Las luchadoras del Pacífico no son un equipo de fútbol femenino ni un grupo de lucha libre de algún país perdido en este océano. Es el apelativo por el que se conoce a activistas como Betty Barkha, una joven menuda de 25 años que ha volado desde Fiji a Copenhague a gritar que su país se pasa "seis meses al año combatiendo ciclones y otros seis preguntándose cómo conseguir agua corriente".
En el congreso más multitudinario sobre salud, derechos y bienestar de la mujer, la Conferencia Women Deliver -que se celebra esta semana en Dinamarca-, Barkha ha participado en una sesión dedicada especialmente a los desafíos que representa el cambio climático y sus soluciones, pero desde el punto de vista de la mujer.
Ante esta afirmación, surge una pregunta evidente. Afecta especialmente el calentamiento global a este género? Para las participantes en la conferencia, la respuesta es afirmativa. Un contundente sí. Y el papel de las mujeres a la hora de combatirlo también es clave.
La ministra de Medio Ambiente de Nigeria, Amina J. Mohammed, aborda la cuestión con gesto cansino, como de quien no entiende que la relación entre ambos conceptos no sea evidente.
"El cambio climático afecta a la cosecha, hace que no se pueda obtener por ésta el valor necesario para salir de la pobreza y cambia la relación de poder", explica.
Y por si hay alguna duda, le ayuda Monica Aleman, de la Ford Foundation, que aporta un dato quizás desconocido para los occidentales: el 80% de la producción de comida en el África subsahariana está en manos de las mujeres.
Paradójicamente este hecho les hace a la vez víctimas y culpables del cambio climático. Los combustibles fósiles que se utilizan para cocinar son grandes responsables de las emisiones más dañinas.
No es posible separar el debate sobre el clima del debate sobre el desarrollo
Mohammed añade más cifras: las féminas de este continente se pasan al año 40.000 millones de horas recogiendo agua. Obviamente, se trata de la suma colectiva del tiempo individual, pero el dato permite hacerse una idea de lo que supone para el género otro efecto no muy conocido del calentamiento global, el de que haya que desplazarse más y más lejos para llegar a una fuente de agua potable.
Así, el cambio climático afecta más a las mujeres porque éstas se ocupan más de las tareas menos placenteras y más imprescindibles. Es decir, porque en ciertas (muchas) zonas del planeta se habita en un patriarcado, ligado casi siempre a la pobreza.
"No es posible separar el debate sobre el clima del debate sobre el desarrollo", zanja la ministra nigeriana.
La charla acaba así con un llamamiento a la esperanza. La misma que, a juicio de la moderadora -Kate Hampton, directora ejecutiva de la Children's Investment Fund Foundation- representa una fotografía del secretario de Estado de EEUU, John Kerry, cuando firmó el mes pasado, con su nieta en brazos, el acuerdo alcanzado en la cumbre del clima de París.
Cuando la niña sea adulta, se espera, el cambio climático se habrá controlado y la mujer en la que ella misma se habrá convertido no será más vulnerable, porque se habrá avanzado en la igualdad. Amén.