El lunes empieza la Cumbre del Clima de París, formalmente llamada COP21. La cita más importante en la lucha contra el calentamiento global, sacudida por la reciente ola de atentados, se celebrará entre importantes medidas de seguridad. Para alcanzar un acuerdo, los más de 160 países participantes tendrán que llegar a un acuerdo global cuyo primer escollo es la financiación: ¿de qué bolsillos saldrán esos 100.000 millones de dólares anuales (94.282 millones de euros) que se prometió dedicar a la lucha contra el cambio climático en la Cumbre de Copenhague de 2009?
En efecto, la batalla por el clima no tiene que ver con la ciencia ni con la geoestrategia sino, principalmente, con la economía.
A priori, y como en anteriores cumbres, veremos una lucha entre los países más ricos, obligados a pagar, y los países menos ricos pero en auge, que hasta la fecha han intentado escaquearse. Valvanera Ulargui, directora de la Oficina Española contra el Cambio Climático (OECC) y punta de lanza de nuestra delegación en la cumbre, cree que la posición de la Unión Europea será, en principio, muy constructiva.
No sólo pagan los ricos
"El objetivo de los 100.000 millones, conseguidos tanto con financiación publica como con nuevas fuentes que podamos incorporar en el proceso, es muy importante, porque solamente con fondos públicos no vamos a poder cubrir el reto que nos estamos planteando", dice Ulargui en una entrevista a EL ESPAÑOL realizada en su despacho de la calle Alcalá.
Los últimos informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), emitidos en octubre, dicen que estos fondos para el cambio climático alcanzan actualmente los 62.000 millones. "No es una mala cifra, porque aparte crece exponencialmente cada año", dice Ulargui. "Creo que lo vamos a conseguir y que los 100.000 millones están al alcance de los esfuerzos que los países desarrollados vamos a poner sobre la mesa", comenta. Además, apunta a que tienen que ser las naciones más ricas las que lideren este esfuerzo: "No hay fisuras en la posición de España".
Este liderazgo, sin embargo, no se traduce en que los países desarrollados, principalmente los de la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos o Canadá, vayan a desembolsar esos 100.000 millones de dólares anuales. Su objetivo en esta edición de la COP parece ser una estrategia blanda, es decir, no obligar a países como México, Corea del Sur o China a financiar el fondo sino simplemente invitarles a cooperar.
¿Funcionará? La propia directora de la OECC reconoce que "el hecho de que en un acuerdo internacional te exijan hacer algo genera bastante recelo, pero existe esa voluntad" en los países mencionados.
China, por ejemplo, ha anunciado recientemente la creación de un fondo de 3.100 millones de dólares para ayudar a países pobres a combatir el cambio climático, cantidad que supera los 3.000 millones que pocos meses antes ofreció el gobierno de Obama. Que los dos principales emisores de CO2 hayan dado este paso es una señal de un nuevo enfoque, inédito en anteriores cumbres del clima, pero de 3.000 a 100.000 millones todavía queda un trecho enorme.
"En este escenario de la economía global, entendemos que hay países que tienen un PIB per cápita y emisiones ya superiores a la vieja Unión Europea que pueden de manera voluntaria aportar dinero al proceso según sus capacidades", dice Ulargui.
¿Qué parte le corresponde a España?
Otra de las inquietudes importantes que están sobre la mesa es cómo se va
a repartir e informar sobre esa financiación. "Ahora mismo hay unas fórmulas más o menos aceptadas por todo el mundo, que computan las fuentes de financiación y las dividen", explica Ulargui, que irá a París con el objetivo de que, en el futuro, los países no sólo estén obligados a informar sobre sus objetivos de emisiones sino también sobre los de financiación: cuánto podrá aportar cada país al fondo de los 100.000 millones.
Los científicos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) han definido la cumbre de las próximas dos semanas como un tipping point, es decir, un punto de no retorno. Si no se hace nada por el clima ya será demasiado tarde porque, entre otras cosas, será demasiado caro. "Evidentemente, está perfectamente demostrado con datos macro y microeconómicos que no actuar ahora va a ser mucho más costoso, está tan interiorizado en todos los gobiernos como la evidencia científica", concluye Ulargui.
Pero la COP21 también podría ser un punto de no retorno para la confianza de los ciudadanos. Si tras varias cumbres infructuosas los gobiernos no logran un acuerdo, ¿cómo podrán exigirle a la gente que reduzca su huella de carbono o utilice el transporte público? "La señal tiene que ser clara", dice la directora de la OECC, "París no puede ser el final del camino sino el principio hacia una nueva revolución energética, económica y social".