La relación de Donald Trump con el cambio climático no es, en absoluto, conflictiva. El presidente-electo siempre ha sido coherente con las siguientes ideas: el cambio climático no es real y desmantelará el Acuerdo de París en cuanto tenga la oportunidad. Lo ha dicho por escrito en Twitter al menos 95 veces y muchas otras en sus mítines o entrevistas.
Mucha gente, sin embargo, cree que desde la Casa Blanca ablandará estas posiciones. El corresponsal ambiental del New York Times, Andrew Revkin, señala que ya en campaña Trump ha dicho cosas como: "Quizá deberíamos centrarnos en desarrollar fuentes de energía y de producción de electricidad que alivien nuestra dependencia de combustibles fósiles".
De momento, y a falta de que Trump exponga sus planes para el cambio climático y la protección medioambiental para los próximos cuatro años, los ecologistas andan aterrorizados ante las dos personas por las que se apuesta para dirigir la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y la Secretaría de Energía.
Myron Ebell
Durante la pasada Cumbre del Clima de París, la organización Avaaz plagó la capital francesa de carteles de Wanted, como en las películas del Oeste. Aquí los individuos más buscados eran tildados de "criminales ambientales" y entre ellos destacaba Myron Ebell, el hombre escogido por el magnate para hacer la transición entre la EPA de Obama y la de Trump. Por cierto, a Bjorn Lomborg, otro de los miembros de esta lista, le invitamos a escribir una tribuna en EL ESPAÑOL para que nos explicara su punto de vista.
Ebell no es alguien a quien esta campaña intimidara, de hecho, se hizo fotos orgulloso junto a los carteles con su cara que ahora están colgadas en la página del Competitive Enterprise Institute, el think tank libertario donde Ebell trabaja haciendo lobby para empresas del sector de los hidrocarburos.
Su defensa de los combustibles fósiles iba acompañada de una actitud escéptica con respecto al calentamiento global, y en multitud de ocasiones se ha enfrentado a quienes defendían un recorte en las emisiones de dióxido de carbono, ya fueran izquierdistas, demócratas o el mismo presidente George W. Bush, que en 2001 trató de impulsar restricciones en estas emisiones, encontrándose con la respuesta de Ebell: "Es un error colosal [...] Si persisten, habrá guerra". Al final, lograron que la propuesta fuera retirada.
El mes pasado, el Washington Post avanzaba que, junto a Ebell, estará también Michael Catanzaro, empleado en la empresa de cabildeo CGCN, que cuenta entre sus clientes con empresas de fracking, petróleo y gas tan potentes -y vinculadas al movimiento escéptico climático- como Koch Industries o Halliburton.
Harold Hamm
Además de la EPA, otro frente importante para la lucha contra el cambio climático será la elección del Secretario de Energía. Hay que recordar que, durante los últimos años, Estados Unidos ha logrado reducir paulatinamente sus emisiones de CO2. El año pasado, por ejemplo, tuvo una reducción en sus emisiones del 2,6% según el último informe BP Statistical Review of World Energy.
La agencia Reuters adelantaba que el principal candidato de Trump para dirigir todo esto es Harold Hamm, hasta ahora, magnate del gas y del petróleo en Oklahoma con su empresa Continental Resources. Pronto puede convertirse el primer Secretario de Energía en proceder de la industria petrolífera desde que el cargo fuera creado en 1977.
Hamm, que fue protagonista de un sonado divorcio el año pasado en el que tuvo que pagar a su ex-mujer 975 millones de dólares como compensación, ya hizo de asesor energético para Mitt Romney, candidato republicano en 2012.
El magnate, responsable del auge del fracking en Oklahoma, también ha tenidos sus más y sus menos con los científicos. En 2015 pidió al decano de la Universidad de Oklahoma que despidiera a los científicos que relacionaban las prospecciones petrolíferas y de gas mediante la técnica de fracturación hidráulica con un aumento del 400% en el número de terremotos, según reportó Bloomberg al obtener los correos electrónicos del decano vía petición de acceso a registros públicos.
Además de Ebell y Hamm, otros de los políticos republicanos de los que Trump se ha rodeado para su campaña son reconocidos escépticos climáticos. El primero de todos, el vicepresidente electo Mike Pence. Aunque Pence reconoce que el cambio climático existe, también cree que es un fenómeno natural, no relacionado con la actividad humana y que, sobre todo, ni podemos ni debemos hacer algo al respecto. De hecho, defendió a su ya superior diciendo que sus tuits sobre que el cambio climático era un fraude eran "humorísticos", y añadió: "Lo que Donald Trump dijo que era un fraude era que los burócratas en Washington D.C. puedan controlar el clima de la Tierra".
Unos diez días antes de las elecciones se celebró el único debate entre ambas candidaturas centrado únicamente en el cambio climático. El representante de Clinton era Trevor Houser, quien ya trabajó de asesor con John Kerry, y el de Trump era Kevin Cramer, congresista por Dakota del Norte.
Cramer detallaba la hoja de ruta del próximo presidente de los Estados Unidos para abandonar el Acuerdo de París
Aunque su argumentario imitaba al de Trump en el sentido de que "el cambio climático se ha exagerado enormemente" o incluso concediendo que "sería bueno limitar las emisiones de CO2 porque así limitaríamos las de otros contaminantes", lo más interesante es que detallaba la hoja de ruta del próximo presidente de los Estados Unidos para abandonar el Acuerdo de París, una hoja de ruta que otros como Myron Ebell han apoyado en entrevistas.
Al parecer, Trump no rechazará el tratado contra el cambio climático de forma unilateral, sino que lo enviará al Senado, actualmente controlado por los republicanos, para que muera ahí, ya que necesita conseguir el apoyo de dos tercios de la Cámara para ser legalmente vinculante.