Extraño arranque el del invierno 2018-2019: aunque las temperaturas diurnas han estado como norma general por encima de la media para la época, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) lo ha calificado como un periodo "frío y seco". Efectivamente, salvo precipitaciones intermitentes en Galicia y zonas del Cantábrico, el anticiclón ha mantenido en gran medida a los frentes borrascosos a raya estas Navidades.
¿Por qué se habla de "frío" entonces cuando los cielos despejados han sido la tónica general? El buen tiempo en invierno trae consecuencias: concretamente, una fuerte inversión térmica al desplomarse las temperaturas en cuanto cae el sol. Esto provoca el "efecto boina" que dificulta que las partículas nocivas de dióxido de nitrógeno (NO2) se disipen y contribuye a que Madrid pase un nuevo fin de año bajo la batuta de las restricciones al tráfico por polución.
Pero también está detrás de otro de los fenómenos que ha marcado estas fechas: los densos bancos de niebla, formados especialmente en el valle del Ebro y los sistemas centrales. De nuevo, el rápido enfriamiento que trae consigo el ocaso satura el aire de vapor de agua, deja heladas nocturnas y rocío, y provoca que bajen las temperaturas también de día al amortiguar la radiación solar. Así, puede darse la paradoja de que, bajo cielos despejados, los días sean más fríos de lo que les corresponde.
¿Cómo será la entrada en 2019?
Es poco probable que el relato se salga mucho de este guión entre Nochevieja y Reyes, según confirma la Aemet: el anticiclón garantiza una estabilidad casi generalizada, también para el siempre castigado noroeste peninsular. Si acaso, es el área del Estrecho, del suereste y el mar de Alborán, en donde existe alguna posibilidad de que despidan el año con lluvias. Las rachas de viento de Levante pueden ser importantes en el sur de Andalucía, Ceuta y Melilla.
"Un pequeño embolsamiento de aire frío complicará la cosa ahí"- confirma Rubén del Campo, portavoz de la Aemet. En el resto de España, explica, la situación será "apacible" excepto en los puntos en los que se concentren los bancos de niebla, en donde la temperatura "será baja todo el día". Con el paso al Año Nuevo, sin embargo, el enfriamiento pasará a extenderse por todo el territorio. La primera semana del año nos traerá "frío, normal para esta época del año"- según precisa Del Campo.
El mayor bajón del termómetro lo notaremos a partir del miércoles 2 de enero cuando se producirán heladas nocturnas en el centro peninsular. A partir del jueves serán generalizadas, y localmente fuertes en el Pirineo y el sistema Ibérico. De cara al sábado 5 de enero, la noche de Reyes trae consigo incertidumbre, con la posible entrada de un frente atlántico que dejaría lluvias en Galicia y Cantábrico oriental. El anticiclón seguirá dominando en el resto de escenarios, y con él, los paisajes cubiertos de bruma.
¿Qué nos espera para el resto de enero?
Concluidas las Fiestas y con el roscón asentándose en el estómago, las previsiones de la Aemet apuntan a un cambio de tendencia. Según los modelos de anomalías respecto a los valores climatológicos a 20 años, nos espera un enero más lluvioso de lo habitual en las vertientes Atlántica y Cantábrica, pero no en la Mediterránea. Por el contrario, en la Comunidad Valenciana, Cataluña, valle del Ebro y Baleares se esperan temperaturas superiores para la media, especialmente a mediados de mes.
"El comienzo del año será más lluvioso de lo habitual en puntos del norte y más seco de lo normal en el Mediterráneo"- confirmaba Mar Gómez, meteoróloga de eltiempo.es, al realizar su predicción estacional. A finales de mes y a caballo con febrero, la situación se volvería "más activa meteorológicamente" por la posible intrusión de aire frío procedente del norte de Europa.
Hay que resaltar un factor de incertidumbre adicional para 2019: se está produciendo 'El Niño', una perturbación climática a nivel global provocada por el aumento imprevisible de la temperatura del agua en el Pacífico Central Oriental. Sus consecuencias también se pueden presentar en España de dos maneras y las dos tendrían el mismo resultado: un aumento de las precipitaciones intensas hasta el punto de provocar riesgo de inundaciones y deslaves de tierra.
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El primer efecto atmosférico puede hacer que la Oscilación del Atlántico Norte (NAO) -la fluctuación de presiones entre la baja de Islandia y la alta de las Islas Azores- pase a Fase Negativa, lo que abriría un carril para que los frentes atlánticos atravesasen la Península en lugar de seguir su camino más al norte. El segundo sería la expansión del vórtice polar -los vientos que circundan el Polo Norte- por el recalentamiento de los polos, lo que también empujaría las borrascas a desplazarse más hacia el sur.