A principios de mayo falleció con 60 años Vieja, una hembra de chimpancé (Pan troglodytes) traída desde Guinea Ecuatorial al zoo de Barcelona en 1965 y que vivió a la sombra de Copito. Sin embargo, Vieja también llamaba la atención por su pelaje enharinado, tan canoso que sus cuidadores dudaron de su edad y la bautizaron así.
Pero cuando Vieja llegó a España no tenía más de cinco años a pesar de su color grisáceo, asociado en humanos a la vejez. Al final, después de seis décadas, el animal hizo honor a su nombre siendo la más longeva de todos los chimpancés cautivos en Europa.
Este es un claro ejemplo de que los chimpancés no envejecen de la misma manera que las personas, cuyas canas reflejan un envejecimiento progresivo. El pelaje plateado, sobre todo el que aparece en las barbas de estos grandes simios –que el pasado 14 de julio celebraron su día mundial–, no es indicativo de la vejez, como lo confirma ahora un estudio en la revista PLoS ONE.
"Con los humanos, el patrón es bastante lineal y progresivo. Tu pelo se vuelve más gris a medida que envejeces. Con los chimpancés no es el patrón que encontramos", explica Elizabeth Tapanes, investigadora en el departamento de Antropología de la Universidad de George Washington (EE UU) y primera autora del trabajo.
La investigación partió de una observación que hizo la doctora Brenda Bradley, profesora asociada de Antropología en la universidad estadounidense y autora principal, cuando visitaba un parque en Uganda hace cinco años. Mientras Bradley memorizaba los nombres de varios de los chimpancés salvajes que veía, empezó a hacer suposiciones sobre su edad basándose en su pigmentación, pero los expertos que la acompañaban la corrigieron.
"Los chimpancés alcanzan un punto canoso en su pelaje, pero nunca se vuelven completamente grises, por lo que esta característica no puede usarse como marcador del envejecimiento", añade Tapanes. En el caso de Vieja, una de sus crías, Kala, heredó de su madre esa inconfundible tonalidad que nada tenía que ver con una avanzada edad.
A otro de los chimpancés más famosos del mundo, David Greybeard, uno de los favoritos de la primatóloga Jane Goodall en el Parque Nacional Gombe Stream (Tanzania), también se le identificó por sus barbas blancas, pero en realidad existe una diferencia en la pigmentación de cada uno de los ejemplares de una población.
La importancia del pelaje
La investigación pone en duda la importancia del fenotipo canoso en especies silvestres no humanas. Si bien el envejecimiento es uno de los rasgos más destacados que tiene un chimpancé, la aparición de las canas en las barbas se produce hasta que alcanza la mediana edad –antes de los 30 años– y luego se estabiliza a medida que continúa envejeciendo.
Para comprobarlo, los investigadores reunieron fotos de dos subespecies de chimpancés salvajes y en cautividad y evaluaron la cantidad de canas visibles que tenían en cada foto. Los expertos analizaron luego esos datos, comparándolos con la edad de cada uno de los ejemplares en el momento en que se tomaron las imágenes.
Según el estudio, la hipótesis es que podría haber varias razones por las cuales los chimpancés no desarrollan patrones de pelaje canoso similares a los humanos. La principal es que su característica pigmentación oscura podría ser crucial para la termorregulación o ayudar a los individuos a identificarse entre sí.
Con estos resultados, los científicos pretenden observar ahora el patrón de expresión génica en el pelaje de los chimpancés. Esto ayudará a determinar si se están produciendo cambios genéticos que coincidan con los cambios que el ojo no ve.
El trabajo permite, además, entender la aparición de las canas en los humanos desde un punto de vista evolutivo, ya que hasta ahora, toda la investigación realizada al respecto está orientada a la industria cosmética y dermatológica para tratar de anular la aparición de canas.