Si algo asociamos con el mes de enero, además de los Reyes Magos y la dichosa cuesta que tanto araña el bolsillo, son las rebajas y su poder para incentivar las compras. A los consumidores sedientos de gangas ni siquiera les hace falta ya salir de casa para buscar los mejores chollos: gracias a las plataformas de comercio electrónico con las que ya cuentan la mayoría de tiendas físicas es posible acceder desde casi cualquier tipo de dispositivo tecnológico a productos como libros, música o películas.
Pero la verdadera estrella de la época es la ropa. Son muchos los que aprovechan la bajada de precios invernal para cambiar el armario o llenarlo un poco más. Porque, ¿quién va a ponerse los mismos modelitos durante años y años cuando puede renovar su vestuario por cuatro duros?
Desgraciadamente, algunas de estas prendas que tan baratas salen —aunque las caras tampoco se libran—, vienen acompañadas de un precio ambiental del que no solemos ser tan conscientes, quizá porque no lo percibimos en la cartera.
La contaminación provocada por el cultivo de materias primas, el ingente consumo de agua, los inabarcables residuos textiles y los compuestos tóxicos de muchas fibras y adornos son solo algunas de las consecuencias negativas de la industria textil y su ritmo cada vez más acelerado.
Miles de litros de agua en el armario
En el mundo se producen alrededor de 2.000 millones de pantalones vaqueros al año y la fabricación de cada uno de ellos requiere alrededor de 7.000 litros de agua —los made in Spain consumen algo menos, entre 2.130 y 3.078 litros—. En el caso de una camiseta de algodón, que debe ser lavada una y otra vez antes de convertirse en una bonita prenda de escaparate, todo el proceso de fabricación consume en torno a 2.700 litros de agua. Un volumen que el individuo medio tardaría más de dos años en gastar.
De los cultivos a la manufactura y el transporte, la industria del algodón es la que más cantidad del preciado líquido gasta de todo el sector textil. Desgraciadamente, incluso cuando se trata de ropa hecha con materiales totalmente vegetales y naturales, y aunque puede reducirse hasta cierto grado, este coste para el medioambiente es inevitable.
El lado oscuro de la brillantina
La reluciente brillantina que recubre muchas prendas puede parecer tan inocente como vistosa, pero su presencia también tiene consecuencias para el entorno natural. De hecho, algunos científicos defienden que debería prohibirse tanto por su naturaleza como por ciertos compuestos perjudiciales que contiene.
Las diminutas piezas que constituyen este bonito adorno son en realidad microplásticos, partículas menores de cinco milímetros que se acumulan en los océanos y que los animales marinos, de peces a ballenas, ingieren de una forma u otra. En este caso, los humanos no nos escapamos, porque pueden acabar en nuestro cuerpo tras comer pescado o marisco.
Además, la mayor parte de la brillantina está compuesta de aluminio y un polímero plástico denominado tereftalato de polietileno o PET. Investigadores como Trisia Farrelly, de la Universidad Massey (en Nueva Zelanda), estudian cómo esta molécula puede descomponerse para dar lugar a químicos que actúan como disruptores endocrinos en animales y humanos.
El secreto de impermeables y prendas antiarrugas
En diferentes iniciativas, las organizaciones ecologistas Amigos de la Tierra, WWF y Greenpeace han analizado los ingredientes de una gran variedad de prendas para comprobar que están cargadas de químicos perjudiciales. Algunos de sus hallazgos están relacionados con la ropa resistente a las arrugas o al agua, que son tratadas con diferentes compuestos para otorgarle esas propiedades especiales.
Este tipo de prendas suelen llevar recubrimientos que contienen moléculas como compuestos perfluorados o PFC, que tardan mucho en descomponerse y pueden permanecer en el medioambiente durante siglos antes de desaparecer. A menudo presentan también formaldehído, un compuesto tóxico. Asimismo, las capas impermeables que recubren tejidos de algodón, lana o nailon contienen plásticos y metales pesados.
Los químicos que producen esos bonitos colores
"La industria del tinte ha hecho la ropa muy bonita, pero ha teñido de negro el agua limpia", advertía Sunyun Yao, responsable gubernamental en la provincia china de Shaoxing, al comienzo de una campaña en la región para luchar contra los vertidos ilegales. El territorio alberga el 30 % de las empresas de tintes de fibras de todo el país.
Como señala en uno de sus trabajos Rita Kant, científica del Instituto de Tecnología de la Moda de la Universidad de la India, "el uso de tintes sintéticos tiene un efecto adverso en todas las formas de vida". Estos preparados provocan vertidos que contienen compuestos como sulfuro, nitratos, jabones, nitratos y metales pesados perjudiciales para el medioambiente.
Tampoco el poliéster es inocuo
El poliéster es una de las fibras más populares utilizadas en la industria textil. Pero esto no significa que sea inocua. Cuando las prendas que la contienen se lavan en la lavadora desprenden también microfibras plásticas que contribuyen a aumentar los niveles de plástico en los océanos. Al tratarse de partículas minúsculas, pueden pasar los filtros de las plantas de tratamiento y acabar en ríos y corrientes de agua y convertirse en una seria amenaza para la vida acuática.