Desde 1991, los premios IgNobel se conceden cada año en el Teatro Sanders de la Universidad de Harvard, lo que indica que van más en serio de lo que parece. Organizados por la revista Annals of improbable research (anales de la investigación improbable), a la ceremonia acuden, por supuesto, profesores de esta universidad o del Instituto de Tecnología de Massachussets, pero también muchos premios Nobel de los de verdad. En esta última edición, por ejemplo, Eric Maskin (Nobel de Economía en 2007) y Dudley Herschbach (Nobel de Química en 1996) han hecho de maestros de ceremonias.
Lo que importa no es sólo demostrar que los científicos tienen sentido del humor, sino que tras un descubrimiento aparentemente trivial hay mucho trabajo serio. Y en esto, nuestro país está saliendo muy bien parado. Tras ganar uno de los IgNobel de la última edición, son ya tres los años consecutivos en que una institución española se ha alzado con el premio. En total, han sido seis.
2016, IgNobel de Física
Ramón Hegedüs, joven investigador húngaro en la Universidad de Girona, ha formado parte del grupo galardonado con el IgNobel de Física por estudiar que a los caballos blancos los tábanos les pican menos (el premio encierra un juego de palabras, ya que tábano en inglés se conoce como horsefly o caballito volador) y que las avispas sienten una atracción fatal hacia las lápidas negras.
2015, IgNobel de Literatura
Francisco Torreira, un investigador empleado en el Instituto Max Plack de Psicolingüística, fue el representante español entre los ganadores del premio en 2015. ¿Qué descubrieron? Que la expresión huh?, o su equivalente en español, ¿eh?, es una voz absolutamente universal, con un equivalente en casi cada lengua. El artículo fue publicado en PLOS ONE.
2014, IgNobel de Nutrición
En esta edición, el galardón fue a parar a cinco mujeres: Raquel Rubio, Anna Jofré, Belén Martín, Teresa Aymerich, and Margarita Garriga, todas del Instituto de Investigación en Tecnología Alimentaria (IRTA) de Girona, por descubrir que la caca de bebé contiene un lactobacilo ideal para fermentar el salchichón o fuet.
2006, IgNobel de Química
Antes del triunvirato español en los premios, hay que remontarse a hace diez años para encontrar a otros ganadores, en este caso Antonio Mulet, José Javier Benedito y José Bon de la Universidad Politécnica de Valencia y Carmen Rosselló de la Universidad de las Islas Baleares. Juntos, estudiaron la influencia de la temperatura sobre la velocidad de los ultrasonidos en el queso Cheddar.
2002, IgNobel de Higiene
Hace ya 14 años que Eduardo Segura, un inventor tarraconense, obtuvo el premio en la categoría de Higiene por inventar el Lavakan, que como su propio nombre sugiere, es una lavadora para perros y gatos. Es decir, para meter a estos animales dentro de la lavadora. A día de hoy, la iniciativa sigue adelante.
1993, IgNobel de Literatura
El pionero en traer a España este reconocimiento, hoy de fama mundial y que muchos premios Nobel ansían, fue el cirujano Amadeo Betriu y otros 13 coautores de un total de 972. Este millar de científicos aparecía en un estudio científico que tenía en total menos de diez páginas, por tanto la ratio de autores y páginas era alrededor de cien a una. Este logro literario fue publicado en el New England Journal of Medicine.