No todo es fantasía en ‘Juego de tronos’: de los dragones al muro de hielo
La serie de HBO también tiene 'fans' entre los científicos; muchos han investigado sobre qué hay de cierto en lo que se cuenta en ella.
16 julio, 2017 02:48Noticias relacionadas
Llega la séptima temporada de Juego de Tronos y aunque muchas cosas de la serie parezcan pura fantasía, algunas de ellas tienen una buena explicación científica. Desde el acero valyrio al el famoso muro, pasando por las estaciones o por algunas muertes, esta es toda la ciencia detrás de la ficción televisiva.
El envenenamiento de Joffrey
En Juego de Tronos, la mayoría de las bodas acaban siendo una experiencia poco placentera. Si no que se lo digan a Joffrey, que murió envenenado de forma dolorosa en la suya. El veneno utilizado en la ficción recibe el nombre de estrangulador. Y aunque sus efectos puedan parecer un tanto ficticios, según la profesora Deborah Blum, de la Universidad de Wisconsin, el cianuro podría tener un efecto similar ya que una cantidad de 0,2 gramos es letal y hace que se manifiesten la mayoría de los síntomas que presentó Joffrey (si se excluyen los ojos sangrantes).
El cráneo destrozado de Oberyn
La muerte de Oberyn, príncipe de Dorne, impactó a una audiencia acostumbrada a la sangre y las defunciones de la serie. En un combate en el que representaba a Tyrion y en el que luchaba contra la montaña, el príncipe, que parecía llevar las de ganar, acaba atrapado bajo la fuerza de Gregor Clegane que le revienta el cráneo introduciéndole los pulgares en las cuencas de los ojos. Pero, ¿sería esta terrorífica muerte posible? La opinión está dividida. Mientras los cálculos de algunos expertos apuntan a que sería viable, otros, como Tobias Mattei, un neurocirujano que ha estudiado cómo los cascos protegen la cabeza de los niños, defienden que no sería posible aplicar tal grado de fuerza usando esa técnica como para reventar el cráneo.
La huida en zigzag de Rickon
"Pero, ¿por qué no corre en zigzag?", se preguntaron prácticamente todos los espectadores mientras veían al pequeño de los Stark huir de Ramsay para intentar llegar hasta su hermano. Por supuesto, hay quien ha echado mano de los números para comprobar si realmente un zigzagueo podría haber ayudado al pequeño a esquivar la flecha mortal. Y, aunque en un principio la respuesta parecía clara, teniendo en cuenta otras variables la cosa no es tan fácil. Como los primeros disparos de Ramsay parecían estar destinados simplemente a jugar, la idea de alejarse lo más rápido posible y cuanto más lejos mejor era una buena opción. Sin embargo, cuando Ramsay comienza a disparar en serio (a partir de la tercera flecha), la decisión más sabia según los cálculos habría sido comenzar a zigzaguear. Hasta el propio actor bromeó con el tema en su cuenta de twitter.
Had a good run #shouldazigzagged
— Art Parkinson (@art_parkinson) 20 de junio de 2016
Los dragones de Daenerys
De acuerdo, está claro que los dragones no existen. Pero, ¿podría un animal de estas características existir? Habría que hacer un poco de ingeniería, juntando características de distintas especies aún existentes y de otras extintas, y echarle también una buena ración de imaginación. Pero todo podría ser. Empezamos. En primer lugar se podría coger como referencia a los pterosaurios. Tal y como explica Mark Witton, experto en estos reptiles extintos, "los dragones de Juego de tronos tienen una estructura similar a este dinosaurio, con unos huesos ligeros, básicamente huecos, que permiten al animal volar". Sin embargo, el experto recuerda que sería necesario que tuvieran una cola mucho más delgada, menos parecida a la de un cocodrilo y más cercana a un látigo.
Y, ¿qué hay del fuego? Esta es la parte más complicada. Porque aunque el dragón podría llegar a generar un material inflamable como el metano, conseguir la chispa para encenderlo sería difícil. Quizá, la solución más realista sería que empleara un mecanismo similar al del escarabajo bombardero, que produce pequeñas explosiones.
Los espectros de los caminantes
Primero caen muertos y luego se levantan como espectros debido al poder de los caminantes blancos. La suerte de ejército de no muertos que acompaña a los Otros recuerda a una manada de zombis. En la realidad, lo más parecido a los zombis que hay documentado son las hormigas afectadas por el hongo Ophiocordyceps unilateralis. Este organismo las vuelve solitarias, torpes, incapaces de trepar y además hace que dejen de acudir al hormiguero. Pero, sin embargo, la peor consecuencia para estas hormigas zombis es que sufren deformaciones en sus mandíbulas y que mordisquean compulsivamente hojas hasta que finalmente mueren.
El acero 'valyrio'
El acero valyrio es una aleación metálica inventada en Valyria y usada en la fabricación de armas de calidad incomparable. Actualmente, en Juego de Tronos sólo hay un cierto número de espadas fabricadas con este material, cuya aleación ya no se conoce. Puede sonar a fantasía, pero en la realidad también existió un acero empleado en la forja de armas cuya composición se perdió hace cientos de años: el acero de Damasco. Sin embargo, distintas universidades, entre ellas la Universidad Complutense de Madrid, dieron con la receta de este particular metal, famoso entre los cruzados.
Las estaciones erráticas
En Juego de Tronos se han pasado seis temporadas avisando de que iba a llegar el invierno después del verano más largo que se recuerda. Sin embargo, nadie parecía tener claro cuándo iba a comenzar la estación. ¿Por qué? Pues, según un grupo de graduados de la Universidad Johns Hopkins amantes de la serie, el motivo detrás de este clima tan errático es que el planeta en el que se encuentra situado el universo de Juego de Tronos es un planeta circumbinario. Esto quiere decir que orbita alrededor de dos estrellas en lugar de una sola, creando unas estaciones un tanto impredecibles.
El muro de hielo
Los salvajes lo escalan y la Guardia de la Noche lo guarda. El muro de hielo de Juego de Tronos se eleva a una altura de entre 213 y 244 metros, la parte superior tiene capacidad para 12 caballeros montados, y se engruesa en la base. Pero, ¿qué dice la ciencia sobre el muro del norte? Pues que la base tendría que ensancharse mucho para que esta gran masa de hielo pudiera aguantar la gravedad. Según el físico Martin Truffer, de la Universidad de Alaska Fairbanks, para que un muro de esas medidas no se deformase se necesitaría una base "40 veces más ancha", es decir, de casi ocho kilómetros y medio. Esto haría que el ángulo de las paredes del muro lo hiciera fácilmente escalable, por lo que su forma actual en hielo caería un poco en la pura fantasía.