenso internacional recomienda no usar las pantallas con menores por debajo de los dos años y hacerlo lo menos posible con los de menos de seis. En ningún caso se recomienda emplearlas para calmarles si tienen una rabieta. Aún así, Montero cree que puede haber un término medio en su introducción a los dispositivos electrónicos. Entre los seis y los doce años, lo recomendable es que hagan un uso moderado de la televisión y los videojuegos y, preferiblemente, en familia. También recomienda retrasar el inicio en las redes sociales todo lo posible. 

El psicólogo del Hospital Sant Joan de Dèu asegura que esta situación supone un problema a nivel social. La clave, defiende, está en enseñar a los niños que las pantallas son una herramienta más, no una solución. Por lo tanto, el problema no son los dispositivos en sí, expone: "Los coches existen y no les dejamos conducirlos". Otro inconveniente, según Montero, es que los progenitores también las usan para evadirse, por lo que no dan el mejor ejemplo a sus hijos. Villar lo tiene claro: "No es un error de la sociedad ni de los padres, es un triunfo de las [empresas] tecnológicas".