"La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”. Esto decía el filósofo francés Voltaire a mediados del siglo XVIII y quizás en eso estaba pensando Jason Brennan, profesor de Economía en la Universidad de Georgetown, cuando escribió un reciente ensayo en el que plantea que "el derecho de voto debe restringirse a aquellos con unos mínimos conocimientos". Una idea polémica, especialmente a pocas horas de unas elecciones en las que puede ganar un candidato tan controvertido como Donald Trump.
No es la primera vez en la historia que alguien plantea algún tipo de sufragio restringido que permita el gobierno de los más capaces, una idea que entronca con la república de sabios de Platón y que se conoce con el nombre de epistocracia. En realidad, el problema sobre quién debe gobernar o elegir a los gobernantes es tan viejo como la propia política. La pregunta básica que se plantea es cuál es el método de decisión colectiva que lleva a tomar mejores decisiones y, en el caso que propone Brennan, en que grado los resultados podrían mejorarse si sólo se permitiera votar a los más capacitados.
En este caso, Brennan no exige un determinado cociente intelectual a la hora de otorgar o eliminar el derecho al voto, sino que su idea se basa en que los posibles votantes realicen una prueba de conocimientos básicos similar a la que hacen aquellos que quieren optar a la ciudadanía estadounidense. De esta forma, sólo se le otorgará el derecho a voto a aquellos que respondan a una proporción suficientemente alta de las preguntas. Según Brennan, este sistema "permitiría incluso la eliminación de las barreras legales de edad", dado que si un menor de edad es capaz de demostrar su competencia, debería poder votar.
Otra de las alternativas propuestas por este filósofo norteamericano es la del sufragio plural, un sistema en el que no se le niega el voto a los ciudadanos poco informados, sino que se le concede la posibilidad de emitir dos votos a las personas más capacitadas. De esta forma, no se privaría a nadie de su derecho al voto.
Aunque Brennan propone otras alternativas, estas dos son las ideas que parecen más viables y ambas se basan en propuestas realizadas en el siglo XIX por el filósofo escocés John Stuart Mill. Sin embargo, "las ideas de Mill eran mucho más democráticas que la de Brennan", explica a EL ESPAÑOL Javier Gil, profesor de Filosofía de la Universidad de Oviedo.
Gil, que ha escrito varios artículos en respuesta al trabajo de Brennan, recuerda que para el filósofo británico "la idea de la epistocracia siempre tiene que ir precedida de una sociedad igualitaria", mientras que tras las ideas de Brennan "parece que hay un miedo a la democracia, un cierto rechazo a esas masas a las que Platón consideraba incultas y peligrosas".
Obviamente esto no quiere decir que el objetivo de tener una ciudadanía mejor formada e informada no sea loable, pero cabe destacar que, a diferencia de Mill, el objetivo de Brennan no es garantizar una mejor formación de la ciudadanía, y que esto desemboque en una democracia de mayor calidad, sino limitar las opciones de voto de aquellos menos formados.
Una mayoría incompetente
La idea de Brennan se basa en la afirmación de que el votante competente es minoría en las democracias actuales. Según este filósofo, "el votante medio suspendería en Economía, Historia, Sociología y Ciencia Políticas". En resumen, según Brennan, "votar bien requiere un enorme conocimiento científico del que la mayoría de los ciudadanos carece".
Aunque es difícil establecer cuáles son los conceptos que debería conocer un votante, es cierto que los datos empíricos parecen indicar que Brennan tiene razón en este supuesto y varias encuestas realizadas durante los últimos años en EEUU indican que un porcentaje importante de la población estadounidense desconoce muchos aspectos del programa de los candidatos e incluso fallan en conceptos básicos de política nacional.
Sin embargo, cabe plantearse hasta que punto esos conocimientos van a pesar más que las preferencias ideológicas, culturales o emocionales en la decisión final. Al fin y al cabo, la idea del votante puramente racional es una entelequia. Incluso si suponemos que aquellas personas que estén mejor formadas tratarán de tomar decisiones honestas y favorables a la mayoría, es innegable que estarán sesgados a favor de su perspectiva ideológica, de clase, de género o incluso de raza.
Esto nos lleva a otro punto controvertido del razonamiento de Brennan y es el hecho de que un grupo menor de votantes mejor informados dará lugar a resultados diferentes y mejores que los de un grupo mayor, en el que también se incluya a los supuestamente incompetentes.
¿Votan 'mejor' los más informados?
La idea de un sistema basado en electores supuestamente mejor informados tiene el claro objetivo de mejorar la calidad de las decisiones tomadas y, en definitiva, mejorar la calidad de la democracia misma. Sin embargo, dejando aún lado el hecho de que habría que plantearse el complejo asunto de qué es lo que se entiende por una buena decisión o un buen voto (y para quién), esta idea tiene poco sustento en la literatura científica.
Según afirma el propio Brennan en su recién publicado libro Against Democracy (Contra la Democracia), su hipótesis se basa en una serie de estudios realizados por el profesor de la Universidad de Illinois, Scott Althaus. Brennan asegura en su libro que, de acuerdo con estos estudios, "los ciudadanos bien informados y mal informados tienen preferencias políticas sistemáticamente diferentes" y que éstas cambian a medida que los votantes adquieren más información.
Sin embargo, esta interpretación de los resultados de Althaus ha sido rechazada por el propio autor en un reciente artículo publicado en el New York Magazine, dado que su trabajo se basa en simulaciones. "No hay ningún tipo de magia estadística que pueda decirnos lo que el público estadounidense realmente querría si tuviera más información", afirma Althaus, quien insistió en que sus simulaciones no nos dicen lo que realmente quiere el pueblo estadounidense.
Además, tal y como señala Javier Gil, "se ha visto en multitud de ocasiones que las elites epistémicas se han equivocado en la toma de decisiones" y, es más, según el filósofo español "también existe literatura científica que defiende la idea de la inteligencia colectiva", una idea que rescata el argumento de Aristóteles a favor de la democracia y que viene a decir que cuando tenemos grandes números las formas colectivas de decisión funcionan mejor.
Un sistema generador de más desigualdad
Por último, cabe destacar que sería muy fácil para el sector más acomodado de la ciudadanía cumplir con ese umbral de conocimientos mínimos que propone Brennan y lo más probable es que las personas que no superasen el test fueran, con toda probabilidad, mayoritariamente pobres, y, por lo tanto, desproporcionadamente no blancas. Algo que no se debe perder de vista en un país con los históricos problemas raciales de EEUU.
Cabe recordar que aunque la población negra tuvo garantizado el derecho al voto desde 1866, en varios estados del sur se establecieron leyes que negaban el derecho a voto a los analfabetos, lo cual sirvió en realidad como mecanismo para evitar que la población negra, mayoritariamente esclava, pudiera ejercer su derecho al voto.