-Microesferas que se desechan durante una ducha con un gel que las contenga: 100.000.
-Porcentaje de los plástico vertidos al mar correspondiente a los microplásticos: 1’5%
-Masa de microesferas utilizadas al año en Europa: 4.000 toneladas
A veces el rival más pequeño puede ser el más fuerte. Esta es una frase que puede aplicarse en muchos ámbitos de la vida, pero concretamente en la lucha contra la contaminación por plásticos toma un sentido especialmente literal.
La concienciación entre la población en torno a productos de un tamaño considerable, como las bolsas o las botellas de plástico es cada vez más grande, pero existen unos productos concretos que pasan desapercibidos con motivo de su reducidísimo tamaño: los microplásticos.
Se considera microplástico cualquier pieza de este material cuyo tamaño no supere los cinco milímetros. Pueden encontrarse en la composición de una amplia gama de productos como los chicles, las fibras textiles sintéticas o las llantas, pero sin duda los productos que más han dado que hablar por tenerlos en su composición han sido los cosméticos.
Al actuar como exfoliantes físicos, capaces de arrastrar impurezas al frotarlos contra una superficie, su uso se ha hecho muy frecuente en la composición de productos como pastas de dientes, cremas y geles. Sin embargo, encierran un peligro oculto para los ecosistemas marinos, ya que al ser productos de higiene son desechados por los conductos de desagüe y, desde ahí, si esquivan los filtros de las depuradoras, terminan llegando al mar.
Del baño a la mesa
Según un informe del Comité de Auditoría Medioambiental de la Cámara de los Comunes en el Reino Unido, durante una sola ducha utilizando un gel exfoliante, se vierten al desagüe una media de 100.000 microesferas de plástico.
Todo esto, junto al resto de microplásticos representan solo un 1,5% del plástico que se vierte al mar, pero que la cifra sea pequeña no impide que sea un problema preocupante al que, afortunadamente, se puede poner solución.
Lógicamente, estas microesferas no causan obstrucciones ni atragantamientos a las especies marinas, pero no dejan de ser peligrosas para ellos, ya que contienen sustancias tóxicas que, una vez ingeridas, pasan a formar parte de su cadena alimenticia, pudiendo incluso llegar de vuelta hasta nuestras mesas. De hecho, no sólo se han detectado microplásticos en el sistema digestivo de parte del pescado y el marisco que se vende para ser cocinado, sino también en otros alimentos como la sal de mesa.
Esto ha llevado a los gobiernos de países de todo el mundo a prohibir la comercialización de este tipo de productos cosméticos dentro de sus fronteras.
El primero en hacerlo fue Estados Unidos, que lo incluyó en el marco de la Ley de Aguas Libres de Microesferas, aprobada en 2015. Más tarde se uniría Canadá, cuya ley, aprobada en 2017, entró en vigor el 1 de enero de 2018, y poco después Reino Unido, donde se hizo vigente también este mes de enero. La próxima en unirse al club de los países libres de microesferas será Nueva Zelanda, en la que sólo tendrán que esperar hasta el 9 de junio para que sea oficial.
Por otro lado, cuatro países europeos, Holanda, Suecia, Bélgica y Austria, reclamaron en 2014 a la Unión Europea que se tomaran medidas al respecto y, si bien aún no cuentan con una ley definitiva, sí que han tomado cartas en el asunto para la eliminación de las microesferas de sus productos cosméticos.
Difíciles de detectar
Afortunadamente, la multitud de campañas de concienciación que han surgido en todo el planeta han llevado a que muchos consumidores no quieran ser partícipes de la venta de este tipo de productos. Pero, ¿cómo puedes saber si un producto contiene microplásticos?
Lógicamente, en la etiqueta no vienen anunciados como tal, sino con el nombre de las sustancias que los componen. La inmensa mayoría de ellos están fabricadas a base de polietileno (PE), tereftalato de polietileno (PET), polipropileno (PP) o polimetacrilato de metilo (PMMA).
Por lo tanto, estos son los principales compuestos que deben buscarse en las etiquetas, pero, por si no fuera suficiente información, las organizaciones holandesas Plastic Soup Foundation y The North Sea Foundation crearon en 2013 una aplicación para móvil que permite detectar la presencia de microesferas de plástico con sólo escanear el código de barras de un producto.
Alternativas:
En los países en los que se están tomando cartas en el asunto para la eliminación de microesferas de plástico ya se están comenzando a sustituir por otros componentes naturales, que también pueden actuar como exfoliantes físicos. Entre ellos, algunos de los más frecuentes son las pepitas de frutas, las sales o el azúcar.
De hecho, tradicionalmente la mezcla de miel y azúcar ha sido un exfoliante labial muy utilizado, con efectos prácticamente idénticos a los de los productos con microplásticos.
Por lo tanto, no se trata de un producto indispensable, sin el cual nuestra vida sería más complicada. Se puede sustituir fácilmente por otras alternativas, igual de beneficiosas para nuestra piel, pero mil veces mejores paras el medio ambiente. El cambio vale la pena.