Hace unos días, un bebé de apenas un mes de edad falleció en la cama de sus padres. No lo habrán leído en la prensa. O bueno, técnicamente ya sí.
Inicialmente, el forense apuntó a la asfixia como causa de la muerte, dado el lugar donde se encontraba el bebé. Los padres lo habían introducido a medianoche para que durmiera junto a ellos.
Pero Amparo González tuvo un presentimiento. Esta microbióloga, jefa de servicio en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), decidió pasar sus hisopos -bastoncillos para recoger muestras- por varias zonas del sistema respiratorio del bebé.
¿Y qué ocurrió?
"Encontramos dos virus en tres muestras, tenemos un Influenza C, que no es nada frecuente, y luego el virus respiratorio sincitial", explica González a EL ESPAÑOL. "Probablemente el niño tenía bronquiolitis".
El niño no murió porque los padres lo metieran en la cama. El luto quedará, por supuesto, pero la diferencia entre cargar con la pena y la culpa o solamente con la pena es sustancial, y se la debemos al único centro de España donde se practica la microbiología forense.
"Somos veinte facultativos en el servicio y siempre hay alguien hablando con algún forense", dice la microbióloga, "ellos nos piden analíticas concretas y luego nosotros contactamos con ellos por si algo no queda claro o para darles algún resultado".
En este caso concreto, que González explicará por teléfono al forense a lo largo del día, éste envió un análisis preliminar de autopsia. "Vio que los pulmones estaban congestivos pero no apreció inicio de infección bacteriana, algo difícil de apreciar en lactantes", expone, "pero encontrar estos virus en varias zonas de los pulmones, en el hisopo nasofaringeo y en el hisopo traqueal no puede ser un hallazgo casual".
Triunfadores en los últimos PGE
El INTCF suele hacer esta labor en silencio, auxiliando a forenses, policía o guardia civil en numerosos crímenes. Sin embargo, hace unos días fueron la comidilla. En un contexto en el que los científicos españoles se sienten maltratados por el gobierno en los últimos Presupuestos Generales del Estado, este organismo, formado en su mayor parte por biólogos, médicos y otros investigadores con vocación criminológica multiplicó su presupuesto de este año de uno a seis millones de euros.
Pero su directora, Dolores Moreno, explica que no es ningún regalo, sino una deuda pendiente. "La necesidad principal es la renovación de los equipos, que se están quedando obsoletos, mucho de nuestro parque tecnológico tiene ya más de cinco años de antigüedad e incluso hay aparatos que superan los diez".
En el campo de las ciencias forenses, la tecnología para analizar muestras genéticas o identificar cadáveres evoluciona muy rápidamente, por lo que la obsolescencia afecta muy negativamente a la fiabilidad de los resultados e incluso al mantenimiento, ya que muchas empresas dejan de producir piezas de recambio para sus microscopios electrónicos o sus cromatógrafos originales después de unos años.
"Había un plan de renovación progresivo que debido a la situación económica no se pudo llevar a cabo", explica Moreno, para quien la situación llegó a un escenario "preocupante, requería una inversión de cierto calibre".
La lista de la compra del Instituto Nacional de Toxicología, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, se centra sobre todo en el departamento de Química y Drogas, que se llevará unos cuatro millones de euros en material nuevo: desde cromatógrafos con espectrometría -conocidos como detectores selectivos- a sistemas automatizados de extracción de ADN.
Su vida es como se la imaginan
La policía y los jueces llevan siglos pidiendo ayuda a los científicos para esclarecer crímenes. Los orígenes del INTCF están en 1887, cuando eran tres Laboratorios de Medicina Legal repartidos en Madrid, Barcelona y Sevilla.
Actualmente, en la sede central, ubicada en Las Rozas, trabajan 222 personas. En el despacho de la directora, además de algunas obras prestadas por el Museo Reina Sofía, cuelga la habitual fotografía de Felipe VI y un retrato, aún mayor en tamaño, de un hombre calvo, de nariz prominente y cabellos canos que se descuelgan a ambos lados de la cabeza. Es el mahonés Mateo Orfila, padre de la toxicología científica.
¿Cuál es la principal diferencia entre lo que la gente cree que hacen los investigadores forenses, porque lo ven en series como CSI, y lo que realmente hacen en centros como el INTCF?
"Hay pocas diferencias, es bastante parecido", sonríe Moreno, que seguramente habrá respondido a esta pregunta numerosas veces desde que acabó sus estudios en medicina forense. "Trabajamos mucho con casos de investigación criminal".
La decoración industrial del centro, con tuberías vistas, cristales y puertas grises a lo largo del pasillo de Criminalística, deja entrever laboratorios específicos para casi cada parte de un crimen: la ropa, las armas, los documentos y, por supuesto, las partes del cuerpo implicadas.
Las investigadoras documentales, por ejemplo, obtendrán de los PGE un nuevo sistema de video espectral para analizar documentos y un microscopio electrónico de barrido. Esto les permitirá saber, por ejemplo, si una firma es auténtica o ha sido retocada, o introducir en el microscopio una muestra sin necesidad de deshidratarla antes.
"Teníamos necesidades sobre todo de aparatos de imagen para ver muestras microscópicas o tomar medidas", explica Cruz Valero, jefa de servicio de Criminalística. "Aunque no tengas el último modelo puedes trabajar, claro, lo único es cuando la casa ya no te puede dar las piezas de recambio: cuando estos años hemos tenido presupuesto cero el agobio era ese, que empezaran a fallar los equipos y nos quedásemos colgados, eso nos generaba angustia".
Respuestas en la carne
El área de Heridas se centra en trozos de tejido, muy habitualmente de cadáveres. En estos trozos suele estar la pista de quién, dónde, cómo o cuándo lo hizo.
Hay un trozo alargado de piel y pelo dividido por una franja central que la atraviesa como la línea de una carretera. Es el trozo de cuello de un hombre que se ahorcó. A lado, un trozo de soga de tender, blanca y azul, encontrada en el lugar de los hechos. Una de las investigadoras del laboratorio analiza el trozo de piel en busca de hebras de plástico que permitan unir ambas piezas del rompecabezas.
Más allá, en la misma mesa, un trozo redondo de carne humana con un hematoma morado en el centro. Suicidio. El nuevo apoyo presupuestario también les permitirá adquirir una herramienta para interpretar la distancia del disparo y esclarecer casos confusos, aunque en este particular no parece necesario.