Una célebre investigación de principios de la década de 1960, titulada 'Memory in Mice as Affected by Intracerebral Puromycin' y publicada por la revista Science, detallaba cómo a través de la suministración de puromicina en ratones éstos perdían la memoria a corto plazo. A partir de este estudio, firmado por J.B. Flexner, L.B. Flexner y E. Stellar, ha servido de referencia para infinidad de investigadores a lo largo del último medio siglo.
Los dos primeros nombres que aparece pertenecen a una de las parejas científicas más famosas en el campo de la neurociencia, concretamente en la investigación de la memoria y los procesos de aprendizaje. Un matrimonio compuesto por Josefa B. Flexner y Louis B. Flexner que trabajó codo con codo a lo largo de seis décadas.
Pero lamentablemente, a pesar de que el nombre de ella encabeza la mayoría de sus trabajos, quien se llevó la mayoría de menciones y premios a lo largo de sus prolíficas carreras fue él. No es un fenómeno anecdótico: se conoce como 'Efecto Matilda' la tendencia a que, a igualdad en la jerarquía académica, sean las científicas quienes reciban un menor reconocimiento con respecto a sus colegas.
En este caso, la inmensa mayoría de referencias biográficas los señalan como un matrimonio estadounidense. Pero ella, cuyo verdadero nombre era Josefa Barba Gosé, nació en España, concretamente en Barcelona en 1904. Tras el estallido de la Guerra Civil decidió marcharse a los Estados Unidos con el fin de poder proseguir con su fulgurante carrera científica en ciernes, y que sabía que quedaría estancada a consecuencia del conflicto bélico.
La estudiante de Farmacia que retó a su hermano
Josefa (llamada familiarmente Pepita) nació en el seno de una distinguida familia y cursó las carreras de Farmacia y Derecho. La primera por vocación científica, y la segunda para demostrar a su hermano Eduardo que era capaz de terminar las dos carreras mucho antes de que él acabara la de Ingeniería Industrial que realizaba.
Pero de la carrera de Farmacia lo que realmente le gustaba era la investigación en el laboratorio. Tenía muy claro que no quería desarrollar su vida profesional tras un mostrador. En 1926, con 22 años, decidió desplazarse hasta Madrid donde se instalaría en la prestigiosa Residencia de Señoritas. Ahí disponía de un avanzado y preparado laboratorio de química creado por su primera directora, la célebre bioquímica estadounidense Mary Louise Foster en 1920.
Un año después regresó a la Ciudad Condal y entró a trabajar en el prestigioso Instituto de Fisiología de Barcelona, donde solicitó a través de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), presidida por Santiago Ramón y Cajal, una beca para poder proseguir su formación en el Reino Unido. Lo logró en la Royal Pharmaceutical Society of Great Britain entre diciembre de 1928 y agosto de 1929. A su vuelta de Inglaterra, y tras presentar su tesis doctoral en Madrid, ingresó como socia en la Real Sociedad Española de Física y Química (SEFQ).
Recién iniciada la década de los años 30 solicitó otra beca para ampliar sus estudios, esta vez a la institución filantrópica creada por el mecenas Rafael Patxot i Jubert y que llevaba el nombre de su hija fallecida prematuramente: Fundació Maria Patxot i Rabell. Esta ayuda económica llevó a Josefa hasta los Estados Unidos, concretamente a ampliar sus conocimientos en la Johns Hopkins University School of Medicine de Baltimore.
Fue precisamente durante su estancia en Baltimore cuando conoció a Louis Flexner y allí donde empezó una amistad que años después se convertiría en una relación de sentimental y profesional. Tras finalizar los estudios de especialización en Baltimore, Josefa regresó a Barcelona en 1932 y cinco años –en agosto de 1937- tomó una decisión que sería trascendental en su vida: salir de España para irse a vivir a Estados Unidos.
La huida de la guerra
Solicitó un permiso a las autoridades barcelonesas para poder realizar un viaje a Francia y una vez cruzados los Pirineos se reencontró con Louis Flexner quien había viajado hasta allí para recogerla y acompañarla en su huida hacia EEUU. Para evitar problemas con la aduana decidieron contraer matrimonio en la pequeña población pirenaica de Le Perthus ,perteneciente a la región Languedoc-Rosellón, y así obtener un libro de familia con el que podrían viajar juntos y sin dificultad alguna.
Josefa obtuvo empleo en la Johns Hopkins junto a su marido, y adoptó el apellido de su esposo de acuerdo a las formalidades estadounidenses. A partir de aquel momento apareció en los documentos como Josefa B. Flexner o con las iniciales J. B. Flexner. Así, en la fructífera carrera que desarrolló en los Estados Unidos a lo largo de las siguientes décadas pasó desapercibido en gran medida su origen español.
La mayor parte de los éxitos científicos en el campo de la neurofisiología los cosecharon a partir de 1951, año en el que se trasladaron hasta Filadelfia para trabajar en la Universidad de Pensilvania. Dos años después fundarían el prestigioso Instituto de Ciencias Neurológicas que dirigiría Louis. Los 59 años de vida e investigación en común terminaron cuando él falleció en abril de 1996. Josefa tan solo le sobrevivió cuatro, muriendo en Filadelfia a los 97 años en el año 2000.
"Las dos vidas de Josefa"
La historia sobre la vida de Josefa Barba ha pasado prácticamente desapercibida a lo largo de todo el siglo XX. No fue hasta hace una década cuando el nombre de Pepita Barba apareció citado en el libro de memorias de Núria Pi-Sunyer. Se trataba de la sobrina de August Pi-Sunyer, quien dirigiría a Josefa durante los años que ella permaneció en el Instituto de Fisiología de Barcelona.
A partir de este dato, el experto en Historia de la Ciencia, Àlvar Martínez-Vidal, empezó a tirar del hilo y junto a la periodista Empar Pons-Barrachina recopilaron abundante información con la que realizaron el documental 'Las dos vidas científicas de Josefa Barba'. Dieron así a conocer la apasionante y desconocida vida de esta científica con la que he querido iniciar mi colaboración en EL ESPAÑOL con esta serie de artículos sobre algunas científica españolas que a lo largo de sus vidas no recibieron el merecido reconocimiento.