A Sigurdur Hjartarson (Islandia, 1941) le regalaron siendo un niño un pene de toro. No fue víctima de ningún perverso abusador de menores; el órgano del animal, disecado, había sido utilizado para fabricar un látigo para los animales y con ese fin se le entregó a Hjartarson. Décadas después, cuando el niño se había convertido en todo un director de instituto -donde enseñaba historia y español-, adquirió -esta vez voluntariamente- otro falo de toro.
Corría el año 1974 y esa adquisición supuso, según cuenta por correo electrónico a EL ESPAÑOL- que se establecieran los cimientos de la Faloteca Nacional de Islandia, inaugurada en agosto de 1997 en la capital del país con 62 ejemplares, sobre todo de ballenas. Muchos se los habían regalado -"para tomarle el pelo"- compañeros del instituto, que trabajaban durante el verano en una estación ballenera. El museo previo se encontraba en la localidad de Húsavík.
Actualmente, la cifra se ha incrementado a 285, que incluyen falos de casi todos los mamíferos terrestres y mamíferos que habitan Islandia, ahora mismo 92. No sólo hay ejemplares de penes, también objetos elaborados con ellos, como lámparas.
Entre los animales de los que se conservan especímenes hay, además de las citadas ballenas, un oso polar, siete tipos diferentes de focas y morsas y 46 de mamíferos. Durante años, a Hjartarson le faltó uno esencial: el del Homo sapiens. Pero la espera concluyó en 2011.
En esa fecha falleció a los 95 años Pall Arason, un conocido seductor de la isla, todo un personaje que fue el primero que organizó tours en el ahora popular destino turístico. Arason donó su falo -el primero humano- a la colección de Hjartarson, aunque éste no quedó contento con el resultado. "Como es lógico por su edad, había encogido", declaró a The daily beast en 2014. "El proceso de preservación fue francamente mejorable".
En torno a esta donación se esconde una surrealista anécdota, que dio lugar en el mismo año al documental The final member (El miembro final).
En la película se cuenta cómo un ciudadano estadounidense, Tom Mitchell, obsesionado con su pene -al que había bautizado como Elmo, el personaje rojo y peludo de Barrio Sésamo- se había ofrecido a ser ese primer donante para el museo islandés.
La muerte del anciano playboy islandés truncó sus planes, que no se limitaban a expresar su deseo de donar a Elmo a la Faloteca, sino que incluían su extirpación quirúrgica para enviarlo al museo.
El propósito no suena tan raro una vez que se conoce que Mitchel disfrazaba su pene de distintas formas y hacía fotografías que subía a su cuenta de Twitter, que posteriormente fue clausurada.
Pero los planes acabaron al saber Mitchell que no sería el primero, algo que su vanidad -y entendemos que la de Elmo- no podía soportar. Actualmente, según cuentan en la web de la Faloteca, se ha obtenido la promesa de recibir cuatro especímenes certificados de Homo sapiens, aunque es pronto para saber si cumplirán los estándares de calidad de su fundador que, por cierto, cedió su puesto de comisario a su hijo Hjörtur Gísli Sigurosson.
En la misma entrevista con The daily beast, el fundador bromeó con la posibilidad de donar su propio pene a la ciencia. "Como ocurre con el de Arason, el mío también está encogiendo, por lo que no sé si mi hijo lo aceptaría".
Desde su creación, el número de visitantes del museo -cuyo lema, situado en la puerta, es "It's all about dicks", algo así como "Es todo sobre pollas", en inglés-, se ha ido incrementando, hasta alcanzar los 20.000 en 2014, últimos datos que facilita la Faloteca. El precio de la entrada es de 1.000 coronas islandesas, al cambio alrededor de seis euros.
Otras cosas han cambiado en el museo desde su creación. La más importante es el cambio de conservador jefe, puesto que ha pasado de padre a hijo. Ahora mismo es Hjörtur Gísli Sigurðsson, hijo del fundador (nacido en 1964), que dejo su trabajo como jefe de logísticas para encargarse del museo. Ha reorganizado y modernizado el museo totalmente conforme a un alto nivel de nuestros tiempos.
El nuevo comisario es un hombre de experiencia muy variada. De niño y adolescente vivía en países diferentes como Escocia, Suecia y México y ha viajado mucho por el mundo. Es muy aficionado a la naturaleza, es un competente cazador y pescador de caña y maestro autodidacto de la cocina. Como hijo del fundador puede ser considerado como muy capaz de dirigir el desarrollo científico de la falología del porvenir.
En la nueva etapa, el museo da mucha importancia a las redes sociales. Su activa página de Facebook recoge noticias y estudios científicos relacionados con el pene, pero también datos curiosos, como que en ciertos deportes profesionales se generalizó el uso del protector testicular casi 100 años antes que el del casco.
Otro signo de modernización -y también de afán de monetización, claro- es la existencia de una tienda online ligada a la faloteca, donde se pueden adquirir todo tipo de artículos incluyendo una sartén que permite hacer huevos fritos en forma de pene. El recato, en este museo, no tiene hueco.