Cientos de incendios asolan desde mediados de diciembre zonas boscosas y de matorrales en las regiones de la cornisa cantábrica. Asturias tuvo que hacer frente a cientos de focos la semana pasada -había 82 incendios forestales activos este lunes, aunque el día 20 amaneció con 141-, mientras que Cantabria sufría a principios de esta semana más de 80 focos, con al menos 2.000 hectáreas de "extraordinario valor ecológico" calcinadas. ¿Cuál es la explicación para tal cantidad de incendios?
Antonio Díaz es guarda forestal en Cantabria desde hace 34 años. Trabaja en la comarca 13, en la zona costera entre Torrelavega y Unquera, donde en el momento de esta conversación con EL ESPAÑOL seguían activos siete incendios. Reconoce que nunca ha visto una situación igual. "Parecida sí, quizá hace unos 20 años", apunta. Para él, como experto, no cabe duda de que en su gran mayoría los fuegos tienen su origen en la actividad de los ganaderos.
"Aquí los incendios son algo cultural; Cantabria, Asturias, el Pais Vasco, son unas regiones ganaderas", comenta Díaz. "Como en todo el norte de España, las cabañas de vacas autóctonas -tudanca y otras- están seis o siete meses vagando libremente por las montañas, pastando", afirma. "La manera de conservar y regenerar pastos de montaña es quemando, ya que la hierba verde, si no tiene un consumo muy intenso del ganado, enseguida queda cubierta por matorrales".
Precisamente por eso, "los ganaderos, de toda la vida, queman las brañas para que se generen pastos y no se pierdan", asegura este guarda forestal. "Los ganaderos van 'a limpiar el monte', dicen, y no hay un rechazo social en la cultura ganadera a estos incendios".
Algunas investigaciones abiertas en incendios ya sofocados durante la semana pasada también apuntan como origen de la mayor parte de los fuegos a la quema de matorral para apertura de pastos. "El 90-95% de los incendios en los montes de por aquí son ganaderos que suben al monte a mediodía y dejan unas mechas que pueden tardar entre 10 y 16 horas en prender; así es imposible evitarlos", dice Díaz.
De hecho, ahora es época de quemas permitidas. Rubén Cabrero, presidente de la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales, recuerda a este diario que "cuando termina la época de alto riesgo de incendios forestales, que en general suele ser hacia mediados de septiembre-octubre, ya se permite quemar en los montes". "Con autorizaciones, con ciertas restricciones, pero ya se permite el uso del fuego", comenta. "Este también es uno de los motivos por los que se produce gran cantidad de incendios".
Fuegos y 'surada'
Unos 400 efectivos trabajan en las labores de extinción en Cantabria, y el ejecutivo regional ha solicitado ayuda adicional de la unidad militar de Emergencias. Los incendios se han multiplicado en los últimos días. En Asturias -que ha prohibido la quema controlada dada la actual situación- los efectivos de Bomberos del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias, las empresas forestales y los Agentes del Medio Natural continúan con las tareas de extinción y vigilancia.
Por ejemplo, Manuel Fernández, guarda forestal y presidente de la asociación de guardas del medio natural de Asturias, se ha pasado toda la noche y parte de la mañana ayudando a extinguir los múltiples incendios generados en el Principado, y charla con EL ESPAÑOL justo antes de irse a descansar. "Llevo 25 años trabajando en esto y nunca había visto condiciones como las de anoche y lo que llevamos de día", dice exhausto. La última información disponible en la región hablaba de más de 80 focos activos, "y lo que es peor, la mayoría de ellos sin intervención porque las condiciones no lo permiten", dice Fernández, "por tierra porque, en un momento dado, puede cambiar el fuego y poner en riesgo la vida del personal; y los medios aéreos no pueden trabajar con unos vientos que superan los 100 kilómetros por hora".
Mientras se lucha contra el fuego, el factor climatológico no ayuda. El viento sur o 'surada' -intenso, muy seco y cálido- propicia la propagación de las llamas. "Los veranos aquí son muy suaves y húmedos, está el monte muy verde y lo verde no arde", afirma Díaz. "El monte suele arder en invierno, cuando llega el frío y la vegetación muere, y gracias al viento del sur", añade. Este viento, que procede de Castilla y en donde se conoce como ábrego, choca contra la cara sur de la Cordillera Cantábrica y deja allí su humedad. Al descender por la cara norte su extiende su efecto secante por todos los valles en su descenso al mar. Este fenómeno se conoce como efecto Föhn.
"El viento sur puede darse durante tres días o durante un mes; si te viene una 'surada' de varias semanas -como es el caso ahora-, pues pasa lo que está pasando: los incendios se precipitan y no hay quien los controle", comenta el veterano guarda forestal. También desde Asturias, Fernández reflexiona que "las suradas tradicionalmente en el norte eran una excepcionalidad en mitad del invierno que te daba un alivio del frío y la lluvia, pero ahora han venido para quedarse".
Cabrero añade a esta ecuación la "sequía acumulada" que sufre el país. "No es común un nivel de incendios tan alto como el que estamos teniendo este año, y tiene que ver con la climatología", comenta. "Mientras que otros inviernos en el norte de España gozaban de una humedad relativa alta y lluvias, este año no está lloviendo prácticamente nada, la vegetación está muy seca y favorece la propagación de los incendios", afirma.
"Esta noche he visto empezar a arder pasto a partir de una chispa, lo había visto en la meseta, pero aquí nunca", recuerda Fernández desde Asturias. "En invierno toda la hoja está en el suelo, y ese material debería estar húmedo por la lluvia, pero con estas condiciones inusuales... está seco como la yesca".
Un poco de historia... y el dinero
Antonio Díaz apunta que el problema de la quema de montes para generar pastos para el ganado genera conflictos desde hace muchos años, nada menos que desde la posguerra. Se refiere al impulso del Patrimonio Forestal del Estado (PFE), un plan de reforestación muy anterior pero que el régimen franquista retomó con fuerza en la década de los 50. "Repoblaron masivamente zonas de matorrales y brañas, en contra de la posición de los ganaderos, a quienes no les dejaron apenas terrenos comunales para los pastos", recuerda este forestal, que sostiene que desde entonces pervive "una guerra de los ganaderos contra el Estado y contra lo que consideraban que les habían robado lo que ellos habían explotado toda la vida".
Pero quizá uno de los factores determinantes a la hora de realizar quemas de monte para pastos hay que encontrarlo en las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, que establece que los ganaderos pueden cobrar subvenciones por animal y por superficie de terreno de pastizal. "A los agentes forestales no nos ha pillado de imprevisto, porque las condiciones son las propicias", dice el asturiano.
"Si queman el monte, el primer año no cobran, pero en cuanto pasan dos, tres, cuatro años, ya es pastizal", apunta Díaz. "Yo creo que habría que darles las subvenciones, porque sería una pena que se extinguiesen los animales autóctonos, pero habría que dárselas con independencia de las dimensiones de los pastos".
Coincide con este diagnóstico Cabrero. "Según los compañeros de las BRIPAS (agentes de investigación del Medio Natural) en Asturias y los agentes forestales en Cantabria, muchos de los casos están relacionados con subvenciones de pastos", comenta, y añade: "Se trata de quemar una superficie de monte para que luego en años sucesivos desaparezca la vegetación arbórea, aparezca la vegetación herbácea y el pasto, las vacas y el resto de ganado empiecen a pastar ahí y se pueda cobrar una subvención".
Este experto llama a una solución más drástica: "Que España tome medidas en terrenos quemados para no poder recibir este tipo de subvenciones". "Así, dejarían de quemar al no tener beneficio económico", concluye.
Además, los agentes forestales se quejan de que "ahora mismo no hay ningún operativo de vigilancia de incendios, ninguno", apunta Fernández. "Si vas al monte ahora mismo con intención de producir un incendio no vas a encontrar patrullas vigilando, salvo las de algunos que hemos salido de forma voluntaria, porque nos lo pide el cuerpo". En ese sentido, el forestal asturiano denuncia "una dejadez en la administración, porque no todo tienen que ser medios de extinción, que es a lo que se han destinado todos los recursos. La vigilancia disuasoria es fundamental", añade.
Al final, lo que está sucediendo en la cornisa cantábrica es fruto de una auténtica tormenta perfecta: meses de sequía, más de dos semanas de 'surada' y las actividades de "limpieza de los montes" por parte de los ganaderos, que buscan abrir pastos como se ha hecho toda la vida: con fuego.