Cuando el mundo mira a Ciudad del Cabo, traga saliva, porque se le reseca la garganta. La perla turística de Sudáfrica se ha convertido en heraldo del apocalipsis climático, la primera gran ciudad que amenaza con quedarse completamente seca. Sus cuatro millones de ciudadanos viven con 50 litros por persona y día. Menos de los 60 que gasta una lavadora. Lo justo para asearse con una palangana y rellenar la cisterna del váter con el agua sucia para poder tirar de la cadena una vez al día. Si las peores predicciones se cumplen, tendrán que subsistir con la mitad: 25 litros, algo inaudito para el mundo moderno.
Los capetonianos viven desde hace meses pendientes de una cuenta atrás: el Día Cero, la fecha en la que se cortarán los grifos por la situación catastrófica de los embalses y el reparto de agua quedará en manos de las autoridades. A finales de enero, la fecha aciaga se había adelantado al 12 de abril. La alarma cumplió su cometido y, gracias a un nuevo recorte en el consumo y un providencial chaparrón, ha quedado aplazada al 11 de mayo. Cada vez más cerca de la gran esperanza: el invierno austral y las lluvias que debería traer consigo.
Precisamente el temporal invernal que ha afectado a toda España, con abundancia de lluvias, una ligera recarga de los embalses y una copiosa reserva de nieve en las cumbres, ha alejado de la actualidad la persistente preocupación por la sequía que encadena ya su tercer año. Desde Ciudad del Cabo, el vicealcalde Ian Neilson atiende la consulta de EL ESPAÑOL y emplaza a los españoles a no caer en el error de confiarse: las condiciones climáticas extremas han superado todas las previsiones y cambiar drásticamente nuestros modo de vida es la única garantía contra un futuro incierto y desesperado.
Asumir la sequía como permanente
Las temperaturas baten récords año tras año en todo el planeta, y en España, se eso traduce en veranos más largos y áridos. Neilson invita a asumir la situación como permanente, como ocurre con el clima semidesértico sudafricano. "La ciudad se encuentra en una región de carestía de agua, y siempre hay un determinado nivel de restricciones activas. El nivel 2 de restricción al consumo de agua se activó en diciembre de 2015 y se ha ido intensificando progresivamente desde entonces".
Cuando la realidad de la sequía se asume, el siguiente paso es el de las políticas institucionales. "El Ayuntamiento ya se dio cuenta en el año 2000 de que la demanda prevista excedería el suministro planificado, y por tanto acometió una agresiva implementación de tecnología de gestión de la presión, mantenimiento de las infraestructuras e iniciativas de educación pública en los años siguientes para reducir el consumo estimado".
Este programa, conocido como Estrategia de Conservación de Agua y Gestión de Demanda de Agua (WCWDM en sus siglas en inglés), fue reconocido en el certamen C40 Cities Bloomberg Philanthropies Awards de 2015 como "el mejor del mundo a la hora de preparar a una ciudad ante los posibles retos del cambio climático". La necesidad de recursos hídricos adicionales ha logrado postergarse "significativamente", explica el edil. "Desde la implementación, el consumo global se ha mantenido relativamente estable pese a un aumento aproximado de la población de un 30%".
Los embalses no bastan por sí solos
¿Por qué, pese a todo, no ha bastado? "El plan estratégico de recursos hídricos elaborado por el Departamento Nacional de Agua y Salubridad, y otros expertos y gestores, indicaron que la red de presas de la ciudad tiene suficiente capacidad como para suplir un consumo sin restricciones de agua para la ciudad, siempre y cuando las precipitaciones se produzcan dentro del rango de normalidad. El siguiente desarrollo de suministros de agua para la región no sería indispensable hasta 2021".
Sin embargo, apunta Neilson, "las bajas precipitaciones han persistido más allá de lo que ningún modelo llegó a anticipar. En otras palabras, esta sequía es peor de lo que las simulaciones en las que se basó el sistema de suministro permitían. Y esto es, a ojos de muchos, una señal de que ya estamos sintiendo los efectos del cambio climático". El principal embalse que abastece a la ciudad, Theewaterskloof Dam, se acerca a un catastrófico 10% de capacidad: un resto de agua enlodada que quedaría por debajo de los extractores.
Por tanto, explica el alderman, las medidas pasan por optimizar la infraestructura existente y las prácticas para evitar el derroche, también con vistas a futuro. "La ciudad está redoblando sus esfuerzos para reducir el consumo y generar una población consciente al respecto del agua, y propone reglamentaciones más constringentes para las tuberías y la fontanería que aseguren que los futuros desarrollos sean sensibles a la conservación. El objetivo es promover la adaptación para el consumidor de base".
"Además, se está acometiendo un extensivo plan de desarrollo que permita, si la situación lo requiere con urgencia, la extracción de los acuíferos subterráneos, el reciclaje de agua y la desalinización. En un contexto en el que la lluvia se ha vuelto menos predecible, la diversificación de los suministros de agua, especialmente complementada con un consumo reducido, sirve de mucho a la hora de minimizar los efectos de la sequía".
Cambiar por "doloroso" que sea
"La idea de una cuenta atrás se propuso originalmente porque tiene más impacto que hacer públicos los niveles de las presas o imponer restricciones más estrictas" - explica Neilson sobre la iniciativa 'Día Cero'. Una campaña con tintes de cine de catástrofe que ha permitido, en palabras de edil, generar" una atención mediática sustancial que estamos empleando para concienciar y motivar los cambios de comportamiento".
No se trata de alarmismo, justifica, sino de transmitir a la opinión pública la justa medida de la gravedad de una situación que no revierte en solitario ni la tecnología ni el desembolso del erario. "En general, la mejor manera de aliviar los efectos de la sequía es reducir el consumo. Las nuevas infraestructuras y las plantas de desalinización tienen un coste considerable, y es un equipamiento que queda sin utilidad pública si la sequía remite".
"Aunque reducir el consumo conlleva cambios que pueden resultar dolorosos para algunos (por ejemplo, nada de baños, de llenar piscinas, y de usar lavadoras y lavavajillas a placer), si la gente no responde al llamamiento de las instituciones para reducir el consumo de forma drástica y entusiasta, el impacto en sus vidas diarias podría ser mucho más grave a largo plazo" - insta el vicealcalde.
Con todo, y consciente de tener los ojos del mundo puestos sobre ellos, Ian Nelson concluye en tono inspirador. La ciudad consume 600 litos de agua diarios, pero hace dos años, era el doble. "Muchos en Ciudad del Cabo, cuando han empezado a hacer esfuerzos para reducir el consumo, se han sorprendido al descubrir lo derrochadores que fueron en el pasado, y lo mucho que pueden hacer ellos mismos una vez se han motivado lo suficiente como para cambiar".