La Guerra Fría comenzó tras la II Guerra Mundial, pero probablemente la fecha que marcó un punto de no retorno entre los antiguos aliados, Estados Unidos y la Unión Soviética, fue 1949. Hace ahora 70 años los rusos realizaron su primera prueba nuclear.
La confirmación de que se había producido una explosión atómica en la URSS supuso una conmoción para el mundo, que parecía encaminarse hacia una "carrera endemoniada", como decía la prensa de la época, hacia la autodestrucción.
Muchos se preguntaban cómo era posible que los comunistas hubieran conseguido su propia bomba nuclear sólo cuatro años después de Hiroshima y Nagasaki. No cabía duda de que tenía que haberse producido algún tipo de trasvase de información o espionaje científico.
De hecho, la búsqueda de espías que trabajaban para el enemigo había comenzado ya en 1945, cuando se constató la existencia de una red de espionaje soviético en los países occidentales.
El físico nuclear británico Allan Nunn May confesó haber enviado información a Moscú relacionada con la investigación atómica y tras él fueron arrestados otros científicos en años sucesivos. La condena en todos los casos fueron unos cuantos años de cárcel.
Sin embargo, hubo dos personas con peor suerte a pesar de que probablemente su implicación no había sido ni mucho menos tan grave. El estado de alarma que generó la primera prueba nuclear de los rusos en 1949 jugó en su contra. Hablamos del matrimonio formado por los neoyorquinos Julius y Ethel Rosenberg.
Aunque ambos pertenecieron a las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos, parecían tener una relación bastante lejana con los proyectos atómicos americanos, salvo por un pequeño detalle.
Ethel era hermana de David Greenglass, un maquinista que trabajaba en el centro de investigación nuclear de Los Álamos, desde donde se coordinó el Proyecto Manhattan, que daría lugar a las primeras armas nucleares.
David fue detenido en 1950 acusado de espionaje, justo cuando acababa de desatarse el pánico por los avances de los rusos y al tiempo que estallaba la Guerra de Corea. Para rebajar su condena y salvar a su esposa colaboró con el FBI y acusó directamente a su hermana y a su cuñado. Según explicó, fueron ellos quienes le incitaron a obtener información.
Julius y Ethel fueron detenidos y en el juicio David aseguró que su hermana había transcrito los datos que él mismo había obtenido y se los había hecho llegar a diplomáticos rusos. El matrimonio fue condenado a muerte, convirtiéndose en los primeros y únicos civiles estadounidenses ejecutados por espionaje en la Guerra Fría.
El juez incluso les hizo responsables de las muertes de soldados estadounidenses en Corea. Murieron en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953 y dejaron dos hijos pequeños, Michael y Robert, que acabaron siendo adoptados por una pareja canadiense, los Meeropol.
Unas notas sin valor
Aquellas famosas notas de Ethel fueron el elemento clave. Sin embargo, ni Julius, que era ingeniero eléctrico, ni su esposa, que trabajaba como secretaria en una empresa de transporte, tenían la formación necesaria para comprender si aquello tenía algún valor.
De hecho, los historiadores creen que no lo tuvo. Es cierto que los soviéticos consiguieron información relevante a través del espionaje que aceleró el logro de su bomba atómica, pero los datos que proporcionaron los Rosenberg fueron "confusos e irrelevantes".
El caso se convirtió en un escándalo porque dentro y fuera de Estados Unidos se evidenciaron las irregularidades y la dureza de la condena con respecto a otros casos, pero estaba en auge la 'caza de brujas' impulsada por el senador Joseph McCarthy, había miedo y la sociedad americana estaba para pocas bromas.
En el último momento, a pesar de las presiones internacionales y de las manifestaciones, el presidente Eisenhower denegó el indulto. Treinta años después Bob Dylan les dedicó una canción.
En 2016, Michael y Robert Meeropol solicitaron a Barack Obama que su madre, Ethel, fuera exonerada póstumamente, argumentando que nunca tuvo verdadero conocimiento de las actividades como espía de su marido. Tampoco ellos obtuvieron respuesta del presidente.
[Más información: Si explota una bomba nuclear, jamás subas a un coche]