Existe una creencia muy común en torno a las diferencias en la relación que establecen los padres con sus hijos, según si se trata de niños o niñas. Sin embargo, hasta ahora no se había realizado ningún estudio que comprobara cuánta verdad se esconde detrás de este hecho.
Los responsables de hacerlo han sido un equipo de investigadores de la Universidad de Emory, que han analizado la relación de 52 padres con sus hijos, obteniendo unas conclusiones que se han publicado recientemente en Behavorial Neuroscience.
Fuera del laboratorio
La mayor traba de este tipo de estudios suele ser que las personas que participan en ellos actúan como creen que se espera que lo hagan, falseando inconscientemente los resultados.
Por eso, estos investigadores han decidido llevar las pruebas fuera del laboratorio, con ayuda de un dispositivo que se unía al cinturón de los participantes, activándose aleatoriamente durante cincuenta segundos cada nueve minutos, en periodo de 48 horas, que se desarrollaron tanto en días laborables como en fin de semana.
Además, también se indicaba a los padres que debían dejar los aparatos cargándose en la habitación de los niños, para captar cualquier interacción que tuvieran con ellos durante la noche.
Una clara diferencia
Una vez que se recogieron los resultados de las grabaciones, se observó que, efectivamente, el trato de los padres con hijos e hijas era muy diferente, desde el vocabulario utilizado hasta las emociones.
De hecho, se confirmó la creencia del progenitor sobre protector, que inconscientemente presta una mayor atención a las necesidades de sus hijas, en comparación con aquellos cuyos vástagos son del sexo masculino.
Además, ellos mismos eran mucho más abiertos a la hora de mostrar sus sentimientos con sus hijas, mientras que los padres de niños eran más ariscos en ese sentido.
Las causas de este desequilibrio no se han analizado en el estudio, aunque los investigadores creen que son el resultado de una utilización inconsciente de las normas sociales no escritas sobre género, que plantean a la mujer como una persona vulnerable, necesitada de protección.
De hecho, no se demostró que haya ninguna causa evolutiva que haya llevado a un comportamiento diferente en el trato con los hijos.
Reacción a las imágenes
La segunda parte del experimento consistía en realizar una resonancia magnética funcional del cerebro de los padres mientras observaban una serie de fotografías en las que aparecían bien una persona adulta desconocida, bien un niño que no era su hijo o bien uno de sus pequeños, que podía mostrar cara de felicidad, neutralidad o tristeza.
Curiosamente, las zonas del cerebro asociadas a la recompensa, la regulación de las emocionas y el procesamiento visual se activaron notablemente más cuando los padres observaron las fotos de sus hijas felices, mientras que en el caso de los que tenían hijos, en contra de lo esperado, lo hicieron las imágenes de neutralidad.
En cuanto a las caras de tristeza, no dieron lugar a reacciones diferentes en ninguno de los grupos.
La parte final de este trabajo consistiría en comprobar si esta forma distinta en el trato hacia niños y niñas supone alguna diferencia en el comportamiento de los hijos en la edad adulta; ya que, por ejemplo, se plantea la posibilidad de que la restricción emocional en los niños pueda dar lugar a problemas psicológicos como la depresión cuando se hacen mayores.
Ciertamente el estudio no dice nada que no se sepa, pero confirmarlo y lanzarlo al panorama científico es una buena forma de concienciar a la sociedad de otra de las muchas formas en las que inconscientemente se hacen divisiones innecesarias de género.