"Héspero es Fósforo". En la antigüedad los griegos creían que las apariciones matutinas y vespertinas del planeta Venus correspondían a dos cuerpos diferentes, así que al primero le llamaron Fósforo, el lucero del alba, y al segundo Héspero, lucero de la tarde. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero este planeta ardiente sigue ocultando muchos secretos bajo su tupida atmósfera. Sin embargo, puede que el hoy inhóspito clima de Venus no haya sido siempre así e incluso es posible que haya sido el primer planeta en albergar vida en el Sistema Solar.
Eternamente oculto por una densa capa de nubes de ácido sulfúrico que se mueven a más de 400 km/h, con una temperatura en la superficie que supera los 450ºC y con una atmósfera 90 veces más pesada que la de la Tierra, Venus se resiste a ser explorado. Sin embargo, hace miles de millones de años las condiciones de este planeta pudieron haber sido muy diferentes. Si los cálculos de un grupo de investigadores son correctos, gran parte de la superficie del planeta puedo estar cubierta por océanos durante millones de años, lo que supondría que el clima fue estable durante un período de tiempo lo suficientemente largo como para que pudiera surgir vida microbiana.
"Venus podría haber tenido agua líquida en su superficie durante un máximo de 2.000 millones de años, por lo que la vida tuvo mucho tiempo para empezar", explica a EL ESPAÑOL Michael Way, investigador del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA y principal autor del estudio, que ha sido publicado en la revista Geophysical Research Letters y que fue presentado esta semana en un Congreso de la Sociedad Americana de Astronomía.
Los investigadores realizaron un conjunto de simulaciones climáticas en 3-D a partir de los datos topográficos obtenidos por la sonda Magallanes, una nave que partió hacia Venus en 1989 y que estuvo en la órbita del planeta durante 4 años. Para ello emplearon modelos similares a los utilizados para predecir el cambio climático en la Tierra, con los que recrearon el clima venusiano en varias épocas pasadas, comprendidas entre hace 2.900 y 715 millones de años.
Los resultados de estas simulaciones indicaron que Venus pudo tener una temperatura superficial media de 11ºC hace 2.900 millones de años y que ésta solo aumentó unos 4 grados en promedio durante los siguientes 1.200 millones de años, debido principalmente a la evolución del Sol.
Ampliar la 'zona de habitabilidad'
Estos resultados indican que el clima puede permanecer relativamente estable y cálido incluso en un planeta como Venus que está fuera de lo que se conoce como zona habitable. Way resalta la importancia de este resultado, puesto que si un planeta como Venus, que está fuera de la zona de habitabilidad, pudo haber tenido condiciones para albergar vida, esto quiere decir que quizás habría que revisar la definición de esta zona.
"No tienen porque ser mundos sin agua líquida y sin la posibilidad de albergar algún tipo de vida", asegura este investigador, "nuestro estudio muestra que la velocidad de rotación del planeta y la topografía también deben ser tenidas en cuenta, ya que pueden hacer que un planeta pase a estar en la zona habitable".
Para el investigador del Instituto Astrofísico de Andalucía Miguel Ángel López es este aspecto el que hace que el artículo sea "interesante", puesto que "aborda una cuestión importante como son las condiciones de habitabilidad de Venus y también las de otros planetas que puedan ser similares en otros sistemas planetarios".
Sin embargo, López considera que el estudio de Way "tiene una aplicación limitada", por el hecho de que tenemos muy poca información sobre el pasado de Venus, con lo que hay "muchos escenarios que son posibles, no sólo los que ellos han estudiado".
Uno de los principales problemas a la hora de abordar lo estudios sobre este planeta está en los limitados datos de los que se dispone sobre su pasado. Según algunas de las teorías mejor establecidas, la superficie del planeta es relativamente joven y se formó a través de procesos cataclísmicos que convirtieron a Venus en un gigantesco mar de lava hace unos 500 millones de años. "Si dicha teoría es cierta", explica López, "no queda apenas rastro de lo que pudo haber antes, con lo que es muy difícil conocer el pasado de Venus" y casi cualquier escenario que nos podamos imaginar puede ser posible.
Debido a esta falta de información, los modelos utilizados por Way y sus colaboradores se han basado en varias suposiciones importantes. Contaron con estimaciones sobre la radiación solar de aquella época, partieron de la hipótesis de que existía un volumen oceánico importante, aunque consistente con algunas teorías actuales, y realizaron varias estimaciones sobre la composición de la atmósfera. Al final, los investigadores contaron con cuatro posibles modelos para las condiciones ambientales de Venus.
Way reconoce que los modelos analizados tienen serias limitaciones y que "algunas de estas restricciones aplicadas no son muy sólidas en la actualidad", debido a la calidad de los datos de los que se dispone. Aún así, este investigador espera que "las futuras misiones ayuden a poner restricciones más sólidas a los modelos" y que "permitan entender mejor la historia geoquímica del planeta y cómo y cuándo se perdió la mayor parte de su agua", concluye.
Las condiciones infernales de Venus
Desafortunadamente, ahora mismo no hay ninguna misión confirmada para la exploración de Venus y muchos astrofísicos confían en la única que actualmente se encuentra en este planeta, la sonda espacial Akatsuki (amanecer en castellano), que inició su misión el pasado mes de mayo y cuyo principal objetivo es estudiar la atmósfera de Venus y tratar de observar, por primera vez, sus relámpagos.
Pero una cosa es estudiar la atmósfera de este planeta y otra muy distinta es intentar obtener datos de regiones más profundas, explica a El Español el investigador de la Agencia Espacial Japonesa, Javier Peralta. "Con una atmósfera que nos aplastaría, pues pesa 90 veces más que en la Tierra, no es de extrañar que explorar Venus por debajo de las nubes sea tan difícil", explica este investigador, que lleva un año y medio trabajando en la misión Akatsuki. "Sólo los rusos han logrado fabricar sondas capaces de sobrevivir unas horas a esas condiciones infernales", concluye este astrofísico.
Sobre el estudio de Way, Peralta coincide con el juicio de López, y asegura: “Tenemos tanto desconocimiento aún, que los resultados de modelos como este han de ser considerados todavía como especulativos".