Tenían una tecnología más desarrollada y trajeron consigo enfermedades nunca vistas en los territorios que hoy conforman Europa. Los yamnaya, cuyo nombre significa literalmente "hoyo" en ucraniano, suelen ser conocidos por algunos arqueólogos como "la cultura de los túmulos". Un nombre más que apropiado para esta tribu, originaria de los territorios comprendidos entre los mares Negro y Caspio y pertenecientes a Rusia en la actualidad.
Según un nuevo estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, los yamnaya habrían invadido la Península Ibérica hace 4.500 años. Sus autores afirman que tras su llegada, la línea genética masculina preexistente desapareció. Fueron los hombres colonizadores quienes dejaron descendientes en los territorios que hoy conforman España y Portugal.
Los europeos actuales son la suma de tres grandes migraciones. La primera, hace 37.000 años, se produjo tras la llegada de unos cazadores en el paleolítico superior, tal y como determinó este estudio de Nature en 2016. La segunda provenía de la actual Turquía. Los nómadas que migraron eran agricultores en las estepas de la actual región de Anatolia. La tercera corresponde a la invasión del pueblo yamnaya.
Los resultados de la investigación, conducida por el genetista David Reich, han sido adelantados en el congreso científico New Scientist Live en Londres. Reich pretende completar el trabajo que desarrolla en su libro Who We Are and How We Got Here: Ancient DNA and the New Science of the Human Past ('Quiénes somos y cómo llegamos hasta aquí: El antiguo ADN y la nueva ciencia del pasado humano)'.
En la conferencia del pasado 22 de septiembre, recogida en este artículo, se defiende la "conquista violenta" por parte de los yamnaya en la Península Ibérica. Reich llegó a esta conclusión tras descubrir "un reemplazo completo del cromosoma Y" en la línea genética hispano-lusa. El estudio cree que la gran mayoría de los hombres nativos fueron asesinados o sometidos a condiciones de esclavitud. Tan solo sobrevivieron las mujeres, afirma el artículo científico, quienes perpetuarían la línea genética de estos íberos primitivos... mediante los hijos de los yamnaya.
Pionero en este campo, el científico arroja algo de luz sobre ciertos enigmas, como el origen y la expansión de las lenguas indoeuropeas. También aprovecha para denunciar los abusos cometidos en nombre de los orígenes históricos o genéticos. Reich menciona a los nazis, y reconoce que ciertas ideologías tratarán de aprovechar sus descubrimientos.
La hipótesis contraria: no vencieron, convencieron
Sin embargo, algunos colegas de Reich disienten. En 2015 su equipo ya avanzaba algunas de las conclusiones publicadas actualmente. David W. Anthony, un arqueólogo que participó en ese estudio, afirmaba entonces que la expansión de los yamnaya por Europa fue pacífica. En este reportaje de The New York Times defendía que "no fue como Atila y los hunos, asesinando a todo el mundo en cuanto llegaban". Anthony cree que lo más probable es que los yamnaya "encontrasen algún tipo de oposición a largo plazo", durante un par de siglos. Parece inevitable, concluye, que finalmente las barreras culturales convergiesen.
Pero los yamnaya no se limitaron a colonizar la Península Ibérica. El 90% de los genes de Gran Bretaña, 4.500 años atrás, fueron reemplazados por la llegada de la tribu asiática. No tuvieron que esforzarse demasiado: las enfermedades que trajeron y el cambio climático vigente -entre el 6000 y el 2500 a.C se sucede un periódo cálido conocido como el Hipsitermal- hicieron la mayor parte del trabajo.
Además, la tecnología empleada por los yamnaya era más avanzada: ya contaban con la rueda y con animales domesticados. "Este pueblo se expande por un territorio enorme: desde Mongolia, pasando por Hungría hasta llegar al interior de Europa. Representan la principal contribución [a la genética] de los europeos actuales", afirma Reich.
El genetista se consolida así como una figura de referencia respecto al análisis del ADN prehistórico. En 2017 recibió el premio Dan David de Arqueología y Ciencias Naturales por sus descubrimientos en las mezclas genéticas entre neandertales y nuestra especie.
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