Hace apenas unos días el actor Clint Eastwood, de 86 años, se hacía su primer selfi en un popular programa de televisión. No son pocas las personas de avanzada edad que nunca se han hecho una foto a si mismos o que simplemente desconocen este término de origen anglosajón, que bien podría traducirse como autofoto. Sin embargo, la humanidad en su conjunto lleva muchos años haciéndose fotos de este tipo. De hecho, hoy se cumple el 39 aniversario de uno de los selfis más particulares de nuestra historia, el primero que nos hicimos junto a la Luna.
Fue en 1977, cuando la sonda Voyager 1 orientó su cámara hacia la Tierra dos semanas después de despegar y tomó la primera imagen en la que aparecía nuestro planeta junto su eterna compañera en un mismo plano. Pero esta imagen no era sino la continuación de un largo camino de selfis planetarios que se había iniciado 30 años antes y que aún continúa.
La primera imagen del globo terrestre la tomó el ejército estadounidenses en 1947 gracias a una cámara instalada en un cohete confiscado a los alemanes tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces se han sucedido muchas más imágenes de la Tierra. Tantas, que hoy en día la gente se muestra tan poco sorprendida por una imagen de este tipo, como el señor Eastwood cuando vio su cara estampada en la pantalla del móvil.
¿Por qué tomamos imágenes de la Tierra?
"Por múltiple razones", explica a El Español Javier Ventura-Traveset, Portavoz de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). "Por ejemplo, tenemos los satélites meteorológicos, esenciales para conocer con mucha precisión el clima que va a hacer en las próximas horas, algo fundamental en nuestra vida y con un gran impacto en nuestra economía".
En la actualidad hay muchas misiones que poseen docenas de satélites de observación terrestre, con lo que disponemos de imágenes de nuestro planeta desde todos los ángulos y a todas las horas del día. En la ESA "disponemos de información meteorológica actualizada de Europa y África cada 15 minutos y lo que denominamos escaneos rápidos sobre Europa cada 5 minutos", explica Ventura-Traveset.
Pero, además de los datos meteorológicos, también hay satélites que proporcionan información geográfica o que miden los efectos de la actividad humana y del cambio climático. Según Ventura-Traveset, los datos obtenidos con este tipo de misiones "son esenciales para monitorizar nuestro planeta en tiempo real y a largo plazo, entender el efecto de la actividad humana, analizar el cambio climático y poder tomar medidas".
Otro aspecto importante de la observación de nuestro planeta es obtener información rápida y global en caso de catástrofes. La ESA es uno de los patrocinadores de la Carta internacional "Espacio y grandes catástrofes", para contribuir a guiar las respuestas internacionales frente a desastres.
En general, este tipo de satélites terrestres se dividen según su órbita, en satélites de órbita baja y satélites de órbita geoestacionaria. Los primeros suelen estar a una distancia de la Tierra de entre 200 y 1.200 kilómetros, mientras que los segundos se encuentran a unos 36.000 kilómetros.
Fotos cada vez más lejanas
Pero el ser humano ha seguido tomando fotos de la Tierra desde distancias cada vez más alejadas, no solo por medio de satélites terrestres, sino también por otras sondas espaciales. La primera fotografía de la Tierra tomada por un vehículo espacial no tripulado se tomó casi dos décadas después de aquel primer intento de selfi planetario que los estadounidenses hicieron tras la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1966 gracias al Lunar Orbiter 1, la primera sonda enviada por la NASA para tomar imágenes de la superficie lunar.
En realidad aquella foto fue tomada casi por casualidad, ya que el objetivo de la misión era localizar las posibles zonas de aterrizaje de las misiones Surveyor y Apollo. Aún así, tuvo un enorme impacto mediático y dos años más tarde, el astronauta William Anders se convertiría en el autor de la primera foto en color de la Tierra desde la Luna a bordo de la misión Apollo 8.
A partir de entonces se fueron sucediendo una serie de misiones en las que las imágenes de nuestro planeta se convertirían en algo habitual. Sin embargo, hubo que esperar casi una década para disfrutar de una imagen del sistema Tierra - Luna al completo*, cuando la Voyager 1 tomó la famosa imagen de la que hoy se cumplen 39 años a más de 11 millones de kilómetros de nuestro planeta.
A partir de ahí muchas otras sondas espaciales dirigieron su mirada a nuestro planeta para obtener imágenes de la Tierra desde distintos lugares del sistema solar. Sondas como la Galileo, NEAR, Nozomi, Mars Odissey, Mars Global Surveyor, junto a otras misiones han inmortalizado a nuestro planeta desde millones de kilómetros de distancia.
¿Qué utilidad tiene ver la Tierra desde tan lejos?
Si bien es fácil entender que las imágenes de alta precisión de la superficie terrestre pueden ser útiles, puede que no sea tan evidente comprender la utilidad de unas fotografías tan lejanas. En muchas ocasiones esta imágenes se obtenían para calibrar los instrumentos de las sondas, pero también por simple cuestión estética e incluso, por qué no decirlo, por algo de vanidad planetaria.
Sin embargo, en los últimas décadas este tipo de imágenes también se puede aprovechar para mejorar la búsqueda de planetas extrapolares, ya que las imágenes de la Tierra "pueden aportar información espectral de nuestro planeta desde larga distancia, lo que puede ser de gran utilidad para reconocer en el futuro planetas en otras estrellas que tengan características espectrales similares a la tierra", explica Ventura-Traveset.
Pero además de la ciencia o la vanidad también está el lado emocional e incluso el sociológico. "Estas fotos tan lejanas en que nuestro planeta se ve como un pequeño punto, tienen también un gran impacto psicológico en la sociedad, nos permiten también entender la inmensidad del cosmos y nuestra infinitésima dimensión en él", explica Ventura-Traveset, recordando las palabras de Carl Sagan, quien aseguró que estas imágenes "son una experiencia de humildad para la humanidad".
Sagan se refería especialmente a una de las imágenes más icónicas de la historia del espacio y puede que de la humanidad. Aquella que tomó la Voyager 1 en 1990 siguiendo una sugerencia del propio Sagan. Una imagen de la Tierra desde unos 6.000 millones de kilómetros de distancia. El selfi más lejano jamás realizado por el ser humano. "Dentro de un milenio nuestra época se recordará como el tiempo en que nos alejamos por primera vez de la Tierra y la contemplamos desde más allá del último de los planetas, como un punto azul pálido casi perdido en un inmenso mar de estrellas".
*Cuatro años antes, la sonda Mariner 10 había obtenido una imagen del sistema Tierra-Luna, pero la imagen se obtuvo mediante la combinación de varias fotografías.