El solsticio de invierno antes de Papá Noel: banquetes y cabras sacrificadas
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Hace unos cuantos años la Navidad en España se basaba en comer con la familia, poner una representación del portal de Belén en casa, ir a la misa del gallo el 24 de diciembre y esperar la noche del 5 de enero a que vinieran los bíblicos Reyes Magos a dejar regalos a los niños.
De la noche a la mañana los españoles tuvieron que adaptarse a las hordas de árboles de Navidad, de papá noeles y de villancicos de Mariah Carey. Más de una vez hemos oído que el sentido de la Navidad se ha perdido y que ya no es lo de antes. Pero, ¿y si lo de antes eran los árboles de Navidad y los regalos? Mariah, nadie te está llamando anticuada.
Para descubrirlo hay que remontarse muchos años, tantos que no existía la Humanidad. Lo principal que debemos de saber es que el origen de la fiesta es astronómico. Los solsticios son unos fenómenos científicos que ocurren dos veces al año desde, prácticamente, la formación de la Tierra. Pero vayamos por partes.
La Tierra gira alrededor del Sol (a los humanos nos costó mucha sangre asimilarlo pero ahora estamos convencidos). Ese recorrido que lleva a cabo nuestro planeta tiene forma de elipse y no de círculo perfecto. El Sol no se ubica en el centro de la elipse, sino que está desplazado en un lado de ella. Por último, hay que decir que la Tierra, a la vez, gira sobre sí misma, pero su eje está inclinado y, por eso, cuando en el hemisferio norte es invierno, en el hemisferio sur es verano. Los rayos del Sol siempre incidirán con más fuerza en uno de los hemisferios, pero nunca de igual manera.
Una fiesta ancestral
Los solsticios, por lo tanto, son los momentos precisos en los que la Tierra está más cerca y más lejos del Sol en ese viaje elíptico. El solsticio de invierno (y de verano en el hemisferio sur) es el momento en el que la Tierra está más lejos del Sol, y en el solsticio de verano (y de invierno en el hemisferio sur) la Tierra está en el punto más cercano al Sol.
Esto es lo que sabe la ciencia en la actualidad, pero los humanos se percataron del principal efecto que tienen los solsticios antes de inventar la escritura. Observaron que tras el solsticio de invierno los días duraban cada vez más y las noches menos hasta llegar al solsticio de verano. El solsticio de verano era el día más largo de todos pero, a partir de él, las horas de sol volvían a decrecer en duración.
Este descubrimiento daba las claves para establecer la duración aproximada de un año en función de las estaciones. El solsticio con las noches más largas daba comienzo al invierno y el solsticio con la noche más corta al verano. Entre medias, los equinoccios (el momento en el que la Tierra se encuentra a medio camino entre los solsticios y en el que la distancia hasta el Sol es igual) que señalaban la primavera y el otoño.
Los humanos comenzaron a celebrar rituales mágicos durante los solsticios y nosotros no hemos perdido mucho de esa tradición: la Navidad y las hogueras de San Juan son prueba de ello. Sin embargo, es el solsticio de invierno la fiesta que fue creciendo en protagonismo hasta llegar a nuestros días.
Antes de Cristo
Antes de la llegada del cristianismo, Europa celebraba dos fiestas durante el solsticio de invierno dependiendo de la localización: Saturnalia en el Imperio Romano y Yule en el mundo germánico y nórdico. Saturnalia, como su propio nombre indica, eran unas fiestas dedicadas al dios Saturno, dios de la agricultura y de la cosecha, y símbolo del tiempo. La fiesta consistía en celebrar el fin de la cosecha de otoño, participar en banquetes, intercambiar regalos y romper con las normas sociales. Esto nos suena.
Para más inri, Saturnalia tenía una decoración propia: “Cuando las plantas morían los paganos metían plantas perennes en sus hogares como acto de compasión y magia para guardar la esencia y la vida vegetal hasta la primavera. Los nórdicos se apropiaron, más tarde, de esta bella costumbre que acabó llamándose árbol de Navidad”, explica Sheldon Cooper, personaje de The Big Bang Theory, en uno de sus acelerados discursos.
Efectivamente, los nórdicos tenían una costumbre similar: en Yule se colocaba un árbol dentro de casa recordando a Yggdrasil, un árbol sagrado. También sacrificaban una cabra en honor al dios Thor (ya sabéis, el marido de Elsa Pataky) que, posteriormente, se convirtió en el símbolo de las fiestas y se decía de ella que traía regalos. En Finlandia, más tarde, un anciano sustituyó a esta cabra repartiendo regalos. Esto también nos suena.
Después de Cristo
Las fiestas del solsticio de invierno tenían en común que celebraban que los días se hacían más largos, es decir, nacía la luz y la oscuridad era vencida. La metáfora del bien y del mal que tiene más años que el clavo de un calendario. Cuando el cristianismo se oficializó en Europa establecieron el nacimiento de Jesús (la luz del mundo) en esa fecha, llegando a nuestros días una fiesta mestiza entre el mensaje religioso y las tradiciones más ancestrales.
Yggdrasil es ahora el árbol de Navidad, los banquetes de Saturnalia son las cenas en casa de tus abuelos, el sacrificio de la cabra es el cordero asado en Navidad, el anciano que trae regalos es Papá Noel y los Reyes Magos, y la ruptura con las normas sociales, la fiesta de Nochevieja. Si tu te has sorprendido, imagínate Melendi que dijo que “la Navidad la ha inventado El Corte Inglés”.