Los delfines son animales apasionantes, pues el gran desarrollo de su cerebro les permite tener habilidades casi equiparables a las humanas. Se conocen de ellos factores tan interesantes como su capacidad para comunicarse o incluso la curiosa forma en que utilizan peces globo para drogarse, pero casi todo esto es el fruto de la observación desde la superficie, por lo que poder realizar un seguimiento de su rutina en el fondo del mar podría ayudar a descubrir mucho más sobre ellos.
Por eso, un equipo de investigadores del Centro Charles Perkins, la Universidad de Sidney y la de Alaska Sur Oeste instaló hace un año una serie de cámaras sobre los cuerpos de ocho delfines salvajes de Nueva Zelanda, con el fin de captar información de interés sobre su vida. Los resultados han sido analizados durante todo este tiempo, hasta publicarse recientemente en el último número de Marine Biology, y arrojan mucha información interesante, tanto para ayudar a la conservación de estos animales como para comprender mejor el entorno marino, de cuyos recursos los seres humanos también nos abastecemos.
Cámaras ultramodernas
Las cámaras usadas para la ocasión estaban dotadas con tarjetas de memoria, transmisores de frecuencias muy altas, registradores de profundidad y tiempo y baterías de seis horas, que permitieron grabar todos los movimientos de los ocho ejemplares a los que se les instalaron con ayuda de ventosas.
De ese modo, pudieron captar comportamientos desconocidos hasta el momento, como los juegos de madres y crías con las algas marinas o un curioso e íntimo ritual consistente en el frotamiento de las aletas.
Pero, más allá de la curiosidad, lo más importante de todo es que los delfines se consideran biomonitores marinos, de modo que su comportamiento puede ayudar a los científicos a comprender el estado en que se encuentra el ambiente que habitan o las presas de las que se alimentan, que a menudo también forman parte de nuestra propia dieta.
Por este motivo, destacan la importancia de centrarse en zonas con altos niveles de actividad humana, como el transporte marítimo o el desarrollo costero, con el fin de comprobar cómo afectan estas perturbaciones a los ecosistemas.
Los investigadores responsables del estudio afirman que su mayor reto ha sido instalar y desinstalar las cámaras en el cuerpo de los delfines; al ser animales pequeños y rápidos, dispusieron de un tiempo muy breve para poder recoger las grabaciones. Sin embargo, quieren ir más allá y ya se plantean repetir la experiencia, esta vez con grandes depredadores, como los tiburones o algunos cetáceos más voluminosos. Así, entendiendo su forma de vivir, quizás también podamos mejorar la nuestra.