En 1999, la revista Nature publicó un estudio que aunó como nunca antes la ciencia y el arte. El trabajo utilizaba una nueva técnica para analizar los trabajos del artista abstracto Jason Pollock. Lo que evaluaban era la dimensión fractal, una caracterización matemáticas de patrones que se repiten y que a menudo se describen como "las huellas dactilares de la naturaleza".
A los pocos años, se vio que este mismo método podía utilizarse para determinar si las obras atribuidas al artista eran o no auténticas. Detrás de estos hallazgos, una hipótesis: que por mucho que cambie el estilo de un pintor, la dimensión fractal en la que se maneja debe permanecer comparable.
Ahora, un equipo de investigadores de las universidades de Liverpool, el Tees, Esk and Wear Valleys NHS Trus y la Maynooth University ha encontrado lo que podría ser una nueva utilidad de este análisis. Aunque sus hallazgos -publicados en la revista Neuropsychology- son preliminares, apuntan a que podrían ayudar a identificar precozmente la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el alzheímer o el párkinson.
Siete pintores
Para llegar a esta conclusión, los autores del estudio analizaron 2.092 pinturas de distintas etapas de la carrera de siete famosos artistas que tuvieron dos tipos de envejecimiento distinto: con y sin patologías neurológicas. En el primer grupo se encuentran Salvador Dali y Norval Morrisseau (que padecieron párkinson) y James Brooks y Willem De Kooning (enfermos de alzhéimer). En el segundo, otros tres grandes de la pintura que murieron sin desórdenes neurodegenerativos conocidos: Marc Chagall, Pablo Picasso y Claude Monet.
Lo que el análisis matemático reveló es que, en efecto, los patrones de cambio en la dimensión fractal de las pinturas servían para identificar y diferenciar a los artistas que habían sufrido un deterior neurológico de los que no. Además, los cambios en esta dimensión era diferentes entre los afectados por párkinson y los que sufrieron alzhéimer. En definitiva, los fractales de los enfermos eran mucho más heterogéneos que los de los sanos y lo eran desde tiempo antes de que se detectara la enfermedad.
Por esta razón, los autores concluyen que su análisis, si bien precoz, es importante por dos motivos. En primer lugar, porque confirma la utilidad de esta evaluación como posible herramienta de identificación de la autenticidad de una determinada pintura; en segundo, porque sugiere que podría servir para identificar unos cambios que, a su vez, podrían ser indicadores precoces del deterioro neurológico.
Cuentan los autores que no les fue fácil llevar a cabo su investigación. Aunque es sencillo acceder a trabajos de artistas tan reconocidos como los siete escogidos, no lo es fotografiar toda su obra, sobre todo la que se considera de menor calidad.
El análisis dio lugar a algunos hallazgos curiosos más allá del principal. Por ejemplo, que los artistas que envejecieron de forma natural se mantenían en un rango mucho menor de dimensión fractal. "Si lo comparamos con un análisis lingüístico, los autores pueden cambiar el estilo de sus historias y pasar de escribir biografías a filosofía o novela romántica, pero su prosa o estructura sintáctica será consistente con su voz", escriben los autores. Así, los pintores pueden cambiar de estilo, como hizo Picasso -que envejeció sin enfermedades neurodegenerativas conocidas-, pero la dimensión fractal en la que operan será comparable.
Si se confirman estos hallazgos, quizás nuestros pintores más veteranos puedan recibir una mala noticia -o una buena- antes de lo que esperan.