La obesidad y el sobrepeso se caracterizan por la acumulación anormal o excesiva de grasa, una condición que resulta negativa para la salud. Estamos habituados a escuchar hablar de ambos problemas en humanos, pero no solemos utilizar los mismos términos para referirnos, por ejemplo, a un perro o un mono, por mucho que le sobren algunos kilitos.
Sin embargo, cuando los responsables del Departamento de Parques Nacionales, Vida Silvestre y Conservación Vegetal tailandés recogieron a un rechoncho ejemplar de macaco cangrejero hace unas semanas, no dudaron en achacarle un problema de obesidad. El animal, al que bautizaron como Lung Ou-an o tío gordito, exhibe una enorme panza y pesa 15 kilogramos, muy por encima de los 8 o 10 que suelen alcanzar los miembros de su especie.
El primate se encontraba en las inmediaciones de un mercado de Bangkok y fue trasladado a un centro de recuperación de fauna para ser tratado. Tras realizarle algunas pruebas, los veterinarios determinaron que la hinchazón de su vientre no se debe del todo a un exceso de grasa, sino que también está provocada por un tumor.
Sin embargo, más allá de esta afección, el sobrepeso del tío gordito, como el de muchos otros ejemplares que viven en la zona, tiene una explicación: turistas y vecinos humanos los alimentan y, además, tienen acceso a las sobras de comida y desechos de los puestos del mercado. Estos macacos engullen noodles, maíz dulce o batidos sin control alguno.
Así, como ocurre en las personas, demasiadas calorías y azúcares pueden provocar en los monos desde problemas de peso hasta trastornos metabólicos como diabetes. Y el caso de estos primates no es el único del reino animal: en otras especies y zonas del planeta también se han encontrado pruebas de que los animales pueden engordar en exceso, casi siempre debido a la intervención humana.
Paquidermos con unos kilos de más
En el pasado, la obesidad era una condición rara entre la fauna silvestre. A medida que los humanos han ido adquiriendo malos hábitos alimentarios y vidas sedentarias, los animales que viven en entornos cercanos han ido adoptado también dietas desequilibradas y sumando el sobrepeso a sus problemas de salud. Un ejemplo son los paquidermos: según Daniella Chusyd, investigadora de la Universidad de Alabama en Birmingham, "la obesidad afecta al 40 % de los elefantes africanos en cautividad".
De manera similar a lo que pasa en los humanos, "el exceso de grasa en los elefantes contribuye al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, artritis e infertilidad, y a la disminución de su esperanza de vida", ha explicado Chusyd.
Los problemas para concebir son especialmente preocupantes, pues es necesario que nazcan nuevos ejemplares para mantener la población en los zoos y conservar las especies en cautividad. Casi la mitad de las hembras de elefante africano que viven en zoológicos presentan anomalías en sus ciclos de ovulación, algo que, para la experta, está muy relacionado con un alto índice de masa corporal.
Para determinar si los animales tienen sobrepeso, la investigadora y sus colegas han desarrollado un método basado en análisis de sangre, más preciso que los habituales, que únicamente tienen en cuenta las apreciaciones visuales. "Los zoos tendrán que replantearse la manera en que alojan y alimentan a los elefantes para reducir la incidencia del sobrepeso", advierte Chusyd. "Y no se trata solo de los elefantes. Tenemos la hipótesis de que la relación entre obesidad, inflamación e infertilidad está presente en muchos grandes mamíferos africanos, desde rinocerontes a gorilas".
Roedores y gatos, a la báscula
Aparte de los enormes paquidermos, otros animales de menor tamaño también sufren las consecuencias del consumo excesivo de calorías. Un equipo de investigadores, también de la Universidad de Alabama en Birmingham, lo comprobó estudiando a 20.000 mamíferos de ocho especies diferentes –incluidos roedores, perros, gatos y primates de laboratorio–. Sus hallazgos revelan que las tasas de obesidad en todos estos grupos han aumentado en las últimas décadas.
Según sus resultados, los gatos hembra domésticos han incrementado su tamaño en un 13,6 % por década y un 5,7 % en el caso de los machos. Los perros han mantenido un poco más la línea, con incrementos de entre el 2 % y el 3 %. Para horror de muchos, incluso las ratas han engordado: los machos de Baltimore son un 5,7 % más grandes cada década que pasa y las hembras un 7,2 %.
Aunque no es raro pensar que mascotas y roedores –alimentados con desechos humanos– aumenten de peso por una alimentación rica en grasas, el caso de los animales de laboratorio, que tienen una dieta controlada, extraña a los científicos. A pesar de que los datos son esclarecedores, todavía no conocen con exactitud todos los factores que podrían estar detrás de los problemas de obesidad en animales.
La ingesta excesiva de calorías y la ausencia de actividad física son las variables que suelen estar detrás del sobrepeso en humanos. No obstante, podrían existir otros elementos externos menos evidentes, como toxinas presentes en el agua que pueden alterar el sistema endocrino o patógenos que podrían afectar al metabolismo de los mamíferos.
Un ejemplo es el virus humano AD36 que, según los hallazgos de un equipo liderado por Nikhil Dhurandhar, un investigador especializado en obesidad del Centro de Investigación Biomédica de Pennington (Estados Unidos), provoca un aumento de los niveles de grasa corporal en animales como gallinas y roedores. Estos científicos comprobaron, además, que las personas obesas son más proclives a infectarse con este microorganismo que aquellas con un peso saludable.
Sin embargo, para el experto en nutrición Jaap Seidell, de la Universidad Libre de Ámsterdam, que ha estudiado la relación entre el aumento de peso en mascotas y la alimentación de sus dueños, la obesidad en las especies analizadas se debe principalmente a factores relacionados con su estilo de vida. Tanto los animales de compañía como los silvestres se ven afectados por cambios en la dieta humana y, según Seidell, no hay suficiente información para asegurar que no sucede lo mismo en el caso de los animales de laboratorio.
El aumento del número de roedores albergados por jaula en los centros de investigación podría ser un factor importante, pues afectaría a la cantidad de ejercicio físico que estos pueden realizar. Seidell apunta también al cambio climático como otra posible variable en la ecuación, ya que debido al incremento de las temperaturas algunas especies han dejado de hibernar o acortado sus rutas migratorias. La alteración del sueño, el aire acondicionado y la calefacción o la contaminación son otros candidatos a influir en el aumento de peso de los animales.
Mientras los científicos buscan las raíces del problema, tío gordito sigue en observación y recibe los cuidados de los expertos del centro de conservación de fauna tailandés. Le están administrando antibióticos, pero ninguna medicina va a librarle de ponerse a dieta y hacer deporte mientras permanezca en las instalaciones.