En una sala al fondo de una nave de un polígono industrial de San Vicente del Raspeig (Alicante) hay una jaula del tamaño de una furgoneta, completamente vacía salvo por un dedo de arena en el suelo. La malla metálica que la recubre está termosellada y galvanizada. Constantemente se escucha en el interior "¡clonc, clonc, clonc!" porque, dentro de la jaula, sus huéspedes revolotean y golpean con fuerza las paredes, buscando un hueco por el que escapar. Son escarabajos picudos rojos que hace horas fueron expuestos a un hongo tóxico. Berenice Güerri y su equipo de la empresa Glen Biotech están midiendo cuánto tardarán en morir.
"De momento vuelan bastante. Además, son insectos que tienen bastante fuerza", comenta la bióloga María José Serna.
A unos kilómetros de este polígono industrial, el Ayuntamiento de Elche lleva años tratando de proteger su histórico palmeral, patrimonio de la UNESCO, de una plaga que el año pasado arrasó con casi 500 ejemplares.
El picudo rojo, originario de Indonesia, entró en España en 1994 gracias a unas palmeras que alguien importó desde Egipto a Almuñécar, Granada. A partir de ahí, esta especie invasora comenzó a hacer de las suyas rodeando la cornisa mediterránea y luego el resto. La semana pasada, el Ayuntamiento de Tuy, Pontevedra, tuvo que cortar una de sus dos palmeras centenarias, devorada por el picudo rojo.
Glen Biotech, una spin-off de la Universidad de Alicante, representa la cristalización de la tesis doctoral de Güerri sobre el uso de un hongo común, la Beauveria bassiana, como agente biológico contra las plagas. Este tipo de tratamientos está en auge en los últimos tiempos debido a la legislación española y europea, que favorece a productos ecológicos, que no dejen residuos químicos ni sean tóxicos con las abejas.
Güerri ve los pesticidas tradicionales como "una quimioterapia". "Sabes que va a ir destruyendo tu organismo pero, si la necesitas, tienes que hacerlo y ya está pero, si no has llegado a la situación de requerir un fitosanitario químico...", comenta.
Ana Torrejón, del Departamento de Bioensayos del centro tecnológico Ainia de Valencia, explica a EL ESPAÑOL que además, "no existe un tratamiento químico contra el picudo rojo que sea 100% efectivo". De ahí la aparición de estos productos, que Torrejón divide en "bioestimulantes, orientados al crecimiento de la planta; inductores de defensas, que sirven para prevenir ataques de algún tipo de plaga; y elementos de biocontrol, microorganismos que son tóxicos para el insecto y pueden infectarlo, siendo inocuos para los humanos".
El hongo empleado por Güerri entra en el segundo tipo. "Son como vacunas, elementos que están en las paredes celulares de los patógenos y cuando la planta los detecta aumenta su respuesta inmune", explica Torrejón.
Una recompensa lucrativa
La palmera es un icono del turismo, de ahí que no sea una sorpresa que los picudos rojos siempre entren a los países por sus zonas de asueto vacacional. En Francia entró por la Costa Azul en 2007, en Estados Unidos por Florida en 2010, en México por Cancún en 2011.
Pero las palmeras, además de ser embellecedoras para este sector, son centrales para otros como los del dátil en Israel o el del aceite de palma en Asia, un mercado que Bloomberg valora en casi 40.000 millones de euros. Hay mucho dinero en juego y una solución que eliminara al rojo picudo rompería la banca. "Ésta es una plaga muy golosa comercialmente, están surgiendo muchísimos instrumentos y milagros para darle solución", dice a EL ESPAÑOL Juan Barbado, gerente de la empresa Fertinyect.
Esta empresa cordobesa ha creado un sistema de inyecciones para aplicar los productos fitosanitarios a los árboles, especialmente enfocado al picudo rojo. Recientemente, Arabia Saudí ha confiado en ellos para acometer su plan nacional contra esta plaga. "El problema del picudo son las larvas, que se alimentan dentro de la palmera", explica Barbado. "En una semana pueden haber hecho la puesta y tener larvas dentro, y una vez están dentro, da igual el tratamiento que uses para fumigar la copa".
Así actúa el picudo rojo
El escarabajo inyecta su pico en la palmera y comienza a vaciarla. Tiene preferencias, la primera de ellas, la palmera canaria, aunque como dice Güerri "se ha probado en laboratorio con 23 tipos de palmera y a 22 las atacaba, aunque luego en situaciones reales hemos visto que también atacó a la número 23".
El siguiente paso para Glen Biotech está pendiente de aprobación por la Unión Europea y tendrá lugar, calculan, en los tres próximos meses. Se trata de un nuevo producto, basado en el mismo hongo, que además de proteger a la palmera fulminará al picudo rojo. Al introducir su asta en la palmera, impregnada del hongo, el escarabajo inyecta al árbol con la vacuna y al mismo tiempo queda infectado.
La UE ya ha aprobado dos productos similares para la mosca blanca, otra plaga. "Somos la primera empresa que va a registrar una sustancia así, específica contra el picudo", dice Güerri. "Va a ser un salto cualitativo tremendo". Este hongo fitosanitario, el mismo que se está testando en la jaula metálica, acaba con el picudo rojo del mismo modo en que éste acaba con las palmeras: penetra abriendo galerías y consumiéndolos por dentro.
Actualmente, ayuntamientos de toda España siguen tratando de contener la plaga de diversas maneras. En Las Palmas de Gran Canaria tratan de proteger sus preciadas Phoenix canariensis con trampas de feromonas; en otras zonas cubren los trozos podados de palmera con pintura para que el olor ahuyente al picudo. Hay pequeñas victorias contra la plaga a nivel local, pero en general el picudo rojo sigue ganando la guerra a las palmeras.
Mientras tanto, muchos ingenieros o biólogos observan al insecto debilitarse en las pruebas de laboratorio. Al final, acaba muriendo dentro de la jaula galvanizada. Las nuevas armas contra el picudo están casi listas. La guerra no ha terminado.