La bióloga Laura Casarrubios abandonó su carrera científica por la precariedad del sector.

La bióloga Laura Casarrubios abandonó su carrera científica por la precariedad del sector.

Ciencia

Los científicos se hartan de la precariedad y los abusos laborales: "Ya no trabajo por las noches ni los findes"

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La investigación dentro del sector académico es, probablemente, una de las carreras más difíciles y largas de desarrollar. Su exigencia hace que haya que superar numerosas fases antes de conseguir una buena posición. También obliga a quienes se dedican a ello a mantener estándares muy altos de publicación para primero conseguir becas (mientras se forman) y después que financien los proyectos (cuando se trata de investigadores principales), explica Sandra Gómez, presidenta de la Oficina Española de Integridad en Investigación (OEII).

Esta situación acaba teniendo sus consecuencias: un estudio reciente ha encontrado que un tercio de quienes la empiezan, la abandona a los cinco años de escribir su primer artículo, y casi la mitad lo hace en la primera década. El trabajo incluyó a más de 400.000 investigadores de 38 países diferentes, entre ellos países europeos, Japón,  Estados Unidos y Corea del Sur.

Los resultados se publicaron el pasado agosto y ha puesto el foco sobre la cuestión, aunque no ha ahondado en las razones por las que estas personas dejan la carrera en este sector. Dividió el total en dos grupos: 142.776 autores que comenzaron a publicar en el año 2000 y 232.843 que se iniciaron en 2010. Para conseguir los datos emplearon la base de datos de citas Scopus, un indicador de cuán activos son en la investigación.

Laura Casarrubios conoce bien la cuestión. Quería dedicarse a ello, pero se dio de bruces contra la precariedad que inunda la profesión. Estudió Biología e hizo un máster en Biotecnología Industrial. En 2018 comenzó con un doctorado su carrera como investigadora y comprobó las dificultades para conseguir una beca que le permitiera dedicarse a ello en exclusiva sin tener que buscar otro trabajo. Tras su tiempo de búsqueda, consiguió un contrato en su laboratorio gracias al plan Garantía Juvenil de la Comunidad de Madrid, que le duró un año y pasado ese tiempo volvió la incertidumbre. 

La tesis doctoral suele durar una media de cuatro años, por lo que seguía necesitando recursos para acabarla. "No sabía muy bien cómo lo iba a conseguir". Tras unos meses en el paro, esa ayuda que necesitaba le llegó a través de una beca de la Universidad Complutense de Madrid y le permitió acabar su tesis. No obstante, la situación que se encuentró después no fue mucho mejor. Al acabar ese periodo, consiguió un contrato postdoctoral de un año en el mismo laboratorio y cuando se le acabó decidió abandonar ese camino.

La inestabilidad y los bajos sueldos que percibía (los investigadores cobran una media de 1.200 euros en contratos durante la tesis y 1.500 en los postdoctorales) le empujaron a dar el salto al sector privado en 2023, cuando tenía 30 años. La joven lamenta que la necesidad de tener una elevada producción científica para conseguir financiación hace que los investigadores sientan la necesidad de trabajar en cualquier momento para poder avanzar en sus proyectos. "Sientes que nunca es suficiente". No es la única que piensa así. Gómez, de la OEII, también cita la precariedad y la inestabilidad como los mayores motivos de abandono de esta carrera. "Es incompatible con una vida tranquila y, menos aún, con la idea de formar una familia", señala.

Ahora trabaja para una fundación que investiga la leucemia mieloide agua, pero su labor no tiene nada que ver con la investigación. A pesar de ello, Casarrubios reconoce que le ha merecido la pena. No solo ha mejorado "sustancialmente" su sueldo, sino todas las condiciones. "Me he podido comprar un piso", celebra. Una de las cosas que más ha notado respecto a su etapa anterior es que en su trabajo actual le respetan el horario establecido: "Ya no trabajo por las noches ni los fines de semana"

En muchos casos, incluso, los estudiantes de doctorado acaban haciendo ese trabajo gratis porque no consiguen ninguna beca y tienen que acabar compaginando con otro empleo para poder subsistir. Esta situación acaba por ser muy excluyente denuncian desde la Federación de Jóvenes Investigadores Precarios (FJI-Precarios). "¿Quién puede trabajar sin cobrar?", se pregunta Cristina Rodríguez Prada, su presidenta.

Fuera de la ciencia

Esta situación no ocurre solo en la rama científica del sector académico, las humanidades y las ciencias sociales también la sufren. Itzea Goikolea, era investigadora en el primer campo y pasó varios años fuera de España. Los cuatro de la tesis estuvo en Florencia, en el Instituto Universitario Europeo. Después de eso, consiguió un contrato postdoctoral para trabajar en Londres. Tras este periodo, volvió a España porque consiguió otro contrato del mismo tipo para investigar en la Institución Milá y Fontanals de investigación en Humanidades (IMF-CSIC), donde estuvo 18 meses. 

