Las proteínas juegan un papel fundamental en el organismo de los seres vivos, desarrollando funciones tan importantes como la defensa ante las infecciones, la aceleración de reacciones indispensables para la vida o la formación y el mantenimiento de todo tipo de estructuras.
Por eso, es importante conocer a fondo la composición, el comportamiento y la estructura de todas y cada una de las proteínas, ya que hace posible reproducirlas en el laboratorio y utilizarlas como fármaco cuando naturalmente alguna de ellas es defectuosa o necesita ser reforzada.
Además, en ocasiones también se pueden utilizar reproducciones de proteínas características de una especie para el desarrollo de fármacos que traten enfermedades típicas de otra, ¿pero cómo es posible conseguir sintetizar estas moléculas con exactitud?
Uno de los métodos más utilizado desde los años 60 ha sido la cristalización, ya que las proteínas de forma individual y en disolución son demasiado pequeñas y móviles para estudiarlas a fondo, mientras que si forman cristales quedan rígidas y con un tamaño que hace más fácil su análisis a través de la difracción a la que los rayos X se someten en esto tipo de sólidos.
La Tierra: planeta hostil para la cristalización
El mayor problema de la cristalización es que se ha observado que a menudo las moléculas proteicas se fusionan unas a otras de forma aleatoria, formando agregados que pueden alterar el cristal y hacer más dificultoso su análisis con rayos X.
En busca de una solución a este problema, un equipo de la NASA, dirigido por Lawrence DeLucas como investigador principal, ha llevado a cabo el desarrollo de cristales proteicos en la Estación Espacial Internacional, donde el ambiente de microgravedad favorece un proceso de cristalización más lento, de modo que muy rara vez se produce la fusión proteica, obteniendo como resultado cristales más puros y fáciles de estudiar.
Este procedimiento es muy costoso, por las obvias dificultades logísticas que supone enviar todo el laboratorio de cristalización al espacio, pero estos científicos de la NASA esperan que, una vez demostrado su potencial en el campo de la farmacología y la medicina, aumente la inversión en sus investigaciones, que sólo tendrán la posibilidad de llegar a buen término con los apoyos económicos necesarios.
El viaje de la medicina al espacio no ha hecho más que empezar, pero sólo el hecho de imaginar a dónde puede llegar ya resulta emocionante.