El 8 de marzo es un día para reivindicar los derechos de las mujeres, pues desgraciadamente aún a estas alturas del siglo XXI sigue existiendo una gran brecha entre los derechos de ambos sexos a muchos niveles.
El ámbito profesional es uno de los más representativos; pues, si bien es cierto que muchas empresas ya comienzan a dar las mismas oportunidades a hombres y mujeres, todavía existen otras muchas en las que, a pesar de estar representadas por una proporción importante de trabajadoras del sexo femenino, éstas lo tienen mucho más difícil para acceder a puestos de responsabilidad.
Un claro ejemplo es el de la ciencia, pues es un sector por el que muchas mujeres se decantan a la hora de buscar trabajo, aunque pocas consigan ascender en el escalafón o, simplemente, obtener el reconocimiento a su trabajo en forma de premios. No hay más que pensar en cualquier galardón importante, comenzando por el Nobel, para comprobar que la inmensa mayoría de ganadores son hombres, habiendo muchísimas mujeres merecedoras de conseguirlo.
Y si hoy es difícil, más debió serlo en la antigüedad, cuando las mujeres tenían que dejar a un lado sus sueños y aspiraciones para vivir por y para su marido, sus hijos y su casa. Sin embargo, muchas no se resignaron a tener esta vida y decidieron luchar por lo que querían, convirtiéndose en grandes figuras de la ciencia, cuyos nombres se han ido desvaneciendo con el tiempo. Resulta imposible recordarlas a todas, pero éstas son algunas de ellas.
Hipatia de Alejandría: matemática y astrónoma
Hipatia (370-425) fue filósofa de la escuela neoplatónica griega y también destacó por su labor como matemática y astrónoma. Adquirió el amor por el estudio del Universo de su padre Teón, un gran astrónomo de la época, pero llegó mucho más allá, dejando escritas obras sobre otras áreas, como la geometría y el álgebra.
Además, era también una gran profesora e inventora, pues incluyó varias mejoras en el astrolabio y desarrolló nuevos artilugios, como el densímetro.
Podría haber llegado aún más lejos, pero murió joven, linchada por un grupo de cristianos. Sin embargo, su obra y su nombre perdurarán eternamente, por ser una de las primeras mujeres que demostraron que no existen sexos débiles, sino personas sin tesón.
Katherine Johnson: matemática
Katherine Johnson, nacida en 1918, fue una niña extremadamente brillante. A pesar de pertenecer a una familia afroamericana humilde, sus grandes capacidades para las matemáticas le permitieron poder ingresar en la universidad a la temprana edad de 15 años, finalizando la carrera de matemáticas y francés con la calificación de suma cum laude, sólo tres años después.
A pesar de su curriculum, siendo afroamericana y mujer no podía optar a más oficio que el de profesora, pero a ella no le gustaba ese trabajo, por lo que buscó y buscó hasta dar con un anuncio de la NASA en el que se especificaba que estaban muy interesados en la contratación de mujeres.
No lo dudó y se presentó para el puesto, pasando a formar parte del famoso equipo de mujeres calculadora que realizaban los cálculos de la agencia espacial cuando aún no estaba extendido el uso de ordenadores.
Años después, cuando comenzaron a usarse estas máquinas, muchas de aquellas mujeres fueron despedidas, pero la valía de Katherine le permitió continuar, llegando a estar detrás de la llegada del hombre a la Luna, en 1969.
Su vida y la de otras mujeres como ella ha quedado retratada recientemente en la película Figuras Ocultas, cuyas actrices protagonistas le realizaron un entrañable homenaje en la última entrega de los Oscar.
Hedy Lamarr: inventora
Aunque es mucho más conocida por su faceta de actriz, la labor como inventora de Hedy Lamarr (1914-2000) también es sumamente importante, pues gracias a ella hoy en día existe el wifi.
Comenzó la carrera de ingeniería a los 16 años, pero en el tercer curso dejó los estudios para trabajar como actriz, aunque nunca dejó de lado su amor por la ciencia y la tecnología.
Sus inicios sobre los escenarios fueron meteóricos y pronto se hizo mundialmente famosa con la cinta Éxtasis (Gustav Machatý, 1933), pero pronto sus sueños comenzaron a desvanecerse, cuando, como muchas actrices de la época, se casó con un empresario celoso y tirano que la obligó a dejar su trabajo, enclaustrándola literalmente en casa.
Sin embargo, en lugar de hundirse, la joven aprovechó esta situación para seguir estudiando su carrera en secreto hasta que consiguió escaparse, en el año 1937.
Entonces pudo empezar de nuevo a trabajar como actriz, pero poco después también aprovechó para aunar el odio hacia el nazismo correspondiente a su condición de judía y sus conocimientos científicos, inventando un sistema de comunicación secreta que permitió el desarrollo de torpedos teledirigidos indetectables ,que más tarde evolucionó para dar lugar al wifi.
Por lo tanto, la sociedad actual puede agradecerle tanto el uso de internet como la paz que supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¡Mucho más que una actriz!
Valentina Tereshkova: astronauta
Hija de un tractorista y una trabajadora de la industria textil, Valentina -nacida en 1937- no tuvo nada fácil costearse unos estudios, por lo que nada más terminar la escuela entró a trabajar en una fábrica de neumáticos, compaginando esta labor con su afición por el paracaidismo, un deporte que entrenaba en el aeroclub local.
Mientras tanto, después de que Yuri Gagarin se convirtiera en el primer hombre en viajar al espacio exterior, el ingeniero Sergey Korolyov decidió realizar un nuevo vuelo, que esta vez sería protagonizado por una mujer.
Esto llevó a hacer un llamamiento a aquellas mujeres que quisieran entrar en el cuerpo nacional de cosmonautas, siendo Valentina una de las elegidas, especialmente por sus habilidades para el paracaidismo.
De todas las seleccionadas, ella era una candidata perfecta para el viaje, no sólo por sus habilidades, sino también por su condición de proletaria, que sería atractiva para el público, y porque su padre había sido un héroe de la batalla de Invierno, desarrollada en Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial.
Por todo ello, en 1962 la joven fue enviada al espacio a bordo del Vostok 6, convirtiéndose en la primera mujer y la primera persona civil en viajar hasta allí.
Sin embargo, Korolyov no quedó contento con su comportamiento y no le permitió tomar los mandos, prohibiéndole además volver a participar en misiones posteriores.
Pero ella no se rindió y decidió utilizar lo ahorrado para estudiar Ingeniería Espacial, llegando incluso a doctorarse en dicha disciplina.
Además, ha sido desde siempre una gran defensora de los derechos de la mujer. Y no es para menos, teniendo en cuenta todo lo que ha conseguido por sí misma.
Jocelyn Bell: astrofísica
El padre de Jocelyn Bell (1943) trabajaba como arquitecto en el planetario Armagh, por lo que desde muy niña se interesó por todo lo relacionado con la astronomía.
En un principio no parecía que fuese a destacar en ninguna disciplina, pues suspendió el 11+, un examen usado en aquella época para evaluar los conocimientos de los niños que iban a pasar a secundaria.
Sin embargo, poco a poco demostró una gran capacidad para la física, por lo que estudió dicha carrera en las Universidades de Glasgow y Cambridge.
Una vez terminados sus estudios, comenzó su doctorado bajo la tutela de Antony Hewish, otro físico junto al que construyó un radiotelescopio que usaba destellos interplanetarios para estudiar los quásares, unas fuentes astronómicas de energía que habían sido descubiertas poco tiempo antes y despertaban el interés de todos los estudiosos de la materia.
Y fue precisamente con este telescopio con el que ambos descubrieron una curiosa estrella de neutrones que emitía radiación periódica, algo nunca visto hasta el momento, que fue bautizado como púlsar.
Lamentablemente, aunque la hazaña fue merecedora del premio Nobel de Física, sólo se le concedió a Hewish, dejándola a ella en la sombra, como a tantas otras mujeres científicas a lo largo de la historia.
Aún así, después del descubrimiento siguió con una prometedora carrera como astrofísica, trabajando en universidades de gran prestigio y ocupando cargos de responsabilidad en grandes instituciones científicas.