En su caso, igual que en el de Casarrubios, la inestabilidad y la precarización fueron algunos de los factores que le llevaron a abandonar su carrera como investigadora. "Tienes que trabajar muchísimo para tener el mejor currículum, para que te den una contratación o una beca cuando se te acabe lo que tienes". Para ella, esta etapa fue "enriquecedora, bonita y, al mismo tiempo, dura y decepcionante". Ahora enseña euskera en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona.

Otros motivos que la llevaron a abandonar esta rama fueron "el acoso laboral y el caciquismo". Las malas condiciones que ya tenía, sumadas al ambiente tóxico que tenía en su entorno laboral, fue lo que determinó su salida de la investigación.

Gómez califica el sistema académico actual como algo "arcaico, casi medieval". La presidenta de OEII señala que es así porque el investigador o investigadora principal "tiene todo el poder sobre la carrera de sus trabajadores". Generalmente, esta persona es la que consigue la financiación y decide qué subordinados pueden firmar como colaboradores y avanzar en su carrera. "Si no te eligen para ello, no puedes avanzar en tu carrera". 

Goikolea lamenta que con el presente sistema se desperdicia una gran cantidad de talento en España. Esto es aún peor si se piensa que la mayoría de estas personas se han formado en la educación pública. "El Estado invierte recursos que luego no recupera", continúa. Desde FJI-Precarios, están de acuerdo con ella. "Es un trasvase de dinero público a manos privadas", dice su presidenta. En muchos casos, quienes dejan esta profesión, se cambian al sector privado por las mejoras son notables.

El hecho de que esta salida profesional sea, generalmente, vocacional también contribuye a que se precarice. Gómez destaca que los propios superiores le dicen a los investigadores que el trabajo que hacen es para ellos mismos como motivo para que hicieran horas y labores extra. "Se nos paga con ego". El hecho de que sea el doctorando o el investigador postdoctoral el que necesita la financiación para avanzar en su carrera, justifica, según algunos superiores, todo el trabajo extra que se les exige. "No te pagan ese fin de semana o esas noches que te vayas sin dormir porque al final al que le interesa que le den la beca es a ti", añade.

La brecha de género 

El trabajo publicado en Higher Education observó que hay brecha de género en el abandono del sector académico y las mujeres tenían más probabilidades que los hombres de dejar de publicar. En el grupo del año 2000, ellas tenían alrededor de un 12% más de probabilidades que los hombres de haber abandonado la ciencia después de cinco o diez años. En 2019, solo el 29% de las mujeres del grupo seguían publicando, en comparación con casi el 34% de los hombres.

Con una década de diferencia, esta distancia se ha acortado bastante entre los investigadores que comenzaron en 2010.  Alrededor del 42% de las mujeres y el 41% de los hombres seguían publicando nueve años después de su primer artículo. Esta brecha también varía según la disciplina científica que se mire. Biología era la que tenía una peor situación, el 58% de ellas la abandonaban después de diez años, mientras que ellos lo hacían en un 49%. Curiosamente, destaca el trabajo, las matemáticas, la ingeniería y la informática eran los campos en los que menos ocurría, y en ellos las mujeres tienden a estar subrepresentadas.

Gómez atribuye esto a varias razones, la principal, la mayor carga de cuidados que tienen ellas. Si se quiere formar una familia, las investigadoras lo tendrán más complicado que ellos. Casarrubio se muestra de acuerdo con ella: "El tiempo que estás de baja por embarazo y por maternidad no produces y eso retrasa tu carrera", subraya. Si las tareas y la crianza no se reparten equitativamente en el hogar, lo normal es que las investigadoras abandonen esa carrera "por tener dobles o triples jornadas de trabajo", expone la presidenta de la FJI-Precarios. La rama de las ciencias de la salud es uno de los ejemplos más llamativos, destaca la presidenta de la OEII: "Las mujeres son mayoría en los laboratorios, pero los jefes casi siempre son hombres".

Cómo cambiar la situación

Gómez afirma que uno de los grandes problemas del sector académico es que no se revela. Por lo tanto, si quienes están en esa situación precaria no alzan la voz, no pueden producirse los cambios necesarios. "Muchos ni siquiera conocen sus derechos laborales", se queja. 

Desde FJI-Precarios el cambio debe pasar por medidas legislativas que regulen esta situación. Han conseguido ya algunos logros como el  Estatuto del Personal Investigador en Formación, que ha consolidado los contratos predoctorales como contratos y no como becas. La Ley de la Ciencia y Tecnología también ha supuesto un avance con cuestiones como la aplicación de los contratos indefinidos. "Aún necesitamos un Estatuto del Personal de Investigación que contemple al personal postdoctoral, técnico y de gestión en el sistema de investigación", pide Rodríguez. Todo esto no sirve de nada sin el aumento de la partida presupuestaria. Tampoco sin un diseño eficaz y eficiente de los trámites administrativos y burocráticos que se exigen en las investigaciones

El análisis publicado en agosto es el mayor intento de cuantificar el número de personas que abandonan la investigación. Para Gómez es un paso más hacia adelante en la lucha por la mejora académica. "Abre la puerta a decir en un siguiente artículo, por qué ocurre, que también nos interesa".