Desde principios de 2015, los yemeníes viven sumidos en una guerra civil que, de momento, no parece que vaya a resolverse. El gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi fue desalojado del parlamento por un golpe de Estado de los hutíes y los afines al anterior presidente. Además de estos dos bandos, Al-Qaeda en la península arábiga y el Dáesh de Irak y Levante también participan en el conflicto.
Favorecidos por esta situación de inseguridad y desgobierno, un numeroso grupo de insectos amenaza con convertirse en un enemigo más para la población: las langostas del desierto. Las lluvias torrenciales que azotaron la costa sur del país en noviembre del año pasado como consecuencia de dos ciclones crearon el caldo de cultivo ideal para que la cría se multiplicara por veinte en solo tres meses.
"La situación ha empeorado por las abundantes lluvias de abril, y se ha extendido la puesta de huevos y su eclosión, surgiendo pequeños grupos de langostas jóvenes y bandas", explica a EL ESPAÑOL Keith Cressman, experto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en prevención de plagas de langosta.
Lo peor parece que está por llegar. En este mes de mayo, el resto de crías empezarán a salir de sus huevos y se agruparán en el interior de Yemen en una gran banda, que se desplazará por el suelo hasta que a los insectos les crezcan las alas para volar formando nubes. "Será muy difícil detectar todas las zonas infectadas y es muy poco probable que se puedan controlar en su totalidad", reconoce Cressman. Los expertos calculan que se desarrollarán nuevos enjambres en junio, pero todo depende de las lluvias que caigan en estos dos meses.
Una langosta hembra de Schistocerca gregaria puede llegar a poner 300 huevos a lo largo de su vida. Para alimentarse, el insecto adulto consume al día el equivalente a su propio peso en alimentos frescos, cerca de dos gramos. Si esta cifra se multiplica por las langostas que conforman un enjambre de tamaño medio -formado por decenas de millones de insectos-, equivale a la misma cantidad diaria ingerida por unas 35.000 personas, según estimaciones de la FAO.
A esta voracidad hacia todo tipo de cosecha -como arroz, maíz, cebada, algodón, árboles frutales e incluso tallos y cortezas- se suma la capacidad que tienen para desplazarse rápidamente por los territorios. Los enjambres de langostas adultas pueden volar hasta 150 kilómetros al día empujados por el viento.
Por eso, las autoridades tienen la vista puesta en los países vecinos. Omán, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí están vigilando y controlando las fronteras para evitar que el brote llegue a mayores.
De momento, la situación no es peligrosa. "La amenaza de pequeños enjambres que se desplacen de Yemen a Emiratos Árabes Unidos, Omán o Irán ha disminuido y no es una amenaza. No obstante, los países siguen en alerta y a la espera", mantiene el experto de la FAO.
Controlar, no erradicar
El principal problema para controlar el brote es la inseguridad del país, que hace imposible a los técnicos llegar a las zonas donde crían las langostas. Equipos yemeníes están trabajando en el interior para evaluar la situación y determinar el alcance de las zonas infectadas.
"Por desgracia, es muy difícil tener una visión completa de la situación debido a la inseguridad, la lejanía y el difícil acceso de las áreas potencialmente infectadas", se lamenta Cressman.
La erradicación de la especie no es la solución. Los expertos consultados por este diario abogan por controlarla y mantener su número en cantidades limitadas. "No es bueno erradicar ninguna especie, aunque sean plagas", opina Milagros Coca, investigadora de la Unidad de Sanidad Vegetal del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón.
"Lo que hay que hacer es controlarlas consiguiendo que la densidad poblacional, es decir, el número de individuos por área, esté por debajo del nivel de riesgo", añade la entomóloga. En estos momentos, el único medio para lograrlo son los insecticidas de síntesis.
Es importante utilizar estos tratamientos fitosanitarios antes de que se produzca el cambio de fase del insecto, de su habitual comportamiento solitario a gregario, momento en el que empiezan a multiplicarse por encima de lo normal y se concentran en una zona.
La FAO está ayudando a los equipos técnicos del Ministerio de Agricultura e Irrigación de Yemen en las operaciones de vigilancia y control sobre el terreno en las zonas costeras infectadas.
La pregunta que surge es qué ocurrirá si, ante las dificultades para acceder a las zonas infectadas como consecuencia del conflicto armado, no se consiguen limitar. ¿Podrían convertirse en plaga? "Si el brote no es controlado y las condiciones ambientales siguen siendo favorables [lluvia y vegetación verde], puede expandirse y afectar a otros países, con un incremento significativo a escala regional", detalla el experto de la FAO.
"Sólo si este aumento no se controla y sigue habiendo buenas condiciones ambientales podría desarrollarse una plaga", admite, pero recalca que este proceso no es repentino, ya que suele tardar en torno a un año en desarrollarse e implica una falta de control total en los escenarios previos.
En la peninsula ibérica
Los expertos niegan que esta especie de langosta pueda alcanzar la península ibérica en forma de plaga. "No es extraño que las especies de langostas africanas lleguen a nuestro país. Lo hacen arrastradas por los vientos, pero llegan muy debilitadas y no son capaces ni de proliferar ni de formar nubes", afirma Coca.
La FAO, en su servicio de información sobre la langosta del desierto, además de alertar sobre los brotes de Yemen también informa de la existencia de núcleos de estos insectos en regiones de África noroccidental, en concreto, en Marruecos, Mauritania y Argelia.
Sin embargo, la climatología de la península ibérica no es propicia para que estas langostas proliferen. "No hay que temer por estas especies africanas", subraya la entomóloga. Aunque hay otra que sí es habitual dentro de nuestras fronteras: la langosta mediterránea o marroquí (Dociostaurus maroccanus).
"Está muy bien adaptada a las condiciones climáticas de nuestro país", asegura la experta. En zonas como Los Monegros (Huesca y Zaragoza), el valle de Alcudia (Ciudad Real), La Serena (Badajoz), Trujillo y Llanos de Cáceres, y Los Pedroches (Córdoba) es muy habitual encontrarlas desde hace siglos.
La primera invasión de la que se tienen noticias tuvo lugar en torno al año 1040, en La Rioja y Navarra. Ante la impotencia de los campesinos, las autoridades pidieron consejo al papa Benedicto IX, que acordó realizar rogativas públicas en Roma. En vista de que no daban resultado, envió a España a un emisario, Gregorio, obispo de Ostia (Italia).
Hay escritos donde se detalla que el obispo peregrinó por los pueblos afectados predicando penitencias y rogativas y, según la tradición, las langostas y otras plagas desaparecieron. Tras este "milagro", el obispo fue santificado y en muchos pueblos se le representa con una langosta en el hombro.
El poder de las feromonas
A falta de conocer si las condiciones climáticas y otros factores "ayudaron" al santo, las armas de los científicos hoy son los insecticidas y una nueva herramienta: las feromonas. Estas sustancias químicas que generan los seres vivos van mucho más allá de despertar el deseo sexual, al regular numerosos aspectos del comportamiento.
En el caso de la langosta, su propia feromona podría servir para controlarse a sí misma, evitando que se vuelva a reproducir. Milagros Coca, en colaboración con Ángel Guerrero y Carmen Quero, científicos del CSIC, están diseñando una nueva técnica que, utilizando estas sustancias químicas del propio insecto, reduzca el impacto ambiental producido por las fumigaciones de síntesis.
Trabajamos en la identificación de algunas feromonas que permitan, dado el caso, utilizarlas como alternativa al uso de insecticidas
"Estamos trabajando en la identificación de algunas feromonas que permitan, dado el caso, utilizarlas como una posible alternativa al uso de insecticidas, que no son nada específicos", cuenta a EL ESPAÑOL Ángel Guerrero, investigador del Instituto de Química Avanzada de Cataluña (IQAC-CSIC). De momento han identificado un compuesto con actividad feromonal, pero según Guerrero, debe de haber más.
Entre 2004 y 2007, período en el que se produjo un repunte de la población de este insecto en nuestro país, se fumigaron más de 160.000 hectáreas con insecticida, con un coste cercano a los dos millones de euros, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
De cara a los próximos años las previsiones no son halagüeñas. El cambio climático, con el aumento de las temperaturas y un mayor número de episodios extremos como lluvias intensas en zonas desérticas, provocará un aumento del número de langostas. "Ambos factores son favorables para la langosta del desierto, por lo tanto, bajo este escenario veremos más brotes en el futuro", pronostica Cressman.