Desde hace más de una década una de las lunas de Saturno ha captado la atención de los científicos y, por qué no decirlo, del mundo. Este pequeño satélite, llamado Encélado, posee un océano bajo su superficie helada, con lo que era uno de los principales candidatos del Sistema Solar para albergar vida. Ahora, un estudio demuestra que efectivamente el mar de Encélado posee las condiciones necesarias para que se desarrolle vida microscópica.
La sonda Cassini lleva desde 2004 estudiando a Saturno y a sus satélites y su misión está a punto de terminar. Pero antes de hacerlo, parece que quiere dar sus últimos coletazos. Cómo no, este último estudio se ha vuelto a centrar en Encélado, la sexta luna más grande de ese planeta y que ha acaparado la mayor parte de las miradas desde que supimos que podía albergar un océano bajo su superficie helada.
La existencia de este océano se sospecha desde los inicios de la misión. Fue en el año 2005 cuando unas imágenes tomadas por Cassini mostraron unos enormes géiseres que liberaban vapor en el polo sur de este satélite. Pero tuvieron que pasar varios años hasta que, en el año 2014, se publicaron las primeras pruebas que demostraban la presencia de dicho océano.
A partir de entonces empezaron las especulaciones sobre las posibilidades de que ese océano pudiera albergar alguna forma de vida, a pesar de que la gruesa capa de hielo que lo cubre impide que llegue la luz a su interior. Así que el siguiente paso era tratar de determinar la composición de ese océano y, para ello, la vía más rápida consistía en analizar una de aquellas columnas de gas que salían entre las fisuras de la corteza de hielo.
En esta ocasión los científicos se valieron de los datos recogidos por la sonda Cassini en 2015, cuando la nave realizó la inmersión más profunda sobre el satélite. Durante esta inmersión la nave se dirigió a una velocidad de 8,5 kilómetros por segundo hacia el polo sur de esta luna, donde se recogieron datos de una gran columna de vapor.
Condiciones para la vida
El equipo de investigadores, liderados por Hunter Waite, del Southwest Research Institute, sospechaban que estos géiseres podrían sistemas hidrotermales similares a los de nuestro planeta y, si esto era así, los gases expulsados deberían contener hidrógeno molecular. "Hemos utilizado el espectrómetro de masas que se encuentra a bordo de la nave Cassini para detectar el hidrógeno molecular en la columna de gas", explican los autores del estudio.
Los resultados, que han sido publicados hoy en la revista Science, no solo demuestran la presencia de este compuesto en las columnas de gas, sino que muestran que la única fuente plausible de este hidrógeno son, efectivamente, reacciones hidrotermales similares a las que se producen en la Tierra. "Creemos que la fuente más plausible de este hidrógeno son las reacciones hidrotermales que tienen lugar en contacto con la roca caliente", explican los científicos.
Según los investigadores esto es de suma importancia, porque la detección de hidrógeno molecular en la columna de gas "indica que se están dando las temperaturas y fuentes de energía química necesarias para que el interior de Encélado tenga condiciones habitables". Bajo estas condiciones, aseguran los científicos, pueden surgir organismos vivos basados en hidrógeno molecular, tal y como sucede con algunas de las formas de vida más antiguas en la Tierra.
Al igual que sucede en los sistemas hidrotermales de nuestro planeta, donde el agua reacciona con rocas calientes para formar columnas de diversos materiales, los investigadores han mostrado que en Encélado se dan las condiciones para que se produzca un proceso conocido como metanogénesis, una reacción que facilita la aparición de microorganismos en las regiones más profundas de la Tierra. Según destacan los autores en el estudio, "la abundancia relativamente alta de hidrógeno medida en el géiser indica que están teniendo lugar los procesos termodinámicos que favorecen la formación de metano".
Los investigadores aseguran que sus resultados apoyan la viabilidad de la metanogénesis en una amplia gama de escenarios posibles, aunque reconocen que solo con los datos termodinámicos de los que disponen no pueden asegurar al cien por cien que dicho proceso esté realmente sucediendo. En cualquier caso, parece que cada vez estamos más cerca de encontrar vida fuera de nuestro planeta y, lo que es más interesante aún, puede que ésta se encuentre en nuestro Sistema Solar.