Cuando en el Imperio Español no se ponía el sol, islas como Güedes (o Guedes), Pescadores o Coroa eran sólo migajas en el tapete de la política colonial que nadie se habría molestado en recoger. Y de hecho, nadie se molestó en hacerlo, lo que con el correr del tiempo ha dado origen a innumerables especulaciones, a un esperpéntico episodio político reciente y al nacimiento de una micronación, una más de los cientos que hoy pululan por los foros de internet con pretensiones más o menos reales de reconocimiento oficial.
La versión más extendida cuenta que fue el conquistador Hernando de Grijalva quien primero avistó este grupo de atolones del Pacífico en 1537, en el transcurso de una expedición desde la costa americana. Dado que Grijalva fue asesinado durante un motín, no pudo dar cuenta personalmente de su travesía, pero la bitácora del viaje fue recogida e incluida en sus escritos por António Galvão, gobernador de Ternate, en las islas Molucas bajo control portugués.
Los atolones supuestamente avistados por Grijalva quedaron incluidos en el dominio español sobre las Islas Carolinas, como parte de las Indias Orientales. Cuando el desastre de la derrota frente a EEUU en 1898 forzó a España a desprenderse de sus últimas colonias, las Carolinas fueron vendidas al año siguiente por 25 millones de pesetas a Alemania, que anteriormente había disputado la posesión de aquellas islas.
A partir de entonces, el destino de las Carolinas fue ir pasando de mano en mano según el resultado de cada nuevo conflicto bélico. Al término de la Primera Guerra Mundial, su control se transfirió a Japón, pero después de la Segunda fue EEUU quien se hizo cargo del territorio desde 1947.
"Provincia Oceánica Española"
Así fue hasta 1948, cuando Emilio Pastor y Santos, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), argumentó que varias islas descubiertas por Grijalva, incluyendo Güedes, Pescadores, Coroa, Monteverde y Ocea, no pertenecían geográficamente a las Carolinas y no habían sido cedidas formalmente a Alemania en el contrato de venta firmado en 1899. Por tanto, proponía Pastor, España aún podía reclamar su soberanía como "Provincia Oceánica Española".
Pastor expuso su tesis en la obra Territorios de soberanía española en Oceanía, publicada en 1950 por el Instituto de Estudios Africanos del CSIC. Pero mientras, el asunto había llegado hasta el Consejo de Ministros del gobierno franquista, que en enero de 1949 examinaba la petición elevada por Pastor para quitarse de encima la incómoda cuestión con un "mientras no se aclare el asunto, procede esperar [...]". España aún no pertenecía a la ONU, y Franco no quería enemistarse con los aliados.
Lo cierto es que posteriormente varios expertos han considerado que el argumento de Pastor era escasamente sólido, por varios motivos. En primer lugar, y dado que Grijalva no anotó la situación de las islas en el mapa, su asignación a territorios con otros nombres actuales fue algo más bien tentativo en algún caso.
Pero además, y dejando de lado que España nunca ejerció una presencia activa en aquellos territorios, los nombres españoles de aquellas islas sí aparecían en un acuerdo anterior de 1885 en el que Alemania y España se habían repartido el dominio de la región. La venta de 1899, arguyen los expertos, era en lote; aunque no se especificaran los nombres de todas las islas en el contrato, España no tuvo ninguna intención de retener posesiones en el Pacífico.
La inexistente Micronesia Española
Pese a todo, el asunto no ha dejado de resurgir periódicamente en los medios a lo largo de las décadas: con el fallecimiento de Pastor en 1956, o en 1976 con ocasión de la incorporación de las islas Marianas como estado libre asociado de EEUU. Más recientemente, en la era de internet, la llamada Micronesia Española se ha convertido en un tema recurrente, discutido en foros, blogs e incluso en la Wikipedia. Mientras, la descolonización del Pacífico ha ido repartiendo las islas de Kapingamarangi (Pescadores), Mapia (Güedes), Nukuoro (Monteverde) y Rongrik (Coroa) entre los Estados Federados de Micronesia, Indonesia y la República de las Islas Marshall.
La última y estrafalaria aparición de los atolones del Pacífico en la política nacional se produjo en 2014, cuando un diputado de Amaiur preguntó al gobierno por este asunto en el Congreso. La respuesta del Ejecutivo fue que no, que no existe la Micronesia Española, y que "la intención de España al firmar el tratado con Alemania era traspasarle todas sus posesiones en el Pacífico".
Pero la Micronesia Española aún podía dar algo más de sí, y es que hoy en día parece que no hay territorio con la más mínima sombra de duda sobre su estatus, aunque esta duda haya quedado aplastada por el peso de los hechos históricos, que escape a la nueva moda del micronacionalismo. El 14 de noviembre de 2012, Augusto Prieto Fernández tomaba posesión online de las islas, declarando su independencia bajo el nombre de Estado de Oceana y autoproclamándose jefe de estado con el título de Dux.
Estado patafísico
La mayoría de las micronaciones reclaman soberanía sobre la propiedad de sus fundadores o sobre territorios no habitados que los micronacionalistas consideran de pertenencia indefinida. En otros casos, como el Principado italiano de Seborga, algunos de sus habitantes se acogen a una presunta laguna histórica sobre la soberanía del enclave. Oceana no tiene nada de esto: se trata de atolones, algunos habitados, que pertenecen sin cuestión a otras naciones, y cuyos residentes ni siquiera tienen la menor noción de que sus islas algún día estuvieron bajo el imperio de un país llamado España del que jamás han oído hablar.
Es difícil saber si Oceana en algún momento ha llegado a albergar alguna pretensión seria, o si es un mero divertimento. Como mínimo, su Declaración de Independencia fue enviada y recibida por el gobierno español, y sus responsables se han molestado en preparar una bonita página web que anuncia la futura puesta en marcha del kit micronacionalista habitual: sellos, moneda, pasaporte, documento de ciudadanía, títulos nobiliarios y una gama de merchandising que incluye camisetas, bolígrafos, llaveros, mecheros y hasta vajillas.
Por otra parte, la propia autodefinición de la micronación en su web como "estado posmoderno, físico, patafísico [que viene a ser lo contrario de la física], virtual y mental", y la afirmación de que su soberanía "no pretende interferir en –ni es incompatible con– la de otros estados", sugiere que sus fundadores llaman "estado independiente" a lo que más bien parece un club, o una asociación de amigos de los atolones del Pacífico que un día fueron españoles sin que en realidad lo hayan sido nunca, más que patafísicamente.
Lo cual no ha impedido a Oceana nombrar representantes diplomáticos en Roma, Barcelona y La Habana, todo ello antes de interrumpir bruscamente su construcción: la cuenta de Twitter de Oceana permanece anclada en 2015, y su web no se actualiza desde entonces. Ante los intentos de contacto de este diario, el gobierno de Oceana sólo ha respondido con un silencio administrativo tan apacible como el rumor de las olas en una playa del Pacífico.