Cada uno de los sentimientos de los seres humanos tienen una razón de ser, pero no todos gozan de la misma aceptación, ya que todo el mundo prefiere ser feliz a sentir otras emociones, como la tristeza, el miedo o la ira.
Desde los libros de autoayuda hasta los cientos de eslóganes con mensajes positivos que han adornado todo tipo de productos en los últimos años, son muchos los medios que tratan de retratar erróneamente la felicidad como el objetivo único y final del ser humano, dotando al resto de emociones de unas inmerecidas connotaciones negativas.
Afortunadamente, existen personas que tratan de cambiar esta concepción, como los creadores de Inside Out (Del revés en España), una película de Pixar en la que se muestra cómo todos los sentimientos son necesarios para llevar correctamente el timón de la vida de un individuo.
Pero, ¿hasta qué punto hacen falta todos los sentimientos? ¿por qué la evolución ha conservado emociones como la tristeza o el miedo en vez de perpetuar únicamente la felicidad?
La tristeza para ser feliz
Según explica a The Conversation el profesor de psicología Joseph Paul Forgas -de la Universidad de Nueva Gales del Sur- las razones por las que los "sentimientos negativos" nos benefician son muy variadas, siempre y cuando éstos no se hagan crónicos, derivando en trastornos psicológicos, como la depresión.
Del mismo modo que el miedo, la negatividad lleva a los seres vivos a establecer un estado de alerta que les permite anticiparse a los peligros de un modo que no lo harían inmersos en la tranquilidad del pensamiento positivo.
Además, mejora la memoria y favorece la sociabilidad y la comunicación; ya que, por un lado, es más común sentir empatía por alguien triste y, por otro, se ha comprobado que la negatividad también hace más fácil a las personas ser persuasivas, no sólo de cara a las relaciones sociales, sino también a la de motivarse y conseguir objetivos propios.
En cuanto al modo en que se procesan los pensamientos, un trasfondo negativo ayuda a analizar mejor las situaciones, consiguiendo conclusiones más justas, como se puede comprobar en el caso de los jueces, cuyas sentencias suelen ser más precisas cuando se encuentran sumidos en estado de tristeza.
Todos estos ejemplos fueron demostrados en un estudio, en el que se evaluaban algunas capacidades cognitivas de un grupo de individuos, después de causarles un estado sentimental negativo a través de fotografías y vídeos.
Como conclusión, parece ser que aferrarse a la búsqueda de la felicidad no es la solución para tener una vida plena. Y es que las cosas no son lo que parecen y, mientras que los métodos tradicionales de búsqueda del bienestar pueden suponer una fuente inmensa de frustración, aprender a vivir con la temida tristeza puede ser la clave del éxito. Sólo hay que saber dosificarla.