Alguno de sus seguidores lo ha denominado "la madre de todas las conspiraciones". Y ciertamente lo sería, si tuviera un mínimo de veracidad. ¿Imaginan que la Tierra fuera hueca, que se pudiera acceder a ese mundo interior a través de dos colosales hoyos en los polos o de túneles desde lugares como la Gran Pirámide de Keops, que su centro estuviera ocupado por un sol de bolsillo y que su cara interna estuviera habitada por mamuts, gigantes constructores de platillos volantes, y nada menos que por el mismísimo Adolf Hitler? ¿Y que permaneciéramos en la ignorancia debido a una conspiración de la banca internacional con la cooperación de la NASA?
Lo cierto es que la idea de la Tierra hueca, la madre de todas las hipótesis delirantes que circulan por ahí, tiene ilustres antecedentes. La visión de un inframundo como sede de un más allá o como morada de seres monstruosos permea la mitología y las religiones a lo largo y ancho del planeta; se diría que viene prefabricada en nuestra comprensión del universo, y ha perdurado a través de la ficción, desde Dante a los mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft. Recientemente, la oportunidad de nombrar los accidentes geográficos de Plutón sirvió para rendir un homenaje a estas mitologías de los inframundos y sus exploradores en la ficción.
La Tierra hueca entró en el dominio de la ciencia en 1692 por obra de Edmond Halley, el descubridor del cometa. Durante sus viajes para estudiar el magnetismo terrestre, Halley detectó una deriva en los polos que no podía explicar. Había perdido la esperanza de dar con la solución; "cuando en un discurso accidental, y de forma inesperada, me topé con la siguiente hipótesis", escribía en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society of London.
Ésta era la hipótesis: la Tierra se componía de tres esferas huecas concéntricas rotando a distintas velocidades alrededor de un núcleo central. Halley no descartaba que esos mundos estuvieran iluminados por alguna fuente de luz y que estuvieran habitados, como nosotros "construimos muchos pisos uno sobre otro, acomodando así a una multitud mucho mayor".
Halley estaba a la última en la ciencia de su época; él había editado y financiado la publicación de la obra fundamental de su amigo Isaac Newton, en la que apoyaba sus razonamientos. Pero conviene destacar que, ya en el siglo XVII, la de la Tierra hueca era una idea que el propio Halley calificaba como "extravagante"; en su estudio, invitaba al lector a "suspender su censura" hasta haber analizado los argumentos de "una suposición tan nueva y tan atrevida".
Hoyos en los polos
La propuesta de Halley no convenció a nadie. Y al contrario de lo que afirman ciertas webs, después de Halley ningún otro científico reputado ha sostenido jamás una idea semejante. La sola excepción fue el escocés John Leslie, que en 1823 propuso la existencia de una "estructura cavernosa muy amplia" para conciliar las mediciones de gravitación con la densidad de la Tierra. Un libro publicado en 1952 atribuía al matemático Leonhard Euler la creencia en la Tierra hueca, y la afirmación rebota hoy por todos los rincones de internet. Sin embargo, en 2007 el también matemático Edward Sandifer, experto en Euler, revisó la obra del suizo en busca de alguna referencia, concluyendo que "Euler no propuso una teoría de que la Tierra es hueca". La confusión nació de un experimento mental en el que Euler imaginaba el lanzamiento de un objeto a través de un pozo practicado de un extremo a otro de la Tierra.
Pese a todo, con el paso de los años la propuesta tímida y sobria de Halley fue emperifollándose y derivando desde lo extravagante hacia lo delirante. El padre de la versión moderna es el militar estadounidense John Cleves Symmes, Jr. Sin ninguna formación científica ni indicio alguno, en 1818 Symmes publicó su Circular Nº 1, en la que proclamaba "a todo el mundo": "Yo declaro que la Tierra es hueca y habitable en su interior [...] y que está abierta en los polos a 12 o 16 grados; comprometo mi vida en el apoyo de esta verdad y estoy listo para explorar el hueco, si el mundo me apoya y ayuda en esta empresa".
Hoy se atribuye a Symmes la idea de los inmensos hoyos en los polos. Sin embargo, en su libro Hollow Earth (Da Capo Press, 2006), David Standish apunta que el concepto ya había sido anticipado por el escolástico del siglo XIII Bartholomeus Anglicus (Bartolomé de Inglaterra) y por el jesuita alemán del siglo XVII Athanasius Kircher, entre otros. Aunque sin duda Symmes la popularizó, e incluso logró elevar al Congreso de EEUU una solicitud de financiación para una expedición, que fue rechazada. Murió sin poder llevar a cabo su plan.
Viaje al centro de la conspiranoia
Pero la idea caló. Edgar Allan Poe se inspiró en ella para su única novela, Narración de Arthur Gordon Pym. La Tierra hueca motivó una de las obras más famosas de Julio Verne, Viaje al centro de la Tierra, además de muchas otras ficciones que alimentaron el mito. El esoterismo, la Nueva Era y la mitología de los antiguos astronautas fueron añadiendo perifollo: un presunto reino subterráneo al que los budistas tibetanos llamaban Agharti, platillos volantes, un falso diario secreto del piloto Richard Byrd... Y por supuesto, dado que al parecer Hitler estaba interesado en el asunto y que envió al Tíbet al explorador Ernst Schäfer con fines científicos y políticos, a los fabricantes de misterios paranormales les faltó tiempo para sumar dos y dos: Hitler no murió en 1945, sino que escapó al interior de la Tierra.
Hoy la creencia en la Tierra hueca perdura con fuerza en foros conspiranoicos. Un grupo llamado Secure Team publicó recientemente un vídeo en el que se pretendía la existencia de unas imágenes que la NASA había ocultado y que mostraban un agujero en el Polo Norte. Pero cuando incluso en círculos ufológicos se acusa a Secure Team de farsantes dedicados a manipular imágenes y vídeos con intereses puramente pecuniarios, poco más hay que añadir.
Mientras, el sucesor de Symmes, Rodney Cluff, autor del ebook World Top Secret: Our Earth IS Hollow! (El mayor secreto del mundo: ¡la Tierra ES hueca!), confía en hacer realidad algún día el viaje que el militar no pudo llevar a cabo, y así encontrar los grandes agujeros de los polos. Esperemos que algún día lo logre y que, cuando llegue allí, los rusos de la Base Barneo del Polo Norte o los estadounidenses de la Estación del Polo Sur Amundsen-Scott le traten bien. Y le expliquen un par de cosas. Siempre que él, a cambio, responda a otra pregunta: ¿por qué los bancos querrían ocultarnos que la Tierra es hueca? ¿Es que dan mejores créditos allí abajo?