Una de las mayores equivocaciones de algunos seres humanos consiste en pensar que el resto de especies son inferiores a la nuestra y que, por eso, su extinción no debe ser algo preocupante.
Sin duda esta teoría es propia de personas que no conocen la importancia de la biodiversidad, pero también de aquellas que no saben el inmenso arsenal farmacéutico que se oculta en el organismo de muchos animales.
Desde las hormigas que pisoteamos a diario sin darnos cuenta hasta el exótico demonio de Tasmania, son muchas las especies que esconden la cura a un sinfín de enfermedades a las que los científicos llevan años tratando de dar solución. Por eso es importante conservarlos, para que algún día ellos también puedan ser protagonistas del anuncio del fin de patologías tan terribles como las infecciones causadas por bacterias resistentes a antibióticos.
El demonio de Tasmania
Uno de los grandes ejemplos de animales capaces de revolucionar el campo de la medicina es el demonio de Tasmania, pues gracias a él se podría poner freno a uno de los problemas más preocupantes que afectan a la salud pública en la actualidad.
Y es que su leche contiene una sustancia con un gran potencial antimicrobiano, capaz de luchar incluso contra algunas bacterias resistentes a antibióticos responsables de enfermedades cada vez más extendidas.
Se trata de un descubrimiento descrito en un estudio de Nature en el que investigadores de la Universidad de Sydney describen cómo han sintetizado en el laboratorio este compuesto, que quizás en un futuro podría terminar con las temidas súper bacterias, por lo que vale la pena conocer mejor a este animal.
Pero para ello es necesario evitar la extinción a la que se acercan a pasos agigantados con motivo de un extraño cáncer que afecta a una gran parte de la población de estos animales. Se trata de un tumor contagioso; algo que puede sonar extraño, pero que también se da en otras especies como los perros y algunos moluscos bivalvos, y afecta sobre todo a su boca, causándoles lesiones que les impiden comer y terminan llevándolos hasta la muerte.
Sin embargo, estos animales son una verdadera joya de la naturaleza, ya que se ha comprobado que algunos están genéticamente preparados para resistir a esta enfermedad, por lo que se pretende seleccionar su genoma con el fin de propiciar la conservación de esta especie tan útil para la humanidad.
El dragón de Komodo
Siguiendo con animales exóticos que esconden un arsenal farmacéutico en su interior nos encontramos con el dragón de Komodo, una especie de reptil característica de la isla del mismo nombre, conocida por la letalidad de su mordedura.
Ya de por sí, el mordisco de un lagarto de tres metros de longitud debe ser suficiente para terminar con sus presas, pero eso no es todo, ya que también se conoce que su saliva está colonizada por un gran número de bacterias, que proceden de las aguas contaminadas en las que se alimenta y causan terribles infecciones en las heridas de aquellas víctimas que consiguen escapar.
¿Pero cómo puede sobrevivir el propio animal a estos letales microbios que se esconden entre sus fauces?
Según un estudio reciente publicado en Journal of Proteome Research parece ser que la respuesta está en una sustancia medicinal presente en su sangre que no sólo es capaz de matar a un gran número de bacterias, sino que también acaba con aquéllas que, a causa del mal uso que se da hoy en día a los antibióticos, han desarrollado resistencia frente a ellos.
La hormiga de la madera
El caso de la hormiga de la madera (Formica paralugubris) es absolutamente increíble, pues según un estudio publicado recientemente en Ecology and Evolution no sólo producen sustancias antimicrobianas, sino que han demostrado ser verdaderas alquimistas, capaces de mezclar dos compuestos concretos, con el fin de potenciar sus propiedades medicinales.
Se trata de la resina de las coníferas y el ácido fórmico, producido por ellas mismas como arma defensiva frente al ataque de depredadores.
Ambas sustancias han mostrado por separado ser letales frente a algunos tipos de microbios, pero sus efectos no eran suficientes para mantener a salvo a toda la colonia de epidemias, como la producida por el hongo Metharizzium bruneum. Sin embargo, los investigadores responsables del estudio descubrieron que las hormigas mezclan ambos compuestos en el interior del hormiguero, consiguiendo así que ni éste ni ningún otro microorganismo patógeno alterara la salud de los insectos que viven en su interior.
La mamba negra
La mordedura de la mamba negra es una de las más letales conocidas, pudiendo acabar con la vida de un ser humano en tan sólo veinte minutos.
Sin embargo, la naturaleza es caprichosa, por lo que muchas veces las sustancias más mortales también pueden salvar vidas, siempre que se usen de la forma correcta y en las dosis adecuadas.
Y precisamente eso es lo que descubrió en 2012 un equipo de investigadores del Instituto de Farmacología Molecular y Celular de Valbonne, cuyos resultados fueron publicados en Nature.
En su estudio demostraron cómo dos toxinas extraídas del veneno de la mamba negra, a las que llamaron mambalgins, tenían un gran potencial analgésico similar al de opiáceos como la morfina, pero con menos efectos secundarios.
Dicho efecto se debía a la inhibición de una serie de canales iónicos del sistema nervioso central asociados a la manifestación del dolor y, si bien no llegó a comercializarse, abrió la veda a la investigación de los efectos analgésicos de otros muchos venenos, como el de algunos tipos de caracoles marinos.