Con la primavera vuelve a despertar la "asesina". El apelativo no es muy cariñoso, pero sí mucho más popular que su nombre científico, Vespa velutina nigrithorax, sobre todo si eres apicultor y temes por tu negocio, ya que su principal alimento son las abejas.
La avispa asiática, como también se la llama aludiendo a su procedencia, se detectó por primera vez en Europa hace 11 años en el suroeste de Francia. Probablemente, viajó junto con mercancías chinas y desde entonces no ha parado de colonizar su particular Nuevo Mundo. En 2010 apareció en la costa vasca y ya se ha extendido por todo el país galo, el norte de España y Portugal.
En rigor científico es un avispón, convertido en "una especie invasora de éxito porque se ha encontrado en un entorno propicio y sin predadores. Ha venido para quedarse, como otras muchas plagas", explica a EL ESPAÑOL Antonio Gómez Pajuelo, biólogo y consultor apícola.
Frente a las especies europeas, sorprende por su mayor tamaño y capacidad de proliferación. Cada nido puede llegar a tener entre 1.200 y 1.800 avispas en la época de máxima actividad, cuatro veces más que los de las avispas comunes.
El mapa actual muestra que en la península ibérica su presencia aún se reduce al norte y, según los expertos, es probable que siga siendo así porque su hábitat ideal es el de grandes bosques y humedad. Las reinas hibernan en cortezas de árboles o rocas y cuando llega el buen tiempo se activan. Entonces, construyen nidos de celulosa que fabrican masticando hojas y que pueden llegar a medir cerca de un metro, casi siempre colocados en árboles a gran altura.
En estos días llega la época de poner trampas para capturar a las reinas y evitar que formen los nidos. En Galicia están en ello y la Universidad de Vigo aprovecha para estudiar cuáles son las mejores formas de capturarlas, porque hay para todos los gustos, desde las comerciales hasta las caseras fabricadas con una botella de plástico. La idea es la misma: un líquido atrayente llama su atención y una vez dentro del recipiente ya no pueden salir.
En esta comunidad se han colocado 7.000 trampas, únicamente de forma experimental, porque es una cantidad insignificante si se piensa que hay 120.000 colmenas pertenecientes a 3.500 apicultores, explica Jesús Asorey, presidente de la Asociación Galega de Apicultura.
El problema es que la avispa asiática no es el único insecto que cae en el engaño y la situación de los ecosistemas no está como para que el ser humano se pueda permitir el lujo de eliminar polinizadores indiscriminadamente. Por eso, los investigadores buscan una feromona específica que sólo atraiga a Vespa velutina.
Un caballo de Troya en los nidos
Sin esta labor de prevención, se formarán los nidos y la cosa se complica, sobre todo porque es muy difícil localizarlos. En este fase la ciencia también podría ayudar, no a dar con ellos, sino favoreciendo una autodestrucción con armas biológicas y en plan caballo de Troya.
Las avispas llevan continuamente alimento para sus crías -las abejas pueden constituir entre un 45 y un 80% de su dieta, pero también capturan arañas, mariposas, moscas, libélulas, orugas y otros animales-, así que los investigadores estudian la posibilidad de infectarlos con bacterias y hongos que, una vez en el nido, matasen a sus inquilinas.
A pesar de todas estas ideas, los expertos coinciden en que es imposible erradicar a la invasora, pero aspiran a "mantener un nivel bajo" que no haga más daño a las colmenas, que en los últimos años no dejan de acumular desgracias: los pesticidas comunes contribuyen a la desorientación de las abejas, un ácaro del género Varroa las mata y el cambio climático ya comienza a influir en sus comportamientos, según ha comprobado Jesús Asorey en un invierno tan extraordinariamente cálido como el que acaba de pasar.
La asociación que preside reclama más inversión para que las universidades puedan investigar. "En promedio, desaparecen entre el 30% y 40% de las abejas cada año", asegura. Sólo han pasado tres años desde que el avispón invasor se detectara por primera vez en Galicia y los apicultores no han podido cuantificar qué parte del daño corresponde a la acción de esta nueva especie, aunque tienen claro que ejerce un doble efecto: no sólo ataca a las abejas, sino que su mera presencia les infunde miedo y no salen de las colmenas.
Hace pocos días, la revista PLOS Biology publicó que las abejas de la miel asiáticas (Apis cerana) han desarrollado el sistema de alerta más sofisticado que se conoce entre insectos para comunicar a sus semejantes la presencia de avispas por medio de vibraciones. Sin embargo, las abejas europeas son más vulnerables, aunque se ha documentado que a veces, cuando las avispas merodean por la colmena, son capaces de salir, agruparse y enfrentarse a ellas.
Otra vertiente del problema son los ataques a personas, ya registrados en zonas rurales, ya que el veneno es más potente que el de las avispas locales y pueden picar repetidas veces. Un aspecto más que no ha contribuido a la buena fama de este nuevo avispón.
Víctimas colaterales
El entomólogo de la Universidad de Salamanca Félix Torres se muestra algo escéptico acerca de la expansión real y sobre todo denuncia el "alarmismo" y el "desconocimiento general" que se reflejan en fotos y comentarios en redes sociales. Por eso, en internet encontramos una curiosa recopilación de errores y despropósitos, por ejemplo, la muerte de otras avispas tras ser confundidas con la asiática.
Lo más grave es que incluso supuestos expertos, empresas de control de plagas y medios de comunicación lanzan todo tipo de mensajes desatinados y reproducen imágenes de especies distintas, algunas que nunca han llegado a Europa.
En cualquier caso, las grandes víctimas de esta caza indiscriminada son la avispa común (Vespula vulgaris) y el avispón europeo (Vespa crabro). Paradójicamente, son competidores naturales del avispón asiático que ahora se ven doblemente amenazadas por él y por su persecución.