El horror de los productos higiénicos desechables: pásate a sus alternativas
Econsejos (VII): Bastoncillos, maquinillas de afeitar, botellitas de champú y demás provocan un enorme impacto mediambiental.
11 diciembre, 2019 03:32Noticias relacionadas
La proliferación de productos higiénicos de usar y tirar supone uno de los principales factores detrás de la contaminación por plásticos, uno de los factores que han empujado a la Tierra a la actual crisis medioambiental. Y el principal acusado es el bastoncillo, un invento que originalmente se diseñó como accesorio desmaquillador pero que ha terminado entrando en nuestros oídos -para desesperación de los otorrinos- y en nuestros desagües, para la de todos los demás.
Más de 320.000 kgs de bastoncillos de plástico son recogidos cada año en las playas europeas; cada uno tardará unos 300 años en descomponerse. El daño que provocan en la vida marina y los ecosistemas es ingente, hasta el punto de haber sido calificados como 'asesinos del mar'. Según la Marine Conservation Society (MCS), suponen el 60% de la basura de origen humano que se libera a las aguas residuales. Todo ello se podría evitar con el uso de sprays y gotas indicados para limpiar el exceso de cerumen.
El origen de este problema proviene de la arraigada costumbre de muchas personas de tirarlos al inodoro después de utilizarlos. Al ser tan pequeños y estrechos, pasan fácilmente por los filtros utilizados por las depuradoras, de modo que terminan depositándose en los fondos marinos. Varias administraciones locales, nacionales y transnacionales, con Escocia a la cabeza de la UE, han dictado legislaciones para prohibirlos y sustituirlo con alternativas biodegradables.
Las cuchillas de afeitar desechables son otro producto de belleza extremadamente pernicioso. 2.000 millones de estas maquinillas terminan en el vertedero de forma anual en todo el mundo. Al no ser consideradas envases, no hay ningún contenedor específico en el que puedan ser enviadas a reciclar. Deben tirarse en los cubos de basura convencionales y su destino terminará siendo el vertedero o la incineración.
Por otro lado, son mucho menos sostenibles que las maquinillas eléctricas o las cuchillas no desechables. Según recogía El País a partir de datos extraídos del Análisis de Ciclo de Vida que la empresa BIC realiza de sus maquinillas, entre un 85% y un 90% del impacto ambiental de su uso proviene de factores externos. Esto incluye la energía necesaria para calentar el agua o la fabricación de complementos como el envoltorio o la espuma de afeitar.
Otro factor de contaminación ignorado a menudo son los cepillos de dientes, indispensables para la salud dental. A lo largo de la vida, una persona desechará unos 300. La mayoría de ellos están fabricados principalmente de plástico, concretamente polipropileno en el mango y nylon en las cerdas. Son un peligro para las aves marinas por el sulfuro de dimetilo, una sustancia liberada por los plásticos que se descomponen en entornos marinos y que también segrega el fitoplancton en descomposición, lo que las lleva a una confusión mortal.
Hay pocas opciones de cepillos sostenibles en el mercado, pero hay alternativas interesantes que usan bambú para el mango, lo cual serviría para reducir en un 50% el impacto de su fabricación. Algo parecido pasa con los tampones y las compresas: indispensables para la higiene de la mujer, están fabricados con celulosa pero con partes de plástico: concretamente, el aplicador del tampón supone 7.000 millones de deshechos solo en EEUU.
Entra aquí una alternativa biosostenible, la copa menstrual. Este dispositivo recoge el sangrado en el interior de la vagina y después de cada uso hay que limpiarla con agua, para esterilizarla al final de la menstruación. Puede durar hasta 10 años y en este tiempo se calcula que genera el 0.4% de los desechos plásticos producidos por las compresas de un solo uso o el 6% de los deshechos por el uso de tampones.
Las toallitas higiénicas son también un peligro, ya que hay muchos modelos que aseguran ser biodegradables. Para comprobarlo, la OCU analizó cuatro marcas en 2018. Los resultados del laboratorio concluyeron que no se pueden tirar al váter. La razón: ninguno de los productos se disgregó del todo en el agua. El porcentaje más alto de descomposición se quedó en el 33%. Según los ambientalistas, la opción más respetuosa con el medioambiente es el papel higiénico y si es reciclado mejor; las toallitas deben ir a la basura y al contenedor gris.
Por último, es cada vez menos frecuente encontrar botecitos desechables de champú y gel en las grandes cadenas de hoteles. Estos recipientes de plástico pueden sustituirse por dispensadores rellenables - así lo han hecho la prestigiosa cadena Marriott- como aquellos que se encuentran en los baños de los bares fijados en la pared, o por botellas más grandes de más de un uso.