Hace aproximadamente 466 millones de años, mucho antes de que los dinosaurios reinasen sobre la faz del planeta, la Tierra se congeló. Los mares se cubrieron de hielo alrededor de ambos polos, y una nueva gama de temperaturas nunca experimentada antes sentó las bases para una eclosión evolutiva de nuevas especies.
¿Por qué ocurrió esta Edad del Hielo conocida como Glaciación del Ordocívico? La pregunta ha recibido respuesta ahora gracias a un estudio publicado en Science Advances y que sitúa el origen del fenómeno en una gigantesca colisión entre asteroides en el espacio exterior, que terminó llenando de polvo la atmósfera y provocando un enfriamiento global.
"Se puede comparar a ponerte en el centro de tu salón con la bolsa del aspirador entre las manos y reventarla, solo que a una escala mucho mayor", ilustra Birger Schmitz, profesor de Geología de la Universidad de Lund (Suecia) y jefe del estudio. "Ha sido una sorpresa total. Durante 25 años habíamos manejado hipótesis muy diversas sobre qué pudo pasar".
Lo cierto es que la Tierra recibe constantemente materia proveniente del espacio, restos de asteroides y cometas que sin embargo suponen una pequeña proporción del polvo atmosférico: las cenizas volcánicas, la sal marina o las nubes de polvo desértico contribuyen en mucha mayor medida. Sin embargo, la ruptura de un asteroide de unos 150 kilómetros de largo entre Marte y Júpiter proyectó suficientes escombros como para oscurecer los cielos.
"Lo normal es que la Tierra incorpore 40.000 toneladas de materia extraterrestre cada año", explica Philipp Heck, profesor asociado de la Universidad de Chicago (EEUU) y otro de los autores. "Imagínate multiplicarlo por mil, o por diez mil. Por ponerlo en contexto, anualmente nos cae encima el equivalente a mil camiones llenos de polvo interestelar. Pero durante un par de millones de años después de la colisión, habría supuesto el contenido de diez millones de camiones al año".
"Nuestros resultados muestran por primera vez que este polvo ha sido capaz en determinadas épocas de enfriar la Tierra de forma dramática", añade Schmitz. "El estudio puede proporcionarnos un conocimiento mucho más detallado y de base empírica de este fenómeno, y esto a su vez nos ayudará a evaluar mejor el realismo de las simulaciones".
Océanos de hielo
Para llegar a esta conclusión, los investigadores buscaron restos de polvo espacial en rocas de 466 millones de años de antigüedad, y compararon los resultados con los minúsculos micrometeoritos encontrados en la Antártida. "Estudiamos la materia extraterrestre y los meteoritos en el estrato sedimentario de la Tierra, es decir, en las rocas que una vez fueron el lecho marino", explica Heck. "Después la extrajimos para averiguar qué era y de dónde vino".
El proceso fue el siguiente: se sometieron las muestras a un tratamiento ácido que consumió la roca dejando intacto los restos de polvo estelar, para analizar a continuación su perfil químico. En paralelo, se analizaron las rocas del ancestral lecho marino para identificar elementos extraños a la corteza terrestre e isótopos -átomos particulares- que podrían indicar su origen extraterrestre.
Por ejemplo, explican los autores, los átomos de helio tienen normalmente dos protones, dos neutrones y dos electrones. Pero algunos de los disparados por el Sol tienen un neutrón de menos. Si estos isótopos especiales de helio aparecen junto a metales raros que tienden a formar parte de los asteroides, tenemos la prueba de que este material llegó del espacio.
Que estos indicios aparezcan en las rocas que formaban el fondo arenosa del mar hace 466 millones de años es una "coincidencia perfecta", valora Schmitz, porque coinciden con otra evidencia de aquella Edad de Hielo: por su forma, los geólogos pueden saber que los océanos eran menos profundos de lo habitual en otra era. Y el motivo es que gran parte del agua de la Tierra permanecía atrapada en casquetes de hielo y glaciares. "El polvo estelar filtró la luz solar y causó el enfriamiento", concluye.
Un "empujoncito" climático
Como el cambio fue progresivo a lo largo de dos millones de años, la vida logró adaptarse de forma gradual y se produjo una explosión de biodiversidad al aparecer variaciones entre las regiones según las temperaturas. Por el contrario, advierte Heck, un cambio climático como el provocado por la caída del meteorito del cráter Chicxulub en Yucatán tiene consecuencias "catastróficas".
"Hablamos de escalas de millones de años en el enfriamiento global que estudiamos. No tiene nada que ver con el cambio climático causado por el impacto que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, y tampoco se parece al calentamiento global que sufrimos hoy en día", precisa. "Fue un empujoncito".
¿Podría transformarse este hallazgo en una técnica de 'oscurecimiento' que ayudase a combatir la crisis climática actual? Heck se muestra cauto. "El calentamiento global es innegable y cualquier idea razonable debería ser explorada. Pero las propuestas de geoingeniería deben valorarse con mucha cautela y mucho criterio: si algo sale mal, las cosas podrían terminar peor de lo que estaban".
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