James Cole, investigador en evolución humana de la Universidad de Brighton, ha desarrollado una herramienta para calcular las calorías de una dieta caníbal. No es un ejercicio de sadismo sino una forma de comprender por qué nuestros ancestros -también algunos contemporáneos, pero ese es otro tema- sucumbieron a la tentación de comerse a otro humano. El estudio aparece esta semana en Scientific Reports.
En Europa, se han encontrado numerosas evidencias de canibalismo en sitios prehistóricos de Francia, Bélgica e incluso España. Ahora, la principal conclusión de este trabajo es que aquellos homínidos -neandertales o ejemplares del Homo antecessor- no se alimentaban unos de otros por motivos puramente nutricionales, debía haber algo más.
Los humanos, según Cole, "no somos tremendamente nutritivos, en realidad somos un animal bastante pequeño y no tenemos mucha carne o grasa para alimentarnos, tampoco lo habríamos hecho en el pasado".
Para llegar a esta conclusión, Cole creó una plantilla para elucubrar si una dieta caníbal era más rica en proteínas o grasas que otra en la que se deglutieran otras especies. Esta plantilla da un valor nutricional a cada parte del cuerpo humano a partir de la composición química de cuatro individuos -es decir, humanos modernos- utilizados en el estudio.
Pero el trabajo tiene un problema: ¿Es lo mismo comerse a un hombre del siglo XXI que a un neandertal? Cole concede que se desconoce aún cómo estos valores podrían variar para las especies que no son Homo sapiens. Los neandertales, por ejemplo, tendrían una cantidad mayor de músculo esquelético -aquel que está unido a los huesos, en total el 90% de los músculos que tenemos- dado que en promedio su masa muscular era mayor.
Teniendo en cuenta esta salvedad, Cole comprobó que, comparando las calorías que aporta el consumo de Homo sapiens con las especies animales cuyos restos se han encontrado en yacimientos paleolíticos, los músculos humanos tienen un valor nutricional comparable al de otras especies del mismo peso y tamaño, pero con un número significativamente menor de calorías que especies como el mamut, el rinoceronte lanudo o los ciervos.
Por tanto, la caza y consumo de otros homínidos no parece muy justificada desde el punto de vista del hambre. ¿Por qué se los comieron entonces? El siguiente sospechoso en la lista es algún tipo de ritual. "El estudio no dice que no nos comiéramos entre nosotros por razones nutricionales, más bien, ¿es esa la única explicación?", continúa Cole. "Quizá haya más un causante social en esto, no específicamente ritual, sino social".