Cuando pensamos en la grasa de nuestro cuerpo nos vienen a la mente imágenes de michelines, lorzas, papadas y 'flotadores'. Estas pequeñas imperfecciones, que hay que aprender a querer pero también a controlar para evitar los problemas de salud derivados del sobrepeso y la obesidad, cumplen un propósito. Son depósitos de tejido adiposo blanco que el cuerpo almacena como fuente de energía, un mecanismo que va perdiendo eficacia con la edad.
Hay otro tipo de grasa, sin embargo, oculta a la vista y menos abundante. Se trata del tejido adiposo pardo, o 'grasa marrón', más oscura que la blanca por estar más vascularizada y ser más densa en mitocondrias. Su función es la de producir calor y, por lo tanto, se metaboliza con más facilidad que la blanca. Nuestro organismo es rico en ella cuando somos bebés para protegernos del riesgo de hipotermia pero, como tantas otras cosas buenas de la vida, la vamos perdiendo al hacernos mayores.
Cuando el tejido adiposo pardo se queda sin reservas para mantener la temperatura corporal se produce un intercambio. La grasa marrón 'recluta' células del tejido blanco, los adipocitos, transformándolas en 'grasa beige' por un proceso denominado browning. Las células así 'enmarronadas' se queman para producir calor, algo que desde hace años los investigadores buscar cómo estimular para que la 'grasa buena' gane terreno a la 'mala' en nuestro organismo.
Sin embargo, según revelan los investigadores de la Georgia State University, este enfoque para tratar la obesidad y el sobrepeso no es el adecuado, según el estudio publicado en Cell Metabolism. El equipo del doctor Liqing Yu, del Centro de Medicina Molecular y Traslacional, y del Instituto de Ciencias Biomédicas, ha descubierto que el mecanismo de producción de calor en base a la grasa no es indispensable. El cuerpo puede mantenerse caliente si se interrumpe, siempre y cuando siga bien alimentado.
Comer para mantenernos calientes
Los investigadores se centraron en la observación experimental de la lipólisis en ratones, el proceso metabólico involucrado en la transformación de la grasa contenida en los cuerpos lipídicos del tejido adiposo pardo para generar calor. Si este mecanismo se interrumpía, la temperatura corporal de los roedores terminaría cayendo por debajo del umbral que permite el funcionamiento del organismo y morirían de frío.
Los ratones habían sido modificados genéticamente para inhibir la producción de la proteína CGI-58, que desencadena la lipólisis. En un grupo, esta función se frenó para la grasa marrón, mientras que en otro lo estaba también en la blanca. "Nos sorprendió descubrir que los ratones que carecían de CGI-58 en la grasa marrón no caían bajo el umbral de temperatura corporal crítica y de hecho era más elevada que la de los ratones en el grupo de control cuando les alimentamos mientras les exponíamos al frío" - explica el doctor Hyunsu Shin.
En el caso de los sujetos de estudio en los que la lipólisis se interrumpió para ambas grasas, también lograban mantenerse por encima del umbral de temperatura crítica si tenían acceso a comida. "Hemos cambiado el paradigma" - anunciaba Yu. "La lipólisis de cuerpos lipídicos no es indispensable para que los mamíferos se defiendan del frío. Lo que hace, en cambio, es determinar de forma crítica la selección de combustible para la grasa marrón y el enmarronamiento de la grasa blanca".
El investigador es categórico: "No necesitamos de ese proceso para general calor mientras se nos provea de combustible". Y es ahí donde se abre la perspectiva de adelgazar comiendo: en un entorno controlado y con ayuno se podría incentivar la quema de tejido adiposo blanco para "eliminar la grasa acumulada" y reemplazarla a continuación por la comida como mecanismo de producción y mantenimiento de la temperatura corporal. "Eso es lo que realmente interesa a la gente", reconoce Yu.