Paul Wassmann, ecólogo: "España debe ir al Ártico para saber por qué nieva medio metro en Madrid"
"Hay que prepararse para el futuro: zonas como la de Valencia van a verse afectadas por el aumento del nivel del mar", alerta el especialista.
17 mayo, 2021 11:28Noticias relacionadas
El deshielo del Polo Norte es un problema global acuciante que nunca ha dejado de estar en boca de todos. Sin embargo, con toda una vida a sus espaldas dedicada a la investigación de esta región, el ecólogo marino Paul Wassman constata con preocupación que muy pocos están interesados en escuchar lo que realmente tienen que decir los científicos. Ni los líderes políticos, que ensayan jugadas cada vez más peligrosas -un submarino nuclear estadounidense ha atracado en su hogar de Tromsø, Noruega, a la puertas de Rusia, el mismo día de la entrevista-, ni los activistas climáticos, inmersos en un catastrofismo climático que no comparte.
Wassman pensó entonces en acudir a 30 expertos para abordar con un enfoque pluridisciplinar la problemática: expertos en relaciones internacionales, antropólogos que han vivido con los pueblos del norte, biólogos, geólogos, físicos... "Contribuyeron, y fue un gran honor. Pero entonces me encontré con un gran problema. ¡Tenía el libro listo, pero nadie quería publicarlo!", explica. Hasta que recibió una carta de la Fundación BBVA: ellos editarían el libro Whither the Arctic Ocean? (¿Hacia dónde va el Ártico?). "Fue una gran alegría, pero me enseñó una lección: el mundo está muy poco preparado para las soluciones integrales".
La recopilación de áreas del saber aboga, en sus palabras, por una "sabia gestión del ecosistema y los recursos basada en la ciencia" para el Ártico. ¿Cómo describiría esta visión?
En términos generales, los recursos naturales deben abordarse con un enfoque del ecosistema al completo. Y para ello hay que conocer primero el ecosistema. Pero se presentan dificultades, porque cada país tiene un enfoque diferente. Y no todos están por la labor de basarse en la ciencia. No hablo por España, porque no la conozco, pero a menudo los ministerios de Medio Ambiente o Pesca no consultan con los investigadores, los centros de investigación y las universidades, y eso provoca que el enfoque de gestión de ecosistemas y recursos sea débil. Esta no es una forma segura de caminar hacia el futuro, solo porque los científicos tengamos opiniones divergentes. Lo que hago en el libro es apelar a las instituciones con las personas que tienen soluciones, y pedirles que escuchen lo que tienen que decir.
Una lección del libro es que, pese al esfuerzo investigador sin precedentes sobre el Ártico en las últimas décadas, todavía hay mucho que desconocemos.
Sí, eso es muy cierto. Por motivos políticos, la intensidad de la investigación en la Antártida es mucho mayor. ¡Hasta España tiene un programa antártico! Pero el Ártico está mucho más cerca de Europa y lo que ahí ocurre afecta a nuestros países. Ningún país tiene frontera con la Antártida y todos pueden esperar sacar algo en términos de recursos, pero hay cinco países costeros árticos, y ahí entra la geopolítica. Durante la Guerra Fría, el Ártico se militarizó pero no se investigó. Nunca ha habido cooperación internacional. Esa batalla la perdimos en los 50 y 60. Hemos empezado muy tarde, cuando el ecosistema ya estaba cambiando. En Noruega, no hemos tenido un rompehielos hasta hace poco: en cuanto topábamos con el hielo, teníamos que parar.
¿Debemos aceptar que veremos un Ártico sin hielo en verano en cuestión de décadas, pero que no debemos considerarlo 'una catástrofe'?
A los científicos no nos gusta usar palabras grandilocuentes como 'catástrofe'. Definir de esta manera a un ecosistema cambiante le da inmediatamente una connotación negativa. Los cambios están ahí y hay que vivir con ellos. Hay gente viviendo en el Ártico: los pescadores del mar de Barents sacan 15 millones de raciones cada día. Imagínate, ¡un tercio de la población de España cada día para cenar! Y no se les puede decir que se dirigen a una catástrofe. Tienes que estar muy desconectado de esa realidad como para usar esa palabra. No es juicioso educar a los niños con miedo al futuro. No será tan bueno como el presente por varios motivos, pero no puedes pedir responsabilidad a la gente si les dices que nos vamos al infierno.
Asistimos a un impulso del activismo climático juvenil, dispuesto a revertir a cero el calentamiento, cueste lo que cueste. ¿Cree que hay conflicto? ¿Que para ellos, la 'adaptación' al cambio climático es una 'claudicación'?
No es fácil responder. Yo sigo dando clases en la universidad, con nuevos grupos de jóvenes cada año, con opiniones muy distintas de las que yo tenía cuando estudiaba hace casi 50 años. Veo su escepticismo de cara al futuro. Acusan a mi generación: "¡Vosotros nos quitásteis la buena vida!". Y eso se puede instrumentar políticamente. Tú podrías culpar a tus abuelos por Franco. Yo, que soy alemán, podría pedir cuentas por lo que ocurrió en los años 30 y nos obligó a vivir en un país dividido. Pero en muchos otros aspectos, las nuevas generaciones tienen la actitud correcta. No creo que podamos salvar el Ártico, son 'los pecados de nuestros padres'. Pero recortar las emisiones y gestionar de forma sostenible la pesca es la única respuesta razonable. Ellos tienen voluntad para pagar el precio: menos gasto en combustible, menos consumo de carne... Mediadas que nos podemos permitir, y que si hay algo que las retrasa, es la cabezonería de mi generación. No considero que debamos ser culpados, pero debemos aceptar las críticas.
La transformación del Ártico está teniendo efectos comprobables en España, desde el aumento de las olas de calor en verano a las tormentas invernales, pasando por la erosión costera.
Creo que una de las razones por las que el Ártico se ha investigado tan poco es por cómo vemos el mundo. La perspectiva en la Unión Europea es la de centrarse en los lugares en los que vive la gente, invertir ahí porque así los políticos consiguen ser reelegidos, y en todo el Ártico viven cuatro millones de personas. Pero la funcionalidad del planeta no depende de la población. Hasta el Consejo Superior de Investigaciones Científicas español (CSIC) tendría que mandar una expedición al Polo Norte. España necesita un programa Ártico si quiere una mejor prognosis del tiempo y averiguar por qué cae medio metro de nieve en enero en Madrid. Cuando el mar abierto en el norte se calienta, la evaporación provoca la disrupción del vórtice ártico. Tienes primero aire gélido, y luego, por las fluctuaciones, advecciones de calor y polvo del Sáhara.
Estos cambios también implican inmigración climática: españoles que tendrán que desplazarse al norte cuando sectores como el turismo se vean afectados.
Aquí hay mucho sitio: entre Tromsø y la frontera rusa hay 1.000 kilómetros, y solo viven 16.000 personas. Yo creo que vendrá más gente al norte cuando vivir en las áreas cálidas, como el sur y el centro de España, se vuelva más difícil. Pero tenemos que buscar alternativas, porque también habrá cerca de 100 millones de refugiados a causa de la subida del nivel del mar según el IPCC. Esto está conectado con las emisiones de carbono, y si el país contaminante tuviera que pagar justamente por los daños que ha provocado, estos refugiados se deberían repartir entre los países emisores, tanto España como Noruega y los demás. Nadie quiere plantearse eso: prefieren que vayan a Asia o África. Así que lo que hay que hacer es prepararse para el futuro: zonas como la de Valencia van a verse afectadas por el aumento del nivel del mar, y en Holanda ya están elevando sus diques.
En el Ártico confluyen la crisis climática y ecológica con nuevos intereses geoestratégicos, comerciales por la apertura de nuevas rutas, y económicos por la extracción de recursos. Es uno de los grandes asuntos de nuestros tiempos.
Sí, y no siempre la investigación científica es el factor principal, y debería tener mayor importancia. A los gobiernos no les suele gustar consultar con los científicos de las universidades porque son muy 'criticones'. Pero encontrarían un conocimiento mucho mejor contrastado y ponderado entre centros de todo el mundo. La democracia paga por este conocimiento, pero los líderes solo usan lo que les interesa y pueden controlar. Y lo que queremos demostrar con el libro es que podemos proporcionar este conocimiento: a los militares, a los empresarios, a los políticos... Mi investigación tiene aplicación económica, y en mi visión, estamos contribuyendo a un desarrollo pacífico y con transparencia.