Como cada año, en el último domingo de octubre, el próximo fin de semana llegará puntualmente el cambio de hora. Si es usted de los que consideran el cambio de hora un engorro molesto, tengo una buena noticia que darle: este 25 de octubre podría ser la última vez que tengamos que retrasar nuestros relojes.
El motivo es la decisión del Parlamento Europeo de poner fin a la práctica del cambio de hora. Esta decisión ha sido respaldada por una consulta pública realizada a 4,6 millones de europeos, que arrojó un arrollador 84 % a favor de abolir el cambio de hora. Entre los encuestados españoles, el voto a favor superó ampliamente el 90 %.
Las razones para abandonar el tradicional cambio de hora son variadas. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo con la más obvia: el cambio de hora es un engorro que nos causa un par de días de molestias. Existe además bastante controversia sobre el supuesto ahorro energético generado, además de evidencias de una mayor incidencia de accidentes de tráfico.
¿Horario de invierno o verano?
Los Estados miembros de la Unión Europea han sido emplazados a tomar la decisión de acogerse al horario de invierno o al de verano, de manera permanente, antes de abril de 2021. Abrazar el horario de invierno o el de verano de forma permanente no es una decisión sencilla, y tampoco está exenta de polémica.
Desde un punto de vista sociopolítico, esta decisión presenta dificultades. Entre ellas, destaca la posibilidad de que países vecinos que actualmente comparten huso horario se acojan a horarios diferentes. Sería poco deseable que Bélgica, Holanda y Alemania, por poner un ejemplo, escogiesen horarios diferentes. Una coordinación eficaz entre países miembros requerirá diálogo, voluntad política y diplomacia.
Un problema aún más fundamental es que el cambio de hora mitiga los efectos de un fenómeno astronómico que seguirá estando ahí después de abolir la norma: la variabilidad de horas de sol a lo largo del año. Para mayor dificultad, esta variabilidad depende no solo del día del año, sino también de la posición del observador.
Diagramas solares y cómo leerlos
El estudio de la relación entre horas de luz, posición y fecha se pierde en la noche de los tiempos. No es exageración ni licencia poética: el tema comenzó a estudiarse en los tiempos de los babilonios, ya figuraba en el Almagesto de Claudio Ptolomeo y forma parte de la vida cotidiana de, por ejemplo, los marinos, desde las primeras ediciones de los almanaques náuticos del siglo diecisiete.
A día de hoy, con el acceso rápido y sencillo a bases de datos y paquetes de software, es fácil simular los efectos de los escenarios posibles en cualquier localidad del mundo.
Para ilustrar el presente artículo, he desarrollado una pequeña aplicación (código fuente aquí) que genera diagramas de luz solar (sin tener en cuenta efectos atmosféricos) a lo largo del año para cualquier municipio de la UE con una población superior 100.000 habitantes. Invito al lector a buscar la suya o, en su defecto, la más cercana, ya sea en el applet interactivo o en la lista de municipios españoles y europeos.
En el siguiente diagrama se puede comparar la situación de la ciudad de Barcelona con cambio de hora (como en la actualidad) y con horario de verano permanente. Obsérvese cómo el cambio de hora mantiene el horario del amanecer aproximadamente estable en torno a las 8 de la mañana, mientras que con un horario de verano permanente, los amaneceres invernales se producirían pasadas las 9.
Un modo más compacto de visualizar esta misma información es representando los tres posibles horarios en una sola gráfica con diferentes colores.
Explorando diferentes posibilidades, observamos cómo la distribución de horas de luz depende drásticamente de la latitud (la posición en el eje norte-sur), siendo más uniforme cuánto más cerca estemos del ecuador. Así lo muestra esta comparación entre Estocolmo y Santa Cruz de Tenerife:
Efectos de la longitud
La longitud geográfica, esto es, la posición este-oeste, también es crucial. De hecho, esta es la razón por la que tenemos diferentes husos horarios (el famoso “una hora menos en Canarias”).
A título de ejemplo, veamos el diagrama correspondiente a A Coruña y Maó (Menorca), dos de las localidades más occidentales y orientales (respectivamente) de España (excluimos aquí las localidades canarias que, si bien son aún más occidentales que las gallegas, se rigen por otro huso horario). Vemos que, a pesar de encontrarse en una latitud similar y pertenecer al mismo huso horario, el amanecer y el anochecer suceden con algo más de una hora de diferencia entre ambas.
Vemos también que acogerse permanentemente a un tipo de horario puede tener efectos poco deseables en estas localidades. Por ejemplo, con horario de invierno permanente, habrá días en Maó en los que amanezca a las 5 de la madrugada y anochezca antes de las 18. Por otra parte, si nos acogemos al horario de verano, habrá días a principios de enero en los que en A Coruña no saldrá el sol hasta las 10 de la mañana.
Una decisión bien informada suele ser sinónimo de una decisión sabia. Los aspectos socioeconómicos del cambio de hora son muy difíciles de predecir, pero los aspectos astronómicos, por el contrario, son casi tan predecibles como el movimiento de un reloj. Y hoy más que nunca están a nuestra total disposición.
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especialista en computación científica en el Netherlands eScience Center.**Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.