La meditación de consciencia plena o mindfulness está de moda. En cualquier esquina podemos encontrar carteles ilustrados con la figura de Buda, un montón de piedrecitas amontonadas, individuos levitando, agua, hojas, flores, arbolitos, nubes de palabras o cerebros de los que brotan objetos para anunciar un curso.
"Enfoca la atención en la era de las distracciones"; "Un programa integral destinado a ayudarte a gestionar el estrés y otros estados mentales negativos"; "El momento es ahora"; "¡Apúntate!" Vale, vale, ¿pero esto de qué va? Básicamente, es un tipo de meditación que trata de centrar la atención en el momento presente a través de ejercicios, por ejemplo, de respiración.
La ciencia ha probado sus beneficios
¿Hay evidencias científicas sobre sus beneficios? La respuesta corta es que sí. En los últimos diez años los estudios sobre este tema se han multiplicado y algunos de ellos revelan diversos efectos positivos, como la reducción de los síntomas de la depresión, de la ansiedad y del estrés. Incluso hay casos concretos en los que esta práctica parece resultar beneficiosa para que personas con enfermedades crónicas y pacientes de cáncer –en particular cáncer de mama– puedan manejar mejor su situación en el aspecto mental.
El psicólogo y divulgador científico canario Eparquio Delgado, que a menudo denuncia prácticas pseudocientíficas, ha recopilado estas y otras investigaciones para defender que el mindfulness tiene cierta base empírica, pero no se muestra especialmente entusiasmado: "No es nada del otro mundo", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL.
La ansiedad y el estrés también mejoran si hacemos ejercicio, escuchamos música o bailamos. Por lo tanto, ¿qué necesidad hay de recurrir precisamente a este tipo de meditación? "Simplemente, está de moda. Ocurrió lo mismo hace años con la inteligencia emocional, que con el paso del tiempo se ha puesto en su sitio y ya se sabe que no vale para todo", afirma.
Perdón... la ciencia ha exagerado sus beneficios
De hecho, comienzan a aparecer muchas dudas tras este boom inicial de estudios sobre mindfulness y eso nos lleva a matizar la respuesta sobre sus beneficios, sobre todo al conocer un amplio análisis realizado por la Universidad McGill de Montreal, que asegura que los artículos sobre este asunto tienden a inflar los resultados positivos.
Los investigadores analizaron 124 trabajos publicados, de los que 108 ofrecían conclusiones a favor. Sin embargo, al tener en cuenta consideraciones estadísticas descubrieron que realizando un análisis riguroso solo 66 tendrían que haber anunciado resultados positivos. En algunos experimentos, el escaso número de participantes hace que no sean significativos.
Además, los autores también acudieron a bases de datos oficiales para ver cuántos ensayos se habían registrado y descubrieron que dos años y medio después de su finalización el 62% de los estudios aún no se había publicado. ¿Qué está pasando? Sencillamente, un sesgo muy común en los estudios de psicología, pero también en los de medicina y otras disciplinas: las revistas científicas tienden a publicar más las investigaciones que tienen éxito porque llaman más la atención. Cuando no es así muchos trabajos ni siquiera ven la luz.
Por otra parte, a veces también se le atribuye a esta técnica una reducción de los dolores crónicos, pero una vez más los análisis globales alertan sobre la mala calidad de estas investigaciones y ponen en duda sus resultados.
También tiene efectos negativos
No obstante, acaba de salir una investigación de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) que revela todo lo contrario a la tendencia general: el mindfulness puede tener efectos negativos en pacientes sometidos a quimioterapia. Los 68 participantes fueron divididos en dos grupos, uno de ellos realizó meditación de consciencia plena y el otro, diferentes tipos de relajación. Aunque en ambos casos el estrés general disminuyó, los que habían practicado mindfulness mostraron mayores niveles de angustia, tendieron a evitar más el contacto social y su calidad de vida empeoró.
Para Eparquio Delgado no es una sorpresa, puesto que "la meditación en general ha demostrado tener aspectos de despersonalización que no son adecuados en todas las circunstancias". Es más, "deberíamos ser conscientes de que todo tiene efectos secundarios, ocurre igual que con los fármacos, cualquier terapia puede generar situaciones no deseadas".
La psicología aplicada es un terreno resbaladizo
En el fondo, la raíz del problema está en que "la psicología es principalmente una ciencia básica de la que se derivan aplicaciones", destaca el experto. Sin embargo, cuando surgen este tipo de modas, "los profesionales se buscan la vida, se genera una demanda entre el público y el psicólogo ofrece lo que la gente busca".
En realidad, no existe una especialidad psicológica en mindfulness y esta práctica "no debería considerarse una terapia, sino una técnica" que tendría que combinarse con otras dentro de una consulta profesional, tal y como afirma hacer Eparquio Delgado. "Hay más de 400 terapias psicológicas diferentes y no todo es igual de científico ni de eficaz", comenta, "incluso hay algunas contradictorias entre sí" y también "psicólogos que practican pseudociencias" en contra de su código deontológico.
Es una marca que vende cualquier cosa
Por eso no es de extrañar que cuando una nueva práctica se pone de moda profesionales y no profesionales aprovechan el poder de esa nueva "marca" para atribuirle todo tipo de propiedades. En este caso, "intentan trasladarla a la educación, dicen que mejora la creatividad e incluso aparece el mindful eating, comer con conciencia plena, que no deja de ser un nuevo nombre para el slow food o comida lenta, que aboga por degustar los alimentos con calma, algo que simplemente es de sentido común", añade Delgado.
En más, en su origen el mindfulness ni siquiera busca los beneficios sobre el estrés, la ansiedad y la depresión que le atribuyen algunos estudios. Por el contrario, sí parece un objetivo específico de esta técnica la mejora de la atención, pero sobre este tema no existen metaanálisis que encuentren efectos significativos. Eso sí, hace años un curioso estudio concluyó que algunas áreas cerebrales relacionadas con la atención eran más gruesas en las personas que lo practicaban, pero esto no quiere decir que el motivo fuera, precisamente, la meditación.
¿Pero esto no era un rollo budista de esos?
Dentro del marketing que rodea esta práctica, la conexión con el budismo es un asunto clave, algo que automáticamente despierta recelos entre los más escépticos y desata la adhesión de los más místicos.
Jon Kabat-Zinn es el biólogo molecular y médico que puso de moda la atención plena en el mundo occidental tratando de unir el budismo con la ciencia y algunos autores creen que la idea procede de la meditación vipassana, que procede de la India y aboga por "ver las cosas tal y como son".
A pesar de ese trasfondo filosófico, el planteamiento más científico solo trata de ver si es útil y por qué y de difundir los efectos probados. Además, en la mayoría de los casos se enseña sin apelar a ese origen ni utilizar ningún tipo de terminología religiosa ni oriental.
La necesidad de tener sentido crítico
Entonces, ¿me apunto a ese curso de meditación que promete solucionarme la vida? El psicólogo y divulgador simplemente recomienda "que la gente haga lo que le dé la gana", pero "que no se lo crea todo, que tenga sentido crítico". Por eso, no está de más "indagar sobre la titulación de la persona que ofrece el curso, ver cuáles son los objetivos que plantea e informarse sobre los beneficios demostrados de cada técnica".