No había cumplido aún una década desde su fundación cuando la Sociedad Española de Física y Química admitió, el 4 de marzo de 1912, a su primera mujer miembro. Se trataba de Martina Casiano y Mayor y tenía 31 años, una edad considerablemente más joven que el promedio entre los miembros hasta el momento.
La candidatura a formar parte de esta prestigiosa corporación científica fue presentada por los químicos José Casares Gil y Santiago Piña de Rubíes, quienes la habían tutelado durante su estancia en la Facultad de Farmacia de Madrid tras haber sido becada, un año antes, por la Junta para la Ampliación de Estudios. De hecho, se trató de la primera mujer en recibir una beca JAE.
Esto logros destacan aún más por un llamativo detalle: Martina no se formó en la universidad. Con catorce años había ingresado en la Escuela Normal de Madrid, institución docente en la que se formaba a los maestros de escuela, la gran aspiración profesional de Martina. Y a lo largo de su carrera fue adquiriendo de manera autodidacta sus conocimientos no solo en física y química, sino en materias como la aritmética, álgebra y geometría, además de agricultura.
La gran vocación que sentía por la enseñanza hizo que, tras obtener el título de maestra elemental en 1898, decidiera proseguir sus estudios con el fin de enfocar su carrera hacia la formación de otras maestras. Décadas después uno de los apelativos por el que se la recordaría fue el de 'Maestra de maestras'.
En 1905 obtuvo, además de un puesto fijo como docente en la Escuela Normal de Bilbao, una plaza de maestra en una escuela rural de Cuenca. Finalmente sería en la capital vizcaína donde desarrollaría a lo largo de las siguientes tres décadas la mayor parte de su profesión - exceptuando los periodos en los que tuvo que ausentarse para seguir formándose tras recibir las becas.
La ayuda que recibió para acudir a la madrileña Facultad de Farmacia en 1911 no fue la única: un año después la JAE le permitió estudiar durante todo un curso (1912-13) en la Universidad de Leipzig, Alemania.
Un curioso equívoco
Martina sabía alemán, un idioma que, como el francés, había estudiado de forma igualmente autodidacta. Esto le facilitó establecer contacto e intercambiar correspondencia con científicos germanos antes de emprender su viaje hacia Alemania, el país puntero en aquél momento en investigación.
El propósito de Martina no era terminar en un laboratorio. Su meta era lograr una preparación sólida con la que enseñar ciencia a las estudiantes de la Escuela Normal de Bilbao. Allí tenía su plaza, y allí quería seguir impartiendo docencia. Los resultados de su periplo por Madrid y Leipzig cristalizaron en el primer tratado experimental de física escrito por una mujer: Experimentos de Física, publicado en 1915.
Las siguientes dos décadas las pasó dedicándolas plenamente a la Escuela Normal –que llegó incluso a dirigir temporalmente-, compaginando con diversas conferencias, la publicación de otros estudios sobre ciencia, su incorporación como miembro del tribunal de oposiciones e incluso como responsable de la Estación Meteorológica de Bilbao. A todo ello sumaba otros cargos menores o representativos –la mayoría de carácter simbólico- en varias asociaciones y patronatos de carácter social.
A consecuencia de su ajetreada agenda no tuvo demasiadas ocasiones para asistir a las sesiones convocadas por la Sociedad Española de Física y Química. Este hecho propició que durante largo tiempo hubiera el erróneo convencimiento de que la primera mujer miembro de la SEFQ no fuera Martina Casiano sino Carmen Pradel.
Pradel ingresó en 1921 y en una de las sesiones fue felicitada por ser la primera mujer miembro de aquella sociedad científica. Afortunadamente para Martina su incorporación había quedado reflejada años atrás en la revista de publicación anual Anales de la Sociedad Española de Química y Física correspondiente a 1912.
Represaliada por el franquismo
En marzo de 1937, tras el estallido de la Guerra Civil, Martina sabía que su brillante carrera se estancaría y decidió, como otras muchas personas, exiliarse de España. Para ello se embarcó en el mercante Galdamés que fue apresado por soldados del Bando Nacional durante la Batalla del cabo Machichaco frente a las costas de Vizcaya.
Cabe destacar que algunas fuentes señalan que lo que realmente estaba haciendo en el barco no era huir sino ayudar, como parte de la tripulación al bando Republicano. Sea cual fuere el motivo por el que realmente se embarcó, el hecho de ser apresada supuso el principio del fin de su fulgurante y prolífica carrera.
Tras apresarla, cuando finalizó el conflicto bélico, se le sometió a un expediente por el cual se le suspendía de empleo y sueldo, perdía su plaza fija en la Escuela Normal de Bilbao y era trasladada forzosamente a la provincia de Cádiz. Poco más se supo de su posterior vida, siendo escasos los datos que quedan de ella a partir de entonces.
Se sabe que, con mucho esfuerzo, consiguió ser catedrática numeraria de ciencias y se jubiló tras casi medio siglo dedicada a la enseñanza tras iniciarse la década de 1950. A partir de ahí desaparecen los datos fiables sobre una mujer que debería haberse convertido en uno de los referentes más importantes cuando se habla de científicas españolas del siglo XX: incluso la fecha de su muerte se ha perdido para la historia.
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