Este jueves se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre con un lema muy clarificador: El futuro de la vida silvestre está en nuestras manos. Pero éste se podría modificar, ya que más bien y sobre todo está en las manos, literalmente, de los traficantes que han convertido el comercio ilegal de flora y fauna en uno de los negocios más boyantes del planeta.
Las estimaciones son muy dispares, pero los informes más alarmistas indican que el mercado negro de estos productos, desde madera a especies exóticas, podría estar moviendo 50.000 millones de euros cada año. Algunas fuentes lo sitúan en cabeza del comercio ilegal internacional, sólo superado por el tráfico de drogas, la venta de productos falsificados y la trata de personas.
El incremento registrado en los últimos años es espectacular. Para muestra, un caso muy concreto: la caza furtiva de rinocerontes en Sudáfrica cuyo objetivo es comerciar con sus preciados cuernos. Mientras que en 2007 se registraron oficialmente 13 muertes, en 2015 los ejemplares abatidos fueron 1.175. Aun así, las autoridades sudafricanas han vendido este dato como un éxito, ya que la cifra desciende por primera vez -el año anterior fue de 1.215-. Para WWF esta buena noticia es engañosa, ya que en realidad el furtivismo se está extendiendo a otros países como Zimbabue y, sobre todo, Namibia, que en dos años ha pasado de cuatro a 80 rinocerontes muertos.
La explicación a la pujanza del fenómeno es compleja, afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL Daniel Challender, científico del Programa Global de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Uno de los factores clave es el desarrollo económico de algunos países. "El aumento de la riqueza en Asia oriental incrementa la demanda de estos productos comercializados ilegalmente", asegura.
Creencias pseudocientíficas
En algunos casos, en el trasfondo del problema se encuentran ciertas creencias pseudocientíficas. Por ejemplo, en Vietnam se ha extendido la idea de que el cuerno de rinoceronte cura el cáncer lo que, unido a su fama de afrodisiaco –aún más popular-, hace que este país lidere la demanda.
En general, las principales rutas del comercio de vida silvestre están muy claras, desde África y algunos puntos de Asia hasta China, Japón y el sudeste asiático. En el origen se sustentan por "las necesidades de las comunidades rurales de África y Asia de alimentar a sus familias".
Como intermediarias, las redes criminales transnacionales que se han visto atraídas por este negocio "debido a los altos beneficios que pueden conseguir, a las inadecuadas penas y las escasas detenciones asociadas a estos crímenes", apunta Challender.
Un informe de WWF recogió un ejemplo clarificador. En la provincia del Noroeste de Sudáfrica llevar cinco gramos de cocaína se traduce como mínimo en cinco años de cárcel, mientras que ser cazador furtivo supone una multa de 14.000 dólares. Para muchos, compensa arriesgarse cuando lo más probable es ganar grandes sumas y no ser atrapado.
El caso de los elefantes africanos es muy similar al de los rinocerontes, alrededor de 30.000 ejemplares son sacrificados cada año para comerciar con marfil. Tampoco se libran del comercio ilegal los tigres, las tortugas y las nutrias, aunque por volumen de ejemplares impacta el caso de los pangolines. Hasta un millón de estos curiosos mamíferos tropicales pueden haber formado parte del mercado negro de especies en la pasada década, según estima la UICN.
El reino vegetal no se libra. El comercio ilegal de madera se lleva la palma, pero otras plantas más modestas suponen un lucrativo negocio, como las orquídeas o las cícadas. De hecho, el precio que alcanzan el ébano, el palisandro y el palo rosa de Madagastar no le tiene mucho que envidiar al del marfil, según la UICN.
Impacto insostenible
"El efecto más inmediato y directo del tráfico de vida silvestre es la pérdida de animales y plantas, con el consiguiente declive de algunas poblaciones", comenta el científico, "y si estas pérdidas afectan a especies clave, como es el caso de los elefantes, se está erosionando el funcionamiento de los ecosistemas".
La Lista Roja de la UICN incluye al elefante africano (vulnerable), el tigre (en peligro de extinción) y ocho especies de pangolín en diferentes escalas, desde la categoría de "vulnerable" a la de "en peligro crítico".
Pero incluso si no se trata de especies esenciales para su entorno, siempre representa una pérdida de patrimonio natural, e impide que los estados y la población local aprovechen sus recursos en un futuro a través del turismo u otras actividades.
La reacción
La situación está obligando a los gobiernos a reaccionar, aunque poco a poco. Ya hay 182 países adheridos al Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), que trata de frenar este mercado. Además, la Asamblea General de la ONU decidió en 2013 que cada 3 de marzo se celebraría el Día Mundial de la Vida Silvestre para concienciar acerca de este y otros problemas.
La última buena noticia es el Plan de Acción aprobado por la Comisión Europea el pasado viernes. Aunque no es la primera iniciativa de este tipo -Obama se adelantó hace dos años- UICN está especialmente satisfecha porque "se dirige a toda la cadena de suministro del comercio ilegal, desde la fuente y el transporte hasta el consumidor final", apunta Challender. Además, trata de involucrar al sector empresarial en esta lucha y atacar la corrupción, que en muchos países también es un factor clave. Asimismo, "reconoce el importante papel de las comunidades rurales mediante el fortalecimiento de su participación y conservación de la vida silvestre